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“Nuestra historia ya no puede escribirse sin mencionar al Ballet Nacional de Cuba” (+video)

Son días intensos para la primera bailarina y directora Viengsay Valdés. El Ballet Nacional de Cuba (BNC), la compañía que dirige, patrimonio cultural de la nación, está celebrando 75 años de historia con una temporada en la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, que concluirá justamente el 28 de octubre, cuando se cumpla el aniversario de la fundación. Se suceden los homenajes de organizaciones e instituciones de la sociedad cubana. Y además hay clases y ensayos que es preciso tomar, pues la directora de la agrupación no ha abandonado su carrera como intérprete.

 

En la temporada de la compañía en el Teatro Nacional de Cuba se han presentado clásicos de la coreografía cubana, como Dionaea, de Gustavo Herrera. Según la directora de la agrupación, la pretensión es enriquecer ese repertorio con obras contemporáneas, sin olvidar la responsabilidad con los títulos más emblemáticos del ballet universal. Foto: Del autor

 

En medio de una agenda tan cargada, Valdés ha encontrado tiempo para conceder una entrevista a Trabajadores en su oficina de la sede del BNC.

¿Cómo mantiene el BNC el legado de sus fundadores y las esencias de la escuela cubana de ballet?

Hemos tratado de desempolvar magníficas obras del repertorio de la compañía que hace mucho no se bailaban. Hemos continuado haciendo numerosos intentos por enriquecer ese repertorio, con creaciones de los más diversos estilos y de gran calidad.

 

“Renunciar a la existencia del Ballet Nacional de Cuba sería como abandonar la esencia cultural propia de nuestro patrimonio, una clave para comprender y admirar a nuestro pueblo”, afirma Viengsay Valdés. Foto: Maykel Espinosa Rodríguez

 

Mantenemos los Festivales Internacionales de Ballet de La Habana y los vínculos con diferentes compañías en el mundo y otras instituciones.

Retomamos las funciones de ballet más allá de la capital y la escuela. Es que seguimos deseosos de rescatar la conexión con el pueblo de Cuba en general, que iniciaron los fundadores.

Hemos vuelto a actuar en varias provincias del país y continuaremos programando giras nacionales a pesar de las actuales carencias materiales.

Por otra parte, insistimos en el respeto a las versiones coreográficas, con especial cuidado en las adaptaciones de los clásicos de Alicia Alonso, cuya excelencia técnica, interpretativa y estilística quedó impregnada en sus propuestas.

¿Hasta qué punto es posible abrirse a nuevas maneras de asumir la danza sin abandonar la responsabilidad de preservar el repertorio clásico?

Hacerlo no sería nada nuevo para una compañía de ballet. Por ejemplo, desde hace años la Ópera de París baila tanto a Mats Ek, Angelin Preljocaj y Alexander Ekman como a Nureyev, Pierre Lacotte y otros muchos más antiguos; el Royal Ballet interpreta a Wayne McGregor, Crystal Pite y las creaciones de Makárova, Ashton y MacMillan; el Bolshói, igualmente…

Se trata de hallar un equilibrio entre las producciones históricas y las piezas nuevas, de una concepción plenamente contemporánea.

Hace tiempo se le criticaba al BNC por vivir estancado en un estilo clásico, sin salirse prácticamente de esa pauta —la prensa internacional lo señalaba siempre como una debilidad—, mientras que otras compañías desarrollaban a sus artistas en una diversidad de estilos.

Yo misma choqué con esta realidad más de una vez, cuando recibía numerosas invitaciones a galas y festivales internacionales. Analizaba los programas, y la única bailarina que bailaba dos pas de deux clásicos era yo, los demás se inscribían con un clásico y un contemporáneo o un neoclásico.

Ya era hora de que el BNC se abriera a nuevas maneras de asumir la danza, sin abandonar la responsabilidad de preservar el repertorio clásico, como tampoco lo han dejado de hacer otras compañías, cada una con su sello, sus coreógrafos, sus estilos.
Tenemos nuestra propia identidad, que es nuestro orgullo, pero la evolución es natural en el ser humano, y en el caso del bailarín su aspiración es diversificar sus capacidades tanto en roles clásicos como contemporáneos.

El legado de los fundadores está a salvo. La obra fundacional de Alicia, Alberto y Fernando Alonso se multiplica en el trabajo de las nuevas generaciones. En la imagen, la prima ballerina assoluta del Ballet Nacional de Cuba en su mítica interpretación de Giselle. Foto: Colección del Museo Nacional de la Danza

En medio de las actuales dificultades ¿por qué habría que defender la existencia en Cuba de una compañía como el Ballet Nacional?
Porque el ballet cubano es expresión de la cultura cubana, del modo de moverse propia del cubano, de las características de este pueblo mestizo, sus pasiones e idiosincrasia.

Porque Alicia, Fernando y Alberto Alonso imprimieron todo eso y más a este maravilloso proyecto, y lo impregnaron por igual en la enseñanza y la creación coreográfica.

Cuba tiene en esta compañía un privilegio, pues es uno de los grandes exponentes de su cultura. Su reconocimiento internacional ha traído aquí a muchos de los más grandes exponentes de la danza mundial.

Nuestra historia ya no puede escribirse sin mencionar esta compañía, sus fundadores y generaciones de grandes artistas y maestros, que han sido y siguen siendo referentes más allá de nuestras fronteras.

Renunciar a la existencia del BNC sería como abandonar la esencia cultural propia de nuestro patrimonio, una clave para comprender y admirar a nuestro pueblo.

Tampoco podemos obviar los grandes desafíos que enfrentamos: seguir formando a la nueva generación de jóvenes bailarines, inculcarles sentido de pertenencia y compromiso con el legado de sus fundadores.

Es tomar conciencia de la responsabilidad que debemos asumir todos. Responsabilidad y orgullo.

 

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