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Rompamos lanzas por el idioma

“Vendo Cardoza”. Fue el letrero que me salió al paso cuando caminaba por una calle del Cerro capitalino. Demoré unos instantes en asimilar de qué se trataba la oferta y si bien me gusta la caldosa no me resultó confiable por la pésima ortografía del vendedor.

 

Cada vez es más frecuente encontrar en la tablilla de cualquier agromercado, donde se enumeran los productos a la venta, que a las habichuelas se les pierda la h inicial, la yuca esté escrita con ll o el arroz termine con s. Se ha hecho famoso el insólito anuncio a los consumidores de que vino por la libreta “el picadillo de niño”.

Son algunas barrabasadas que nos asaltan en la vía pública, sin que exista ninguna autoridad regulatoria que ordene su retiro o imponga una multa acompañada de la exigencia de enmendarlas.

La mala ortografía se ha ido generalizando; sin embargo, no coincido con que resolver esto sea solo una tarea del sistema de educación, aunque le toca en gran medida. La familia en el caso de los menores tiene también su cuota de responsabilidad. Es una cuestión de respeto a sí mismo. Un estudiante de Medicina con mala ortografía durante su etapa de formación académica no puede llegar a médico con esa deficiencia, porque empaña su prestigio profesional. Y ni qué decir de un futuro maestro. No basta con saberse las reglas ortográficas, la mejor manera de escribir bien es leyendo mucho, y eso, desafortunadamente, no abunda en estos tiempos.

Las faltas de ortografía se manifiestan con fuerza en las redes sociales, donde además se deforma el idioma con el uso de abreviaturas, mal justificadas con los argumentos de la síntesis y la inmediatez. ¿Qué garantiza que el uso continuado de esta forma de comunicación no dañe la escritura en otros ámbitos?

En los últimos años algunos negocios privados se han identificado con nombres en inglés, a menudo mal escritos o con una combinación forzada y absurda de los dos idiomas, lo que se convierte en un esnobismo que denota igualmente falta de instrucción.

A todo lo anterior habría que agregar el maltrato que se hace de la lengua española en los medios de comunicación, por ignorancia o descuido, y la pobreza en el uso del lenguaje a la hora de redactar, que evidencia escasez intelectual y en la cual influyen los fenómenos antes mencionados.

Los expertos han calificado a la lengua española como un marcador de la identidad cultural cubana y aseguran que dominar el idioma nativo es imprescindible para la posesión de una conciencia y cultura autóctonas. Seamos entonces sus más celosos veladores.

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