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El privilegio de tenerlo como hermano

“Es para mí un privilegio que, además de ser un ex­traordinario cuadro revolu­cionario, sea mi hermano”, expresó Fidel sobre Raúl.

Esa confianza se manifestó pú­blicamente el 21 de enero de 1959 en la magna concentración popular frente al Palacio Presidencial, donde se reunió una gigantesca multitud para respaldar la aplicación de la justicia revolucionaria con­tra los verdugos del ré­gimen recién derrota­do, como parte de la Operación Verdad. Allí anunció que propondría la designación de Raúl como Se­gundo Jefe del Movimiento 26 de Julio.

“Lo hago, ex­plicó, no porque sea mi herma­no —que todo el mundo sabe cuánto odiamos el nepotismo— sino porque, hon­radamente, lo con­sidero con cualidades suficientes para sustituir­me en el caso de que yo tenga que morir en esta lucha; porque, además, es un compañero de muy firmes convicciones revoluciona­rias, que ha demostrado su capa­cidad en esta lucha, que fue de los que dirigió el ataque al Moncada, de los que estuvo dos años en la cárcel, de los que organizó el Se­gundo Frente Frank País, y de los que han dado relevantes pruebas de capacidad como organizador y como líder”.

Foto: Tomada de Fidel Soldado de las Ideas

Raúl no hizo el recorrido de la Caravana de la Libertad, sino per­maneció en Santiago de Cuba de­signado por Fidel como jefe político militar de Oriente, como parte de la estrategia del Comandante en Jefe de situar en los lugares claves del país a las principales figuras de la Revolución. Lo hizo con el Che y Ca­milo al enviarlos a La Habana para tomar los campamentos militares de la Cabaña y Columbia.

Estando en Santiago de Cuba un periodista le preguntó a Raúl:

¿Acatará y seguirá a Fidel por motivos filiales aunque este se equi­vocara en el cumplimiento de su de­ber como gobernante?

La respuesta fue tajante:

“Yo no practico el caudillismo ni el hermanismo. Seguiré a Fidel mientras actúe como hasta ahora, que por cierto lo está haciendo muy bien”.

Y lo siguió siempre.

Sobre su entrada al Moncada, al producirse el triunfo revolucio­nario, el propio Raúl narró años después a jóvenes santiagueros: “(…) cumpliendo instrucciones de Fidel, entré por aquí con dos com­pañeros a hablar con los oficiales de la guarnición de 5 mil hombres que había en la ciudad, para lle­varlos al Escandel para legalizar la rendición ante Fidel.

“(…) llego al despacho del jefe del regimiento, era Rego Rubido, un coronel, allí estaban que parecían unos palomos blancos todos los coro­neles de la flota, porque estaban las fragatas aquí, con sus gorras debajo del brazo, los jefes principales de la policía y, por supuesto, los del ejér­cito.

“Me pidieron que les hablara y digo, a eso vine, empujé contra la pared el buró del despacho del jefe del regimiento, en el mismo lugar que me interrogaron cinco años y medio antes. En la pared hacia don­de empujé el buró había un retrato de Batista y otro del jefe del ejército, Tabernilla.

 

Con Fidel en el Escandel. Foto: Tomada del sitio Fidel Soldado de las Ideas

“De un salto me subí en el mis­mo, en primer lugar les hablé un discurso breve: vengo en nombre del jefe de la Revolución a con­ducirlos al Escandel donde se en­cuentran todos los oficiales de la policía, la marina y el ejército, donde se tiene que producir la ren­dición incondicional; les adverti­mos a tiempo que los principales culpables iban a huir y ustedes te­nían que quedarse aquí con noso­tros, cuando terminé de hablarles me aplaudieron, me viré a la pared, arranqué el retrato de Taberni­lla y se lo di al jefe del regimien­to, arranqué el de Batista, lo alcé y grité: ¡Viva la Revolución! Y se lo estrellé en el suelo a todos ellos.

“El jefe del regimiento se que­da vacilando, no se atrevía a tirar el retrato del jefe del ejército, le digo: ¿Qué pasa? Por fin lo tiró y vuelvo a meter otro grito: ¡Viva la Revolu­ción! ¡Viva Fidel!”.

Eran momentos complejos. La Revolución estaba haciéndose valer en medio de toda la estructura que había dejado el capitalismo y de la resistencia de las fuerzas desplaza­das del poder que intentaban infil­trarse en el nuevo Gobierno.

En ese año 1959 la labor públi­ca de Raúl fue intensa: participó en más de medio centenar de activida­des de vital importancia entre decla­raciones, entrevistas, conferencias de prensa y discursos. Con solo 27 años se quedó al frente de la nación cuando el Comandante en Jefe via­jó a Venezuela, poco después realizó una importante gira internacional que lo llevó a Estados Unidos, Cana­dá y Argentina y luego se extendería hasta Uruguay y Brasil.

En ausencia del jefe de la Revo­lución le correspondieron las pala­bras centrales de la celebración en la capital del Día Internacional de los Trabajadores, por primera vez en li­bertad.

En su breve estancia en la pro­vincia oriental se ocupó de tareas trascendentales como la Reforma Agraria y los juicios contra los cri­minales de guerra al servicio de la tiranía recién derrotada. Fue él uno de los dirigentes más atacados por los yanquis en una feroz campaña contra el justo fusilamiento de los torturadores y asesinos de miles de ciudadanos del pueblo.

Se le orientó viajar a La Habana para hacer una declaración pública sobre esos procesos y el 19 de enero en el Palacio Presidencial ofreció una conferencia de prensa con prue­bas fotográficas contundentes de los cementerios particulares hallados en terrenos de cuarteles y en esta­ciones de policía. Al preguntarle en esa ocasión si las actuales autorida­des no temían que agentes del régi­men anterior tomaran las armas en las montañas, respondió: “Nosotros lo hicimos apoyados en una causa justa, en la razón, en la moral. Cual­quiera que pretenda alzarse sin esas razones, sinceramente lo compade­cemos”.

Una muestra del reconocimien­to popular del papel esencial que estaba desempeñando en el en­frentamiento a los enemigos de la Revolución se produjo de forma es­pontánea en la concentración del día 21 de enero, cuando un ciuda­dano humilde exclamó a todo gri­to: “¡Fidel sacude la mata y déjale un gajo a Raúl!”.

Por esos días este último declaró: “He leído algunos escritos pidiéndo­nos apaciguamiento en la aplicación de la justicia. A estos señores les res­pondo que esta Revolución no se hizo solamente para tumbar a Batista. (…) cuando hayamos llevado a cabo una verdadera reforma agraria, un balance positivo de medidas sociales y una Cuba estructurada vertical­mente, entonces podremos decir que nuestra lucha, que nuestro sacrificio no ha sido en vano”.

Inmerso en la vorágine de acon­tecimientos tuvo tiempo para el amor, cuando el 26 de enero celebró lo que se denominó Boda Rebelde, con su compañera de luchas Vilma Espín.

Su permanencia en Santiago de Cuba cesó a comienzos de febrero al nombrarlo Fidel como Segundo Jefe de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire de la República de Cuba y Raúl pasó a encabezar esa responsabilidad cuando en ese mismo mes el Coman­dante en Jefe asumió el cargo de Pri­mer Ministro.

 

Cuando fue nombrado ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Foto: Casa Editorial Verde Olivo

En octubre se habían establecido las condiciones para reestructurar la dirección de las Fuerzas Arma­das, el día 16 se disolvió el Ministe­rio de Defensa Nacional y fue creado el Ministerio de las Fuerzas Arma­das; Revolucionarias (FAR), del cual Raúl fue designado ministro. Bajo su conducción las FAR se convirtieron en modelo de organización, prepara­ción y fortaleza, se ganaron la con­fianza absoluta del pueblo y el respe­to del enemigo.

Terminaba el año 1959 y una vez más Fidel y Raúl demostraron estar estrechamente hermanados en pen­samiento y acción.

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