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Brindis por mi hermano El Bizco: Salutación fraterna a Jorge Oliver Medina

Le decíamos El Bizco, cariñosa e incomprensiblemente, porque no tenía ni asomo de esa anomalía. Éramos un piquete de creadores veinteañeros y en esa etapa de la vida suceden tales cosas. Éramos un grupo de imberbes soñadores con hacer historietas para niños, agrupados en el Departamento Artístico del semanario Pionero, algunos dentro de la plantilla de la publicación y otros que sin pertenecer a ella estaban siempre junto a nosotros, con los mismos sueños, como Juan Padrón y El Bizco: Jorge Oliver Medina.

Oliver (a la izquierda en la imagen) junto a Juan Padrón, en una de sus innumerables sesiones de trabajo compartidas. | Foto: Cubadebate

Y aunque teníamos en el colectivo nuestros maestros, que nos aventajaban algo en edad y mucho en experiencia, aquellos dos locos fascinantes se convirtieron enseguida en los líderes naturales de aquella cofradía, tanto para los novicios como para los veteranos.

Al Bizco lo conocí de verde olivo: Así iba a Pionero. Se desempeñaba por entonces en labores de propaganda gráfica en la DAAFAR, y muchas veces sus anécdotas de la vida en campaña matizaban aquellos encuentros, en los que afloraba la singularidad de su ingenio creativo, su talento organizador y su propensión naturalísima al chiste y al más hilarante disparate.

Uno de sus dibujos humorísticos, de un área temática menos conocida en su obra: la de crítica social. Foto: Cubadebate

Después, ya de vuelta a la vida civil, le fue encomendada por la Organización de Pioneros la dirección de su equipo de propaganda nacional, y entre ese colectivo y el de Pionero se conformó una cofradía mayor, que entre muchas locuras de alto beneficio espiritual fue una suerte de retaguardia creativa y voluntaria para respaldar a Juan Padrón en las apariciones cinematográficas de su Elpidio Valdés. Más sobre esto puede hallar el lector interesado en mi comentario …Pero el genio era Juan.

Habíamos crecido. Y el íntimo mote de El Bizco quedó guardado en las arcas memoriosas del cariño.

Es por esa época que Jorge Oliver realizó el estelar descubrimiento de la Isla del Coco y su Capitán Plin, para deleite de todos los pioneros y los que no lo éramos. Claro, el gato verde nació primero —incluso antes de vestir de capa roja y portar espada— y la isla después, como explicaría Oliver muchas veces. Como muchas veces tuvo que responder a la pregunta de por qué el felino era de ese color: “Porque todos los gatos son verdes” o “porque es un gato loco, por eso es verde”. Y los niños aceptaban riendo tales definiciones, porque ya sabemos que los niños son capaces de asimilar los más recónditos misterios.

Su saga más conocida, el Capitán Plin en la Isla del Coco. Foto: Claustrofobias

Fue el director fundador de la revista Zunzún, y a ella imprimió un sello inmarcesible. Años después le fueron encargadas otras responsabilidades, no precisamente en la creación destinada a los niños, primero como director de El caimán barbudo, después con altas funciones de dirección en Juventud Rebelde y en la Televisión Cubana. Más recientemente lo veíamos en el interesantísimo espacio televisivo Cuadro a cuadro. Pero nunca declinó su quehacer para los pioneros. Estuviera donde estuviera, hiciera lo que hiciera, Jorge Oliver era —y es— un artista para los niños.

Jorge Oliver Medina Foto: Claustrofobias

Ahora que entró a la vida eterna, no puedo verlo de otro modo que no sea como al principio, y levanto a su salud mi copa de octosílabos:

Bizco, mi hermano, perdona
si interrumpo un dibujito
de tu frente. Necesito
que vengas a la casona
donde soñamos. Entona
nuestra canción poco a poco.
Aquí está tu Gato Loco
pidiéndole al Mago Ahmed
que exorcice una pared.
Te espero en la Isla del Coco.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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