Icono del sitio Trabajadores

Los ojos de Belinda Sánchez en la ciencia cubana

Cuando la conocí el país estaba en su etapa más dura de Covid-19. Usaba nasobuco azul y en su rostro solo era posible identificar unos ojos expresivos, vivos, llenos de esperanza y ternura. Hablaba junto a Dagmar García de las vacunas Soberana como si fuera el hijo más deseado, tanto o más que sus dos muchachones Abel y Camilo. Usaba sus manos para comunicar con más fuerza, pero en los ojos estaba el secreto.

Belinda Sánchez

La segunda vez que nos vimos nos puso a toda la familia la segunda dosis de Soberana. Ese día respondió todo lo que pudiera preguntar un periodista curioso por las ciencias, pero que de vacunas y anticuerpos monoclonales no sabe casi nada. En esa tarde portaba un nasobuco negro y la gentileza de tiempo empleado me permitió pactar un próximo encuentro para una entrevista de personalidad.

Esa tercera ocasión de saludarla fue la más escurridiza de todo, pues a las grabadoras que desnudan con preguntas su vida les teme más que cualquier ensayo clínico en el laboratorio. En su oficina aquella tarde hablamos de Silvio y de Aute; de los chocolates y una foto del Che que siempre la acompaña; de su madre Pilar y esos sueños postergados; de la Cuba que adora y el Fidel que le preguntó una vez por su pelo crespo y otra día le miró las manos para ver si tenían ampollas del trabajo en el campo.

Desde entonces físicamente no nos hemos visto más, pero nació una comunicación fluida por redes sociales, en la que me honra tenerla como una de las lectoras más fieles, con opinión incluida y emociones encontradas cuando respira con las letras el país que construye desde su laboratorio. Y también desde su ejemplo. Esa es la Belinda que conozco y admiro.

Ahora mismo no sabe que revelaré una exclusiva conversación que tuvimos tras un post que publicara ella este 1 de enero y que me recomendó leer con este mensaje: «Ojalá tuviera la facilidad de tu pluma. Pero igual ahí dejé mi sentir».  Por supuesto, lo leí de inmediato y le respondí sin adjetivos de más: «Usted tiene la facilidad de curar el alma de las personas. Y eso también es envidiable. Hermoso lo que escribió. Hay que tener alma no pluma. Y esa le sobra».

Me contó luego que los ojos se le humedecieron. Pero no dije mentiras. En los ojos de Belinda Sánchez va caminando perfectamente toda la ciencia cubana. Y ella lo sabe. Todos los sabemos. ¡FELICIDADES!

Compartir...
Salir de la versión móvil