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La Isla bajo la preocupación de Fidel (+ Fotos)

   
“Frente a los cambios de clima, las afectaciones al medioambiente ocasionadas por otros, las crisis económicas, las epidemias y los ciclones, nuestros recursos materiales, científicos y técnicos son cada vez más abundantes. La protección de nuestros ciudadanos ocupará siempre el primer lugar en nuestros esfuerzos. Nada tendrá prioridad sobre esto”
Fidel Castro, discurso ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, 6 de marzo de 2003

 

Especialistas en meteorología alegan que los más grandes desastres naturales que recoge la historia de Cuba han estado asociados a los ciclones tropicales.

 

Así quedó el Municipio Especial después del huracán Gustav en el 2008. Foto: Gerardo Mayet Cruz

 

La Isla de la Juventud, como segunda ínsula en tamaño del archipiélago cubano, también recoge sus mayores pérdidas económicas y sociales ante los azotes de huracanes, al ser “tocada” por cerca de tres intensos en el siglo XIX.

El almanaque marca el del ocho de junio de 1966 –el ciclón Alma–; atravesó la entonces Isla de Pinos ocasionando grandes daños, desde sus orígenes el día cuatro en América Central como tormenta tropical, hasta subir a categoría 3 a su paso por la Isla de la Juventud, donde destruyó plantaciones, granjas avícolas y una torre de radio antes de seguir su paso por las provincias Mayabeque y Artemisa.

Aquel panorama preocupó y ocupó a la dirección del país para enviar fuerza humana. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz convocó entonces a “recuperar lo perdido y avanzar mucho más”, consigna que abrazó a más de 40 000 jóvenes para venir a reconstruir el municipio especial de los estragos, quehacer que cumplieron en breve tiempo, además de impulsar su transformación, evidenciada al cabo del año, cuando Fidel dejó inaugurada aquí la primera presa de la gran revolución hidráulica.

 

Fue en ese contexto, el 12 de agosto de 1967, cuando estos columnistas pidieron al Comandante bautizar a la ínsula con el nombre de Isla de la Juventud, en sustitución del de Isla de Pinos, ante lo cual él convirtió la aspiración en reto y les dijo:

“Pero todavía no se puede llamar ‘Isla de la Juventud’ en el sentido real de la palabra. Llamémosla Isla de la Juventud cuando la juventud con su obra haya hecho algo grande, haya revolucionado… la naturaleza y pueda exhibir el fruto de su trabajo, haya revolucionado… la sociedad”.

Así se incrementó el huracán de trabajo, sin “tiempo para el descanso, llegaban patanas cargadas de cañas, las descargábamos y distribuíamos; constituía un estímulo llevarnos a Gerona por la noche, pero no a divertirnos sino a trabajar lo mismo en la reconstrucción del parque, del Coppelia, la pizzería, el restaurante El Cochinito u otras obras”, destaca María Verena González Martínez.

“En cuatro años concluimos diez embalses, carreteras, escuelas, la torre de televisión, la red hidráulica y viviendas; sembramos pasto, cítricos e hicimos de la adversidad natural acicate para avanzar mucho más, cubito a cubito sacábamos tierra de los huecos que abrían las columnas del hospital de Gerona”, prosigue.

“Esa tarea la llamaban 10 x1, o sea, cada uno debía hacer diez huecos con un metro de ancho e igual medida de largo y profundidad, luego la campaña fue 20 x1; también llenábamos bolsitas de tierra para la posterior siembra, de noche hicimos los embalajes de las toronjas; la siembra de pangola resulta inolvidable, nos sorprendían las dos o tres de la madrugada en ello”, concluye.

En multitudinario acto, el dos de agosto de 1978, presidido por el Comandante en Jefe Fidel, frente al Monumento Nacional Presidio Modelo, Raúl Roa, entonces vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, significó el especial homenaje que el cambio de nombre representaba para la juventud mundial, que por esos días celebró en Cuba su XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.

“La faz de la Isla es otra –sentenció Roa–. Su población… se ha cuadruplicado… Ya hoy la Isla es parte viva de Cuba… La vida canta por todas partes, la esperanza flamea en los corazones, el trabajo y la defensa convergen en la acción cotidiana; el espíritu internacionalista florece… con sus aulas abiertas a todos los niños y adolescentes del mundo. La juventud marcha al frente…, da el ejemplo haciendo suya la Isla…”.

 

Tres décadas después vuelve la furia

Treinta años después de aquel momento del ’78 vuelven las ráfagas a hacer de las suyas, en esta ocasión un huracán categoría cuatro –el Gustav–, era el 30 de agosto del 2008, considerado por el Dr. José Rubiera como uno de los que con más fuerza han azotado directamente a Cuba en la primera década del siglo XXI.

Sus vientos máximos eran del orden de los 230 km/h y la presión mínima de 943 hPa; su ojo comenzó a penetrar en Punta del Este aproximadamente a la 1:15 p.m., mientras la pared del ojo con sus potentes nublados densos y las lluvias intensas cubrían el extremo sudeste de la Isla. Ese propio día continuó su trayectoria hacia la provincia de Pinar del Río.

A pesar de la gran intensidad con que Gustav golpeó tanto al municipio especial como a Pinar del Río no hubo pérdidas de vidas humanas. Sin embargo, los daños materiales fueron cuantiosos, ante lo cual vuelven las miradas de la máxima dirección del Estado.

“Un golpe nuclear”, así tituló el Comandante Fidel sus Reflexiones publicadas en Cubadebate el dos de septiembre de 2008, tres días después de la devastación:

“No exagero. Es la expresión más generalizada de muchos compatriotas. Es la impresión del Jefe del Estado Mayor General de las Far, Álvaro López Miera, militar experimentado, cuando vio en la Isla de la Juventud las torres de acero retorcidas, las casas convertidas en ruinas y la destrucción por todas partes.

“Con toda franqueza me atrevo a decir que las fotos y vistas fílmicas de lo que trasmitían el domingo por la televisión nacional me recordaban la desolación que vi cuando visité Hiroshima, que fue víctima del ataque con la primera bomba atómica en agosto de 1945.

“No en balde se afirma que un huracán despliega una enorme energía, tal vez equivalente a miles de armas nucleares como aquellas que fueron lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Valdría la pena que algún físico o matemático cubano hiciera los cálculos pertinentes y lo expusiera de forma comprensible (…)”.

Vuelve la convocatoria de la máxima dirección del país: decenas manos para levantar los muros derribados, plantar árboles y alzar postes de energía eléctrica.

Hachas y motosierras troceaban árboles derribados; los tendidos eléctricos y telefónicos dañados volvían a restablecerse para devolverles el servicio a quienes quedaron sin corriente o sin comunicación. Brigadas de linieros camagüeyanos y holguineros trabajan sin límite.

Manos laboriosas recogen escombros y ramas, recuperan techos averiados y rescatan del surco aquellas producciones que se pueden aprovechar; el mayor golpe fue en la agricultura en las áreas de plátano y otros cultivos como el boniato y la yuca.

Alrededor de 25 000 viviendas fueron afectadas. Se crece la Isla, cambia por día el panorama, un huracán humano devuelve la vida a los pineros, aparecen la luz, la alegría, late la segunda ínsula en tamaño del archipiélago cubano, late el corazón del Comandante en Jefe.

 

La afectación de huracanes a la Isla de la Juventud ha ocurrido históricamente en los meses comprendidos dentro de la temporada ciclónica (junio a noviembre), con mayor frecuencia en octubre, seguido de septiembre y agosto, trimestre que acumula el 89por ciento de los casos.

El período comprendido entre 2001 y 2008 está marcado como el de mayores pérdidas económicas que se haya podido documentar por afectación de huracanes. Los daños causados por el huracán Gustav el 30 de agosto de 2008, categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, constituyen la mayor catástrofe en la historia de la Isla. Otros desastres provocados por huracanes intensos durante los últimos 100 años fueron los ocurridos en 1917, 1926 y 1944.

Los sectores productivos y de servicios más vulnerables a los fenómenos meteorológicos peligrosos asociados a estos son: vivienda, agricultura, ganadería, apicultura, redes eléctricas y de comunicaciones, transporte marítimo y terrestre, forestal y turismo en Cayo Largo del Sur; así como los ecosistemas marinos y costeros.

 

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