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Con Filo: El susto de Halloween

Un incidente de mal gusto e insensibilidad humana y política en el contexto de la importada celebración de la Noche de Brujas o Halloween en nuestro país ocurrió este fin de semana y ha tenido amplia repercusión en las redes sociales de Internet.

Pero el análisis que proponemos va más allá de los repudiables hechos puntuales que ya en dos ocasiones han movilizado a la opinión pública por el uso inaceptable de disfraces y símbolos contrarios a nuestros valores y creencias más profundas.

Porque tampoco es la primera vez que ese festejo asimilado desde hace pocos años por parte de nuestra sociedad, sobre todo entre la juventud, provoca polémicas y posicionamientos extremos entre quienes se escandalizan al atribuirle implicaciones culturales muy severas y quienes lo exaltan o justifican como un símbolo de la modernidad global ante el cual hay que rendirse obligatoriamente.

Esta lucha entre tradiciones autóctonas e influencias foráneas tampoco es exclusiva de Cuba. En México, por ejemplo, Halloween compite con el muy arraigado Día de Muertos, muy próximos ambos en fechas, y también se producen debates sociales enconados sobre la significación ideológica de esa presunta “contaminación” cultural, así como determinadas resistencias organizadas y conscientes ante ese fenómeno.

En este punto es imprescindible advertir que detrás de muchas de estas influencias que pretenden internacionalizar simbologías y costumbres siempre está el móvil del mercado de la industria cultural y el estímulo a los consumos asociados con tales acontecimientos.

Al capital le resulta absolutamente indiferente si en octubre se usan disfraces de personajes terroríficos; adornos navideños en diciembre, o en febrero corazones de San Valentín, por solo poner tres ejemplos. Su problema y aspiración solo es uno: vender.

Hacernos creer que hay un coincidente entusiasmo mundial por la misma inocente diversión que impone esos consumos en buena parte del planeta es solo parte del juego de truco o trato que nos ofrece el sistema capitalista cuando toca a nuestras puertas disfrazado de simple entretenimiento.

No sin razón en estos días de alarmas “halloweenescas” ha habido ya reflexiones en Cuba,  también entre jóvenes, que han censurado el debilitamiento a la falta de alternativas nacionales que aporten un imaginario similar en el terreno lúdico y de las motivaciones.

El manejo más inteligente quizás de estas tensiones culturales e ideológicas, que devienen no pocas veces también en manipulaciones y posicionamientos políticos, podría ser entonces una especie de coexistencia pacífica con el fenómeno, pero que implique también una discusión pública y comprensión crítica de su origen.

Paralelamente, en respuesta a esa avalancha colonizadora nada ingenua, ligada a intereses económicos y de dominio cultural, habría que desplegar la creatividad suficiente para reorientar esos códigos externos hacia el enriquecimiento y fomento de valores propios, lo cual puede parecer difícil, pero no es imposible.

La cultura cubana, ajiaco de influencias a lo largo de siglos, es suficientemente fuerte para no dejarse asustar por Halloween, y ganarle la partida, si nos lo proponemos, al embrujo consumista, y a veces desalmado, de una noche de octubre.

 

 

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