Más fuerte que la emoción es el amor hacia la tarea diaria de la avileña Ana Delia Rodríguez González, condecorada recientemente en La Habana con la Orden Nacional por 50 años de trabajo en la industria azucarera y superar en un lustro ese tiempo de permanencia.
Su historia de vida comienza en el cañaveral. Nace el 22 de enero de 1952 y crece casi al pie de los plantones. Ella es como el retoño de una cepa familiar de alto potencial productivo.
“Mi abuela les cocinaba a los cortadores de caña –ejemplifica–, papi batía mezcla en la construcción y guataqueaba mucho para buscarnos la comida, sigo sus pasos, me encanta trabajar”.
Rememora esta obrera de energía inagotable que “mi papá me regañaba porque siempre preferí hacer trabajos fuertes, pero estaría orgulloso porque logré convertirme en la única mujer mecánica y operadora de las plantas moledoras de caña en Cuba”.
Todavía está ahí, hoy no solo de ayudante de los mecánicos, también mantiene limpia, de forma impecable, el área de basculadores y molinos del central Primero de Enero, de la provincia de Ciego de Ávila, en etapa de reparaciones para incorporarlo a la producción de meladura en el segundo semestre del presente año.
“¿Difícil?, ¡ninguna labor!, purgué azúcar, sembré, guataquié y corté caña, cociné, trabajé en centros de acopio y en el área de producción de alimentos, dí mandarria y saqué tornillos en el desmonte de nuestra fábrica, conocida como el fusible de la zafra, hoy aventajada por el central Ciro Redondo, el más moderno del país y el único moliendo en la actual contienda avileña, quiero visitarlo y ayudar.
“Tampoco es imposible en estos tiempos complejos la labor del sindicato que requiere de fuerza y capacidad para guiar a los trabajadores”, subraya en calidad de secretaria general de la sección sindical de molinos y basculadores del ingenio violeteño.
“Mientras tenga salud nada me detendrá, sigo siendo aquella diablilla tun tun, tal como me llamaban jocosamente cuando tocaba a la puerta casa por casa en Delia, Caimito, Laguna Larga y otras comunidades rurales, donde realizaba las actividades de la Federación de Mujeres Cubanas, porque hice un compromiso con la presidenta Vilma Espín de representar dignamente a la mujer y lo estoy cumpliendo en el trabajo día a día”.
“Vivo encantada de la vida porque también he podido estudiar, soy graduada de técnico medio en maquinaria azucarera y de mecánica operadora de centrífugas. Tengo muchos motivos para estar feliz, por eso cada jornada dejo todo listo en casa para incorporarme al trabajo”.
Ahora con mayor ímpetu guapea a los 73 años de edad: “Tengo un nieto de dos meses que está para comérselo a besos y es mi nuevo motor de arranque para continuar sin perder un día y llegar puntual a la cita con quien tanto amo, la industria azucarera”.