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La Caravana de la Libertad: De Santiago de Cuba a La Habana, el líder y el pueblo, ideas y acciones

Por: Elvis R. Rodríguez Rodríguez

La Caravana de la Libertad constituye no solo un hecho de singular naturaleza en la historia de Cuba sino también en la historia universal contemporánea. A sesenta y cinco años de su realización, su significación trasciende, sin duda alguna, la marcha victoriosa en si misma. Nunca antes, líder alguno pudo concretar sueños de tal naturaleza ni el pueblo se identificó con iguales posiciones de principios. En indisoluble unión el líder y el pueblo, las ideas y las acciones.


Por su organización, carácter y contenido, adquirió dimensiones estratégicas; su concepción conjugó en unidad indisoluble, el pensamiento político con el militar del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

El escenario político-social y militar predominante en los días finales de dicembre de 1958 era complejo y no exento de peligros. A diferencia de lo que había ocurrido hasta horas antes, en que el componente principal correspondía a las acciones político-militares, ahora la preponderancia se acentuaba en las decisiones políticas, en objetivos, ideas, valores; en los nuevos actores llamados a ser protagonistas del proceso revolucionario que se iniciaba y se extendería en el tiempo, que como bien vislumbró Fidel, sería más difícil. Las armas cedían su lugar a las ideas y a las masas; los desposeidos, el pueblo humilde, sería en lo adelante el hacedor principal de lo que habría de transformarse, hacerse y defenderse.

Como en los años de guerra, Fidel al frente, desafiando el peligro y en contacto directo con su pueblo, en esa relación tan íntima de identificción en que del mismo modo en que para él ese era su pueblo, para el pueblo él era su líder. Por su naturaleza, después de la Caravana, los que acudieron a su encuentro ya no fueron iguales, como tampoco fueron en lo adelante los que formaron parte de ella. Líder y pueblo se mezclaron sin distinción de creencias religiosas, concepciones ideológicas y militancias políticas; sexo, edad y color de la piel; ocupación laboral, profesión y nivel cultural, con expresiones de alegría, simpatía, cariño y afectos recíprocos. De ahí que una de sus principales aportaciones políticas e ideológicas radique en su contribución al fortalecimiento del proceso en marcha de unidad nacional.


La categoría “pueblo” se reitera por Fidel en sus discursos y entrevistas, en la acepción no solo de reconocerlo, sino de
empoderarlo para convertirlo en sujeto activo de las transformaciones que se iniciarían. Una frase suya nos da la dimensión del valor que le atribuye al pueblo: “(…) lo primero que haré siempre, cuando vea en peligro la Revolución, es llamar al pueblo”; idea que complementa al afirmar posteriormente “Porque es realmente admirable el grado de conciencia que se ha desarrollado en el país, el civismo de este pueblo, la disciplina de este pueblo, el espíritu de este pueblo; realmente, me siento orgulloso de todo el pueblo, tengo una fe extraordinaria en el pueblo de Cuba. Vale la pena sacrificarse por nuestro pueblo”.

En Santiago de Cuba, sus primeras palabras están dirigidas al reconocimiento del lugar del pueblo en la Revolución. Varios momentos lo confirman. Antes de llegar a La Habana, dice Fidel, estaré en Santiago de Cuba porque será, de acuerdo con el deseo del Presidente provisional, del Ejército Rebelde y del pueblo de Santiago de Cuba, que bien se lo merece, la capital provisional de la república por que ha sido el baluarte más firme de la Revolución. Posteriormente, al valorar la falta de honor del general Cantillo tras la entrevista sostenida con él en la que se acordaron las condiciones del levantamiento armado y del apoyo incondicional de las fuerzas armadas al movimiento revolucionario, enjuicia severamente no solo la falta de honor y de palabra, sino, además, de cerebro, porque un movimiento que pudo haberse hecho desde el primer momento con todo el respaldo del pueblo y con el triunfo asegurado de antemano, lo que hizo fue dar un salto mortal en el vacío. Creyó que iba a ser demasiado fácil engañar al pueblo y engañar a la Revolución. Igual procedimiento emplea para dar a conocer el intercambio de notas con el coronel del ejército José Rego Rubido, jefe de la plaza de Santiago de Cuba.


Otra expresión del valor que le da al pueblo es el derecho a estar informado. Así, en sus intervenciones, entrevistas y otros contactos se aprecia el predominio de la información no solo de lo ocurrido en las últimas horas y días sino de lo que hará la Revolución en lo adelante, de la participación que ha tener el pueblo en la defensa de lo conquistado, de las dificultades que habrá que vencer, del sacrificio que habrá que hacer para tener una sociedad capaz de satisfacer las necesidades y prioridades de la población no atendidas durante décadas por los gobiernos corruptos que dominaron el país. A ello se agregan otros asuntos de suma importancia como el tratamiento a los oficiales y soldados del ejército no comprometidos con
crimenes y abusos a la población, así como la aplicación de la justicia sobre la base del respeto a la ley. Objeto de información fueron también los temas relacionados con el desmontaje del sistema de gobierno imperante y su sustitución por los gobiernos locales y la creación simultánea de las jefaturas militares. De todo ello consideró Fidel que el pueblo debía estar claro y conocer lo que estaba ocurriendo.  


El carácter político y popular que ha de tener el nuevo ejército, el papel de la prensa y la responsabilidad de los periodistas, las relaciones con los pueblos hermanos de
Amércia Latina y, en especial, con Venezuela; las relaciones con los Estados Unidos y el fin de la misión militar norteamericana en Cuba; la necesidad de la unidad de las fuerzas revolucionarias, entre otros, fueron tratados por Fidel en sus encuentros con el pueblo. Ya en los primeros días de enero el pueblo estaba informado de las principales proyecciones que a corto, mediano y largo plazos tendría la Revolución en lo adelante.


En aquellos momentos difíciles y decisivos para la Revolución, la información oportuna, veraz e inmediata jugó un papel de suma importancia, como lo fue siempre, al extremo de convertirse en uno de los rasgos distintivos de su estilo de dirección.


Sin duda alguna, entre tantos asuntos tratados por Fidel hay uno que sorprendió, tanto a los enemigos como a no pocos revolucionarios y fue el relacionado con su lugar en la dirección de la sociedad. La
decisisón tomada de no asumir el poder político que le correspondía por su liderazgo, autoridad y sobradas cualidades, reconocidas por el pueblo, siendo el líder que derrotó al enemigo que había usurpado la presidencia mediante un golpe de Estado y había violentado el orden constitucional cubano y, conociendo, además, que sobre él dependería en lo adelante el destino de la Revolución, constituye un hecho histórico de singular trascendencia y valor estratégico sin precedencia. La historia no conoce de hechos de idéntica naturaleza. Todo el poder para el Gobierno Provisional Revolucionario, fue su decisión.


Durante el recorrido se aprecia un discurso cargado de verdades y esperanzas; movilizador de voluntades y aglutinador de fuerzas, de empoderamiento individual y colectivo y, sobre todo, esclarecedor. Ideas de gran valor y actualidad quedan para la posteridad: no cruzarse de brazo en los momentos decisivos; actuar con lealtad y franqueza en todas las cosas; no llamar triunfo a lo que se obtenga con doblez y engaño; el verdadero orden es el que se basa en la libertad, en el respeto y en la justicia, y no en la fuerza; no hay otro compromiso que con el pueblo y con la nación cubana. A la par expone otros principios que lo acompañaron siempre y constituyen
pilares para las actuales y futuras generaciones de cuadros, dirigentes políticos y jefes militares, que trascienden y se proyectan con fuerza hacia el futuro.


Una característica esencial de la marcha triunfal radica en que comienza precisamente en la ciudad de Santiago de Cuba, declarada capital provisional, con un discurso de incalculables proyecciones ante una masa multitudinaria compacta y patriótica que lo hace suyo, y culmina en la ciudad de La Habana, capital de la República, con otro discurso de enorme trascendencia político-ideológica y definiciones raigales de la Revolución en su nueva fase ante miles y miles de personas que se han congregado en Ciudad Libertad para expresarle su apoyo y acompañarlo en el nuevo proyecto que se iniciaba. En aquella ciudad anunció el comienzo de la marcha hasta La Habana y desde esta prometió el regreso a su inmortalidad para descansar en brazo unido junto a lo más glorioso del altar de la patria con toda su gloria, en un grano de maíz.

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