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Con Filo: Un clic seguro en nuestras vidas

Durante los diez últimos días de este mes tendrá lugar por segunda ocasión la Jornada nacional de Ciberseguridad. La utilidad de esta novedosa iniciativa va más allá de las tantas jornadas que tenemos en nuestra práctica social, a veces más como una formalidad que con un fin práctico que nos genere verdaderos beneficios.

No es el caso de esta idea que impulsan varios organismos estatales y también deberían movilizar a organizaciones profesionales y de masas, así como al sistema educacional en pleno, en todos sus niveles de enseñanza.

Porque el avance de las tecnologías de la comunicación y la informática en la sociedad contemporánea nos exige a toda la ciudadanía, desde las más tempranas edades, de un mínimo de conocimiento y destrezas para resguardarnos de los disímiles incidentes de seguridad que se asocian a su empleo.

Desde la protección física de nuestros dispositivos electrónicos ante posibles hurtos y robos, o la sustracción de nuestra información privada mediante programas malignos, hasta el sabotaje a distancia de sistemas y medios de trabajo, son incontables las vulnerabilidades o amenazas que cualquier persona debe tener en cuenta al emplear los medios digitales.

Cuando se habla del ciberespacio en no pocas ocasiones nos quedamos en las grandes palabras y conceptos como transformación digital, defensa de la soberanía o internet segura. Pero detrás de esos enunciados hay acciones sencillas, cotidianas, que cada quien ejecuta en su teléfono celular, en su Tablet o en su computadora, y que puede causarle problemas en lo individual, o a otras personas con las cuales se relaciona, e incluso a colectivos o entidades completas.

Y no solamente se trata de ataques y riesgos tecnológicos, también es preciso promover una postura crítica ante los contenidos y las formas de relacionarnos en redes y otros espacios virtuales, lo cual incluye el rechazo a modos de actuar que son abusivos o desconsiderados con nuestras amistades y contactos.

Las llamadas cadenas de mensajes que se difunden de manera viral y no aportan absolutamente nada útil a quienes las reciben; las mentiras o bulos que buscan crear confusión o disgusto, y que un análisis mínimo podría en muchos casos permitir que nos percatáramos de su falsedad; el suministro de información privada sensible a través de vías no seguras, y a sujetos de los cuales ni siquiera conocemos bien su real identidad; en fin, son diversas las conductas temerarias que se cometen en el mundo digital que pueden poner en riesgo nuestra ciberseguridad.

Por supuesto, si dañinas pueden ser esas actuaciones irresponsables o descuidadas en el plano individual, mucho mayor es el perjuicio cuando hablamos de instituciones u objetivos socioeconómicos relevantes. Al respecto, existen normas y procedimientos de seguridad informática, planes de contingencia y para actuar en caso de crisis, así como protecciones de diversa índole, en correspondencia con la naturaleza de la información que se maneja.

No obstante, también en ese ámbito es preciso incrementar la cultura de la ciberseguridad, y comprender que los recursos y tecnologías para garantizar esa protección no son un gasto superfluo u opcional, sino una inversión indispensable.

Mucho entonces hay que hablar, aprender y discutir entre el 20 y el 30 de noviembre, en esta Jornada nacional de Ciberseguridad que debe abarcar desde el hogar hasta el centro de trabajo, para que ningún fiasco nos sorprenda ni nos estropee esa experiencia cada vez más cercana y natural de dar un clic en favor de nuestras vidas.

 

 

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