La Polémica: Detrás de Mijaín, ¿quién es el mejor en el siglo XXI?

La Polémica: Detrás de Mijaín, ¿quién es el mejor en el siglo XXI?

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El luchador Mijaín López no tiene discusión como mejor deportista cubano del siglo XXI a partir de sus cuatro oros olímpicos y cinco mundiales. Sin embargo, abrimos hoy la polémica de quiénes pudieran optar por estar en un segundo escalón dentro de los atletas convencionales, cuyos resultados hayan sido logrados en representación de su federación, su bandera, su tierra natal. Un boxeador, una judoca y un tirador son los escogidos aquí. ¿Se anima a opinar?

 

 

En el podio del tiempo

Daniel Martínez

 

Algunos recuerdos son un gancho al mentón de la vida. Tienen la fuerza de la mejor pegada. Por eso lanzaré, como carbón al fuego de la polémica, una idea que defiendo, pero que sé podría generar un encendido debate.

Estimo que luego de Mijaín López como el deportista más grande de Cuba en el siglo XXI, está el boxeador Mario Kindelán.

Imagino la reacción de muchos. Por eso ante los acelerones apasionados del tiempo actual y los desfases de mentalidad generacionales, se impone respirar profundo y escucharme, perdón, quiero decir leerme.

Reconozco que existen otros ejemplos (Guillermo Rigondeaux, Robeisy Ramírez, Arlen López, Julio César La Cruz, incluidas mujeres en otros deportes) capaces de dinamitar mi propuesta, mas mi elección no solo se sustenta en sus dos coronas olímpicas, varios títulos mundiales y otros premios de mucho lustre, sino en esa fascinación y huellas que acuñó en cientos de memorias.

La originalidad y maestría de Kindelán son cosas del pasado, pues en la actualidad, con menos calidad, es fácil caer en las fauces del cómodo halago.

Cada vez que subía a ring su brillantez expositiva y la belleza casi literaria que imponía, invitaba al espectador a respirar confiado. Era casi un misterio visible, alguien de quien podíamos decir mucho, sin llegar a estar seguros de describir su casi infalible estilo.

¡Espectacular contradicción! ¿Verdad? He ahí otra muestra de su jerarquía, esa que a veces no destacaba a la vista del aficionado común.

Si los años suelen acomodar el estilo de los que eligen escudarse en lo esencial y efectivo, siempre que les conduzca al triunfo, con él resultó diferente.

Optimizó su estética sobre el ring, afiló mejor sus armas, incorporó “veneno” a sus combinaciones y firmó actuaciones, que cuando las revisitamos (por favor busque por YouTube peleas suyas) siguen devolviéndonos a un boxeo, ya moribundo en Cuba, que se degustaba con el mayor de los placeres.

Definitivamente era una máquina de ganar. Diseñada, construida y aceitada por maestros de hambre competitiva infinita. Tan formidable fue su trazo que incluso grandes pugilistas, antes de dejar huellas en el profesionalismo, apelaron a los mejores manuales de supervivencia y aun así cedieron ante su embrujo. Tiempo después ellos han reconocido su grandeza…

No intentaré convencerle. Anclaré mi opinión sin temores ¡Sí, como escucha! Luego de Mijaín López es Mario Kindelán el deportista más influyente en nuestro país en el siglo XXI.

Solo reto a la memoria y ante ese complicado combate, que son los recuerdos, el suyo emerge como un poderoso gancho al mentón.

La reina viste de judogi

Jorge Luis Coll

Hace un tiempo que Idalys Ortiz compite contra ella misma, en el eterno combate por mantenerse a la altura de una carrera que le ha valido para colgarse la etiqueta de leyenda.

Aunque a veces parezca que no, siempre puede. Lo demostró en los Juegos Olímpicos Beijing 2008 con sus más de 78 kilogramos metidos en un cuerpo de 18 añitos. Idalys siendo Idalys, llevándose un metal bronceado para iniciar la saga de sus cuatro medallas olímpicas, saga que tuvo su última parte en Tokio.

Allí lo logró de nuevo, contra la adversidad, enfrentando las reservas de quienes pensaban que se despediría pronto. Ni el paso indetenible del tiempo, ni una pandemia que puso el mundo patas arriba, fueron capaces de derribar los deseos de una cubana de 32 años que en realidad peleaba por amor, porque ya lo tenía todo: dos títulos mundiales (Río de Janeiro 2013 y Chelyabinsk 2014), cuatro medallas olímpicas, incluida la de oro en Londres 2012, y cuatro cetros de citas continentales al hilo (Guadalajara 2011, Toronto 2015, Lima 2019 y Santiago de Chile 2023).

En Tokio solo se le interpuso en el camino la nipona Akira Sone, y su cuarta medalla olímpica fue de plata, como en Río 2016. Otro podio, y camino por andar para dejar huella en Chile con una cuarta corona panamericana e igualar las hazañas de un mito como Driulis González.

Con semejante trayectoria, ¿quién puede atreverse a dudar de ella, de su resiliencia? Ahora se acerca París, junto con la posibilidad de una quinta presea, de incluirse en el mismo club que Teddy Rinner y Ryoko Tani.

Es cierto que no es la Idalys de Beijing, ni la de Londres, incluso no es la de Tokio. Pero sigue siendo esa guerrera forjada por Ronaldo Veitía, esa cubana a la que le van los retos y que en cada salida debe afrontar su combate más difícil, contra adversarios que trascienden el tatami: los 34 años, la historia y su propia leyenda.

Pupo apunta, Pupo fuego

Joel García León

 

El brazo se extiende y en la mano una pistola. La diana está a 25 metros y los ojos están concentrados solo en el pequeño punto del medio. El brazo sube de nuevo en ángulo de 90 grados con su cuerpo y es hora de disparar. Puf, puf, puf, puf, puf. Cinco tiros rápidos y Leuris Pupo sonríe. Es el campeón olímpico de Londres 2012. Es histórico.

El pistolero holguinero es de los más grandes deportistas, no solo de Cuba, sino de América y el mundo.

Antes de esa fecha Pupo ya había sido campeón Centroamericano y del Caribe, monarca continental y en Juegos Panamericanos, medallista y ganador de Copas del Mundo. También en cuanto torneo internacional lo invitaban imponía su clase sin arrogancia. Incluso sus rivales le pedían fotografiarse con él por lo increíble de sus actuaciones desde una nación sin tradición en el tiro deportivo y con innumerables carencias para su desarrollo.

A esta disciplina y a su especialidad (tiro rápido) llegó por embullo y talento; con esfuerzo y mucha dedicación, en medio de un realismo mágico para algunos, dada la falta de balas y condiciones irregulares en el campo de tiro donde ha entrenado toda su vida.

La corona en la capital inglesa no lo obnubiló. Siguió sencillo, atento, cordial, familiar y con una maestría deportiva cada vez más alta, que lo llevó a repetir dos veces más los premios regionales; en tanto para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 se coló nuevamente en finales con un quinto puesto de maravillas, pues se había agudizado la crisis de las municiones en su preparación los cuatro años previos.

Pupo entonces aterrizó en Tokio 2020 (su sexta lid de los cinco aros de manera consecutiva) convencido de que podía volver al podio. Estuvo mal el primer día de la clasificación, pero al siguiente se recuperó y ya entre los seis primeros sentó cátedra con una plata que todos veíamos como oro, pues de nuevo destrozó imposibles y creció frente a las adversidades.

A ese Pupo que el pasado 9 de abril arribó a sus 47 años y fue el primer clasificado olímpico de Cuba para París 2024, habrá que ponderarlo siempre con la misma puntería y ganas que le pone cada vez que se para en la línea de fuego. Respira fuerte, busca la concentración en sus recuerdos. Y solo así extiende su brazo con una pistola en la mano y dispara.

 

Acerca del autor

Máster en Ciencias de la Comunicación. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el 2019. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.

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