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El abrazo de “LA CHIQUI” y “EL GRANDE”

Santiago de Chile.-  El grito de Yusneylis Guzmán era de victoria. Se estiró la licra y lloraba de felicidad. “La Chiqui”, como todos la conocen, festejaba a su manera el primer título de la lucha femenina en estos XIX Juegos Panamericanos. Desde las gradas “El Grande” Mijaín López fue el primero en saludarla de una manera especial. La alzó como una pluma (50 kilogramos) y le dio un abrazo dorado entre llantos y sonrisas.

Foto: Roberto Morejón

Por supuesto, la historia comenzó desde antes, desde las peleas en la ronda eliminatoria, cuando ella escuchaba a sus entrenadores desde la esquina, pero también al vozarrón del cuatro veces campeón olímpico, quien no dejó de aconsejarla en cada acción y se declaró seguidor de su esfuerzo, “que le tocaba ser recompensado”.

Tanta era la seguridad que “La Chiqui” tuvo una competencia perfecta en sus primeras cuatro salidas, en las cuales superó a la brasileña Thalia Oliveira (10-0), a la panameña Yorlenis Morán por igual pizarra, a la colombiana Mariana Rojas (5-0) y a la estadounidense Erin Golston, también 10-0. Su rival de la final, la ecuatoriana Jacqueline Mollacana, apenas le sacó dos puntos, pero sin poner en riesgo la victoria de la antillana (5-2).

Pero volvamos al abrazo. “El Grande” sonreía y le decía bajito para que todos oyéramos: “te lo dije, con inteligencia también se gana en la lucha”. “La Chiqui” se apretaba a su cuello y era inmortalizada con un aplauso del público chileno, maravillado con un gesto como este del mejor luchador del planeta en el siglo XXI.

Más relajada, aunque todavía inyectada de orgullo por ser la tercera luchadora cubana que alcanza un título a este nivel en Juegos Panamericanos (los dos anteriores fueron en Guadalajara 2011), la joven de 27 años se mostró complacida con superar la plata de Lima 2019. “Esa espina me la saqué y ahora a pensar en los Juegos Olímpicos de París 2024”.

Elogiosa con el apoyo de todos, en especial de su entrenador Filiberto Delgado, no pudo evitar la pregunta que ya inmortalizaba una foto. “A Mijaín lo escuchaba, a pesar de la bulla y la concentración que tenía. Le debo mucho a él y a Frank Luis Marén porque en cada momento de mi carrera que no he podido llegar no han dejado de alentarme”.

Ese abrazo de “La Chiqui” y “El Grande” clasifica como uno de esos momentos hermosos que no van los libros ni las memorias de los Juegos. Pero quedan en quienes pudimos ser testigos para contarlo como si estas letras pudieran abrazarlos a ellos.

 

 

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