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Voleibol cubano: una de cal y otra de arena.

La sed de voleibol cubano no empezó con la primera corona de las Espectaculares Morenas del Caribe en 1978. Tampoco con aquella medalla de bronce olímpica de la selección masculina en Montreal 1976. La fuerza por rematar, la inteligencia para bloquear y la magia del pase y la defensa van en nuestros genes desde siempre.

Esos resultados solo despertaron con luces todo ese talento, fruto del trabajo de nuestros entrenadores. Luego vendrían tres títulos olímpicos de una nueva generación de Morenas del Caribe (1992, 1996 y 2000), el título varonil en la Liga Mundial de 1998, así como innumerables doradas centroamericanas, panamericanas y en cuanto torneo se organizaba.

Pero el siglo XXI cambió a Cuba, al deporte y al mundo. Ya lo sabemos de sobra y el voleibol no escapó. Poco a poco nuestros robustos conjuntos nacionales cedieron presión ante la salida de jugadores para contratos profesionales, y aunque fue uno de los deportes más rápidos en actuar para detener el éxodo, el daño fue brutal por algunos años.

Y las mujeres jamás han vuelto a ser las mismas desde aquella corona continental en Río de Janeiro 2007 y los hombres se han reagrupado una y otra vez, pero el fijador de premios ha sido intermitente.

Por eso este domingo, cuando el boleto olímpico se olía en la cocina del Maracanãzinho, volvimos a poner platos y cubiertos sobre la mesa, pero no dependía de nuestra sazón y ahí mismo quedamos fuera de Paris 2024, al menos de manera directa. Italia sucumbió ante Brasil y nos cortó los sueños, a pesar de cinco victorias y dos reveses en la lid.

Sin embargo, esta formación nos enseñó, una vez más, que tiene credenciales individuales y colectivas para ese empeño olímpico tras ganarle al campeón mundial (Italia) y disputar de tú por tú con los siempre incómodos brasileños.

Su mayor herida no estriba hoy en dominar a la perfección el ABC del deporte, sino en evitar los vaivenes de rendimientos, que a ratos hace lucirlos invencibles y casi al mismo tiempo, los hace cometer errores increíbles de principiantes.

Es cierto que el pasador Thondike ha mejorado considerablemente, pero dista mucho de lo que se necesita para no bajar de la élite mundial. Nuestro atacador cruzado Jesús Herrera es un león con sus remates, pero le falta constancia. Los auxiliares Marlon Yant y Miguel Ángel López son estrellas en sus clubes profesionales, pero a la hora de verdad siempre nos dejan con deudas en el equipo nacional. Los centrales (sin el gran Roberlandy Simón) van creciendo como vimos ahora a Javier Concepción, mientras José Massó y Roamy Alonso cumplieron sus roles a nivel medio.

No obstante, la impresión general sobre la cancha de esos titulares y los jugadores de cambio fue positiva. Solo que dejar siempre en manos de otros la posibilidad que tuvimos net por medio pasa factura.

Ahora la esperanza de regresar a los Juegos Olímpicos y ser el único equipo cubano en esa lid queda por la ubicación en el ranking mundial cuando termine el plazo determinado. ¿Es posible? Sí, aunque tendremos que destronar a algunos de los países que están delante de nosotros. Estamos en el puesto 11 y hay cinco por delante que no tienen todavía boletos olímpicos.

Finalmente, esta versión del equipo masculino que vimos en el preolímpico no será ni remotamente la que saldrá en los venideros Juegos Panamericanos, pues los clubes profesionales de Europa no accedieron a nuestro reclamo, pues del 15 de mayo al 15 de octubre ellos los ceden a las respectivas Federaciones Nacionales, tal y como tienen estipulado con la Federación Internacional del deporte. Fuera de esa fecha, como ocurre ahora para Santiago de Chile, no hay chance. Solo entre 5 y 6 nombres repetirán, según informaron recientemente a la prensa.

Son efectos colaterales de la contratación de deportistas (así pasa con Despaigne en el béisbol también) y que no estamos quizás acostumbrados, pero es parejo para todos. De ahí la importancia de seguir desarrollando a las jóvenes figuras. El voleibol cubano, especialmente en la rama masculina, tiene recuerdos eternos, podios increíbles y rostros conocidos para su pueblo y el mundo. Solo le resta pulir detalles y no ahogarnos más el grito de emoción.

Esta generación lo sabe. Quizás para mañana, sea tarde.

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