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Un hombre imprescindible

Consternada escribo estas líneas. Murió uno de los imprescindibles, un hombre que siempre será necesario, un gran cubano: el Dr. Sergio Juan Rodríguez Morales, Héroe del Trabajo de la República de Cuba, director por varias décadas del Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT).

El actual primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez,  lo calificó como científico con las botas en el fango. Es que para encontrarlo había que llegarse a los sembrados, buscarlo en pleno campo, conversando con los productores, buscando variedades, observando los sembrados, examinando proyectos…

Sergio, como le decíamos y le diremos siempre, porque seguirá inspirando y batallando, fue un hombre modesto a toda prueba, indeclinable en sus principios, gran comunicador; capaz de explicar el más controvertido y complicado estudio de alta ciencia y tecnología con la frase más sencilla sin perder rigor en lo que exponía.

Fue un investigador nato, que llevó la ciencia en la raíz de su existencia; un cubano “real y útil”,  al decir martiano, que puso su saber e inteligencia al servicio de la agricultura de su país; un profesional de intensa y prolífera obra personal, fundamentalmente en la procreación y mejoramiento de cultivos de tubérculos y raíces tropicales, en particular la yuca.

Su obra individual  le valió para obtener innumerables reconocimientos y los méritos que acumuló, entre ellos la distinción Carlos J. Finlay, varias condecoraciones de la Academia de Ciencias, así como de otras instituciones cubanas y extranjeras, pero su mayor virtud fue desarrollar las investigaciones y el proceso de vinculación del saber del colectivo que dirigió con los productores de toda Cuba.

Prefiero recordar en esta hora al investigador de reconocimientos nacionales e internacionales, al experto que representó a Cuba en la FAO, a quien con acierto dirigió el programa de producción de yuca en la República de  Venezuela, al diputado de varias legislaturas, al incansable científico que apoyó a productores e instituciones agrícolas del país, al Doctor Honoris Causa de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las  Villas, donde se graduó como ingeniero agrónomo.

Vienen a mi memoria las anécdotas del Sergio alfabetizador, las que narraba  con fluidez y pasión, pero sin dejar de reconocer que aquella epopeya fue formadora de su personalidad, al alumno eminente de la UCLV que recuerdan sus condiscípulos, al joven que participó en la zafra del 70, a  quien influyó  en la formación de estudiantes y profesores de la Facultad de Agronomía.

Pero, prefiero  evocarlo desde la respuesta que me dio el día que lo entrevisté por haber sido condecorado  con el Titulo de Héroe del Trabajo de la República de Cuba: “Me siento en el deber de no defraudar. Este estímulo me impulsa a trabajar más, a ser más fiel a la Revolución”

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