La Universidad Popular José Martí a 100 años de su creación

La Universidad Popular José Martí a 100 años de su creación

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El año 1923 tiene una gran importancia en la Historia de Cuba. La Protesta de los Trece del 18 de marzo realizada por jóvenes intelectuales, el Primer Congreso Nacional de Mujeres de abril, ―el primero en América Latina―, son hechos de gran relevancia. También el 18 de marzo se fundó la Agrupación Comunista de La Habana y, dentro de ese contexto, se ubican las acciones del movimiento estudiantil, con el Primer Congreso Nacional de Estudiantes entre el 15 y el 20 de octubre y, como resultado del mismo, la fundación de la Universidad Popular José Martí el 3 de noviembre. Bajo el liderazgo de Julio Antonio Mella, la vanguardia de esos estudiantes asumía posiciones francamente revolucionarias, en medio de contradicciones con distintas tendencias en su seno.

 

En 1922 se había fundado la revista Alma Mater y en diciembre la FEU, que encabezó la lucha por la reforma universitaria; pero pronto el joven Julio Antonio Mella comprendió que se necesitaba más que una reforma: había que hacer una revolución social. En ese marco se produjo la convocatoria al Primer Congreso Nacional de Estudiantes.

La reunión estudiantil incluyó delegados universitarios y de enseñanza secundaria, donde había representantes de escuelas privadas, para un total de 128 delegados. El lema del Congreso fue: “Todo tiempo futuro tiene que ser mejor”. La heterogeneidad de su membresía exigió que se guiaran las discusiones con mucha inteligencia, lo que posibilitó alcanzar acuerdos progresistas, algunos muy revolucionarios. Entre ellos estuvieron: la creación de una Cátedra de Historia Patria en las enseñanzas secundaria y universitaria, la organización de una intensa campaña contra el analfabetismo, el reconocimiento de la Rusia soviética, y también se pronunciaron por la unidad latinoamericana, contrarios a todos los imperialismos y especialmente contra la intromisión del imperialismo yanqui en los asuntos internos de Cuba, contrarios a la Enmienda Platt, a la doctrina Monroe y el panamericanismo y contra el capitalismo universal. A propuesta de Mella, se acordó denominar la reunión “Primer Congreso Nacional Revolucionario de Estudiantes”.[1]

Entre los aspectos más importantes del cónclave estuvo la aprobación, por aclamación, de la “Declaración de Derechos y Deberes del Estudiante”, donde el primer deber era: “divulgar sus conocimientos entre la Sociedad, principalmente entre el proletariado manual (…), debiendo así hermanarse los hombres del Trabajo, para fomentar una nueva sociedad, libre de parásitos y tiranos, donde nadie viva sino en virtud del propio esfuerzo.”  Por tanto, este acuerdo fue la base para la creación de la Universidad Popular que llevaría el nombre de Martí, lo que estaba en concordancia con el contexto latinoamericano de la época.

La fundación se realizó en el Aula Magna de la Universidad habanera, donde comenzó sus sesiones el día 20 de ese mes, aunque debió desplazarse a otros espacios por oposiciones internas a esa labor, como el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, y después a locales de sindicatos y centros obreros, hasta su prohibición definitiva en 1927. Esta institución molestaba a los grupos de poder que la acusaban de ser un foco peligroso de propaganda comunista. No es casual la coincidencia de la clausura con el proceso para la prórroga de poderes de Gerardo Machado y el nacimiento del Directorio Estudiantil Universitario contra la Prórroga de Poderes, que proclamó a Mella su presidente de honor.

En sus años de existencia, la Universidad Popular tuvo filiales en espacios del Cerro, San Antonio de los Baños, distintos sindicatos obreros, el Centro Obrero de Zulueta #37 y el Palacio de los Torcedores, bajo una persecución constante. Como apoyo a esa Universidad Popular, se creó en febrero de 1924 el Ateneo Universitario, que asumió también el nombre de José Martí, y tuvo el lema: “Crear hombres cultos con ideología renovadora”.[2] En su inauguración, Mella expuso la situación de Cuba y su subordinación a los Estados Unidos, los problemas sociales y la lucha que se emprendía por los sectores populares.

La Universidad Popular tuvo sus Estatutos, que establecían dos principios fundamentales: “el antidogmatismo científico, pedagógico y político y la justicia social”, y aclaraban que “sus clases y métodos variarán según nuevas necesidades y recursos nuevos lo exijan y permitan hacer su labor más fecunda y amplia.” De manera que era un proyecto flexible que debía adaptarse a las circunstancias. También se planteaba el propósito de “formar en la clase obrera de Cuba y en cuantos acudan a sus aulas, una mentalidad culta, completamente nueva y revolucionaria.” De acuerdo con los Estatutos, habría cuatro sectores: analfabetos y de escuelas nacionales, segunda enseñanza, estudios generales y conferencias, lo que le permitía llegar a una amplia masa de obreros. La institución debía inscribirse de manera oficial, lo que se hizo por José Z. Tallet y Rubén Martínez Villena como presidente y secretario respectivamente, ya que el nivel de persecución a Mella hubiera sido un peligro para este empeño.[3]

La impartición de las clases estuvo a cargo de un grupo importante de estudiantes, profesionales y algún docente universitario, entre los cuales estaban Mella, Jaime Suárez Murias, Eusebio Adolfo Hernández, Alfonso Bernal del Riesgo, Sarah Pascual, y jóvenes que se reunían en el llamado “Grupo minorista” como Martínez Villena, Tallet, José Antonio Fernández de Castro, y algunos pocos profesores universitarios como Eusebio Hernández o recién graduados, que es el caso de Gustavo Aldereguía. También se reconoció el apoyo de intelectuales de prestigio como Emilio Roig de Leuchsenring, Luis A. Baralt, Arturo Montori, Alfredo Aguayo y el propio Hernández. En el caso de Mella, él asumía Historia de la humanidad y de Cuba y luego incorporó otras materias como Legislación obrera.

Raúl Roa, quien era entonces estudiante, consideró que esa “escuela de revolucionarios”, al decir de Mella, “sería, durante cuatro años, uno de los pilares del frente ideológico de lucha contra el imperialismo, la reacción, el reformismo y el anarcosindicalismo. Sus profesores, mayormente intelectuales y estudiantes, enseñan lo que saben a los obreros asistentes y aprenden, de éstos, los problemas reales del proletariado y la forma directa y clara de encararlos.” Roa describió algunas de las sesiones, que “se desbordaban cuando Mella o Rubén ocupaban la tribuna”. Según Roa, Sarah Pascual era la recitadora oficial y uno de sus números favoritos era “Sangre roja” del mexicano Carlos Gutiérrez Cruz, pero sus “broches de fuego” eran  “Yugo y estrella” de Martí y “Exhortación al iconoclasta” de Tallet.[4]

Mella siguió siempre de cerca las labores de la Universidad Popular, la que llamaba “la hija querida de mis sueños”, aun cuando se vio obligado a salir hacia el exilio en 1926. En el artículo “A los alumnos de la Universidad Popular y el Pueblo de Cuba”, del 3 de agosto de 1924, saludaba el primer año de vida de la institución que, decía, marchaba “en sentido de la renovación”, pues no podía estancarse, planteó las dificultades que enfrentaron, llamó a los obreros a formarse bajo esa bandera, así como a intelectuales y estudiantes a sumarse, y proclamó: “La cultura es la única emancipación Verdadera y Definitiva.”[5]

En medio de múltiples dificultades y la persecución a esta obra, la Universidad Popular mantuvo su labor en los distintos espacios por donde transitó, al tiempo que sus dirigentes la insertaban en las luchas populares con llamados y manifiestos ante atropellos y otros acontecimientos que afectaban a la clase obrera o al país en general.

En marzo de 1926, desde su exilio mexicano, Mella dirigió un “Mensaje a los compañeros de la Universidad Popular” donde decía: “Un antiguo profesor de la Universidad Popular, y miembro fundador de esa institución, quiere estar entre vosotros una noche más, una noche más de esas noches de lucha. (…).” Decía que: “Allá o aquí soy el mismo soldado de un mismo ejército.” Y exhortaba a seguir adelante pues, decía, toda gran obra ha costado muchos sacrificios. Afirmaba entonces: “Vosotros debéis constituir la vanguardia inteligente del proletariado.” Mella insistía en la necesidad de saber, del conocimiento para encabezar la revolución social que era el objetivo máximo.[6]

Rubén Martínez Villena, invitado por Mella a formar parte de su profesorado, tuvo un papel relevante en esa Universidad. En la Sociedad de Torcedores, Mella lo presentó a los alumnos, quienes lo ovacionaron al término de la primera clase. Villena desplegó un intenso trabajo en esa entidad, en lo que se insertó la ampliación de su impacto por solicitud de los propios obreros, como ocurrió en un viaje a Regla cuando le pidieron que extendiera las actividades a Regla y Casablanca, tarea que encargó a Roa quien, a partir de entonces, iba todas las semanas en la lanchita a cumplir ese cometido, que alternaba con sus clases “de doctrinas sociales en la Federación Obrera de Bahía y en el Sindicato de Motoristas y Conductores.”[7]

En ocasión del cierre de la Universidad Popular, Mella redactó “El cuarto aniversario de la Universidad Popular «José Martí»”, donde la califica de “una entidad que ha hecho más por la verdadera cultura en Cuba que muchos centros oficiales” y evaluó su clausura: “El hecho de haber sido declarada ilegal por un fantástico y ridículo proceso judicial acusándola de ser una institución para organizar la insurrección y cambiar el orden existente, indica que su acción estaba dando grandes resultados.” En su opinión, eso evidenciaba que “la enseñanza de la Universidad Popular José Martí ha insurreccionado a más de una conciencia dormida y domesticada” contra “el despotismo político, contra la injusticia económica, contra la dominación extranjera, contra el «valor» de la ignorancia.” Por tanto, a partir de esta apreciación, consideraba que esa entidad “ha cumplido una función social.”[8]

La Universidad Popular José Martí fue una de las acciones relevantes de aquellos años que preludiaron el proceso revolucionario de los treinta y fue un ejemplo para el futuro.

 

[1] Ver: Comisión Nacional Cubana de la UNESCO: Julio Antonio Mella. Documentos para su vida. La Habana, 1964
[2] Ana Cairo: Mella 100 años. Editorial Oriente, Ediciones La Memoria; Santiago de Cuba, La Habana, 2002, T 2, p. 381.
[3] Raúl Roa: El fuego de la semilla en el surco. Editorial de Letras Cubanas, La Habana, m 982, p. 148.
[4] Ídem., p. 117.
[5] Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la Revolución Socialista de Cuba (IHMCRSC): Mella. Documentos y artículos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 100-101.
[6] Ídem, pp. 227-231.
[7] Roa. Ob. cit., p. 186.,
[8] IHMCRSC. Ob. Cit., pp. 326-328.

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