Cargando...Samah Ilwan, una palestina de Gaza, madre de seis niños, declaró al reportero de la BBC: “Quiero enviar un mensaje al mundo entero y al árabe, quiero decirles que somos inocentes, que no hicimos nada malo”. La señora agita dos bidones vacíos: “Mis hijos, cinco niñas y un niño, tienen sed. Nos hemos vuelto como perros y gatos, o peor, ellos quizás encuentren refugio, nosotros no tenemos ninguno, estamos abandonados”.
El periodista quedó sin palabras, ensimismado quizás en su propio dilema. Es Adnan El-Bursh, está lejos de casa, los caminos por donde iba al encuentro con su familia han quedado intransitables. Ya no sabe si seguir trabajando o renunciar para buscarlos y llegar a Rafah, en la frontera con Egipto, hacia donde los ahuyenta Israel ahora: “Es la primera vez que me siento completamente perdido. Me han arrebatado toda la fuerza de voluntad y el control”, escribió.
Samah y Adnan han sufrido en carne propia dos meses de guerra, son sobrevivientes, aunque en cualquier momento sus nombres podrían aparecer en la creciente lista de fallecidos (unos 16 mil, el 70 % mujeres y niños) presentada ante el Consejo de Seguridad por Philippe Lazzarini, director de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA).
¿Tregua para qué?
Recientemente hubo siete días de tregua. Las partes en conflicto intercambiaron prisioneros y rehenes. También se evacuó una cantidad muy limitada de heridos y alguna ayuda humanitaria circuló entre los necesitados. Pero el rédito mayor fue para los militares.
El jefe del Estado Mayor de Israel, el teniente general Herzi Halevi, reconoció que el alto al fuego condujo a la tercera fase de la ofensiva terrestre contra Hamas y que en estos días han vivido los más intensos combates librados por sus tropas hasta el momento.
Las agencias de ayuda humanitaria y la Cruz Roja Internacional aseguran que los hospitales en Gaza están desbordados y que los suministros sanitarios se agotan.
En un primer momento, los gazatíes del norte recibieron órdenes de abandonar sus hogares y dirigirse hacia el sur, pero hoy la UNRWA ha reconocido que más del 85 % de la población ha sido desplazada de sus hogares: “Caminan durante kilómetros bajo la lluvia, con frío y sabiendo que en la Franja ningún lugar es seguro”.
Tras la reciente tregua se intensificaron las operaciones militares en el sur donde se ubicaban las supuestas zonas seguras designadas por el Ejército israelí. Funcionarios de Unicef han descrito esos espacios como “pequeñas parcelas de tierra estéril” donde no hay alimentos, refugio, medicinas ni saneamiento.
La ONU ha calificado lo que sucede en Gaza como “castigo colectivo” y “situación apocalíptica”, propicia para crímenes de guerra. En este contexto, el secretario general António Guterres invocó, por primera vez en su mandato, el artículo 99 de la Carta de las Naciones Unidas para pedir al Consejo de Seguridad que presione en busca de un alto al fuego humanitario.
“La situación se está deteriorando rápidamente hasta convertirse en una catástrofe con implicaciones potencialmente irreversibles para los palestinos en su conjunto y para la paz y la seguridad en la región. Este desenlace debe evitarse a toda costa”, dijo Guterres.
Mientras tanto, la policía israelí autorizó una marcha de la extrema derecha judía hasta la mezquita de Al Aqsa, joya del patrimonio mundial que junto a la cercana Cúpula de la Roca constituyen dos de los monumentos islámicos más antiguos del mundo.
La movilización, liderada por el grupo supremacista judío Hijos del Monte Moria, busca promover el control total de Israel sobre espacios sagrados para la cultura musulmana como son la Ciudad Vieja de Jerusalén y el Monte del Templo; así como destruir esos edificios erigidos en el siglo VII para levantar en su lugar un tercer templo judío, proyecto que los palestinos y el mundo árabe han considerado una afrenta.
No obstante los esfuerzos de terceros países y de algunas instituciones internacionales, la paz en Gaza parece lejana: Hamas no retrocede en su afán de expulsar al enemigo ocupante e Israel parece resuelto a convertir a los palestinos en el pueblo errante que ellos mismos un día fueron
