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Presencia de Martí en Fidel

Es bastante conocido que Fidel expresó, cuando los sucesos del 26 de julio de 1953, que el autor intelectual de aquellos hechos era José Martí, así como que textos martianos fueron citados con frecuencia por el líder revolucionario; pero no siempre reparamos en cuáles textos o ideas fueron las más asumidas en las distintas épocas y circunstancias. Para acercarnos a este asunto, sería pertinente comenzar por los tiempos estudiantiles en los predios de la Universidad de La Habana donde, como el propio Fidel reconoció el 4 de septiembre de 1995 en ocasión de los 50 años de su ingreso a la Colina, se hizo revolucionario, martiano y socialista. Algunos hechos de entonces nos pueden dar pistas de ese acercamiento al Apóstol.

En tiempos del estudiante Fidel Castro, se produjo la profanación de la estatua de Martí en el Parque Central de La Habana -el 11 de marzo de 1949- por un grupo de marines yanquis, entonces los estudiantes del alto centro docente estuvieron a la vanguardia en las protestas que aquel hecho provocó, para lo cual una comisión se encargó de presentar su posición a la prensa, en la que exigían el castigo a los culpables, y de movilizar a la opinión pública durante una semana para rendir tributo de desagravio a Martí. Ahí estaba el joven estudiante de Derecho Fidel Castro, acompañando a quienes asumieron esa vanguardia. Después de graduado, en septiembre de 1950, Fidel matriculó un grupo de asignaturas para obtener el doctorado en Ciencias Sociales, ocasión en que debió enfrentar acusaciones de querer mantenerse en la Universidad para ser presidente de la FEU, a lo que respondió en carta enviada a la revista Carteles. En la misiva expuso sus principios de haberse opuesto siempre a los que deseaban ser “eternos líderes” estudiantiles y expresó una sentencia: “Si la deshonra es el castigo de los que claudican, sea, pues, la honra el precio merecido de los que han sabido ser honrados.”[1] Aquí puede apreciarse, en la forma y el contenido, la convicción martiana de cumplimiento del deber y sentido del honor.

A lo largo de su lucha revolucionaria, Fidel siguió aprendiendo en los textos del Apóstol, como puede comprobarse en las marcas que hizo durante sus lecturas en presidio a las Obras Completas de Martí. Ese texto estuvo entre los que leyó con más constancia. Por otra parte, en sus expresiones a raíz de los sucesos del Moncada, en especial durante el juicio que se le siguió, Martí fue la mayor fuente de análisis y proyección, tanto para exponer las razones de aquel hecho como para presentar las bases programática de la revolución que se proponían desarrollar. Justo en aquella coyuntura, según narró en su alegato, ante el intento de utilizar una certificación médica para alejarlo de la sala del tribunal, recordó a Martí al decir que: “Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército” o cuando le prohibieron acceder a los libros de Martí, que expresó “traigo en el corazón las doctrinas del Maestro”, lo que demostró en su propio discurso, conocido como “la Historia me absolverá”. Entre las referencias textuales que entonces hizo, destaca como en el proyecto de reforma integral de la enseñanza, vuelve al Apóstol para recordar que “El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos” y que “Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre.” Estas referencias se continuaron con el comentario de que algunos podían llamarlo soñador, a lo que respondió con Martí: “El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ese es (…) el único hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está al lado del deber.” En ese momento, Fidel sentía que estaba cumpliendo con su deber en correspondencia con el concepto martiano.

A lo largo de los años de labor revolucionaria, Fidel volvió siempre a Martí, no solo para citarlo, sino como expresión de su asunción de los principios y valores martianos. La recurrencia a la idea de que: “El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber” puede parecer una reiteración, pero no era mucho más que una simple cita, pues cuando se estudia la actuación del líder Fidel Castro, puede apreciarse ese sentido de vida. La insistencia en ese principio es notable, especialmente en momentos decisivos como los días de abril de 1961, cuando Cuba enfrentaba la invasión de tropas mercenarias organizadas por Estados Unidos, o cuando analizó las circunstancias que llevaron al llamado Período Especial en tiempo de paz y otros muchos momentos en los que siempre estuvo al frente, cumpliendo con el deber; lo que incluye su intervención del 17 de abril de 2005, ante dirigentes del Estado, el Partido y la Unión de Jóvenes Comunistas, al referirse a los planes del enemigo, cuando afirmó: “Nuestro deber siempre es prever y prever y no darles ni un chancecito (…).” Esto se enlaza con la concepción martiana de las características que debía tener un dirigente, pues la previsión tenía que ser fundamental para enfrentar los problemas que tenía por delante. Ello formaba parte del cumplimiento del deber.

La concepción de la lucha entonces fue parte también del pensamiento martiano, para quien “la guerra es un procedimiento político” y que “El cambio de mera forma no merecería el sacrificio a que nos aprestamos”, así fue la concepción fidelista: no se trataba solo de hacer una guerra para eliminar la dictadura batistiana, sino de promover el cambio necesario en la sociedad, el que se planteó en sus líneas generales en La Historia me absolverá” y otros documentos programáticos.

Entre los textos martianos más citados por Fidel se encuentran los primeros párrafos de la carta inconclusa a Manuel Mercado, escrita el 18 de mayo de 1895. La Segunda Declaración de La Habana del 4 de febrero de 1962 comienza con esos párrafos, que también están mucho después en el discurso de condecoración a Hugo Chávez con la Orden Carlos Manuel de Céspedes en 2004 y en otros momentos, de manera que es una base clara de la posición antimperialista y la acción correspondiente. Es útil recordar la parte de esa carta, escrita por Martí el día antes de caer en combate, citada por Fidel en ese documento:

Ya puedo escribir… ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber… de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso… Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos, más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia. Viví en el monstruo y le conozco sus entrañas; y mi honda es la de David.”

Una referencia también importante es: “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”, así como “la patria es ara y no pedestal”, lo que estuvo presente desde sus instrucciones a sus compañeros cuando preparaba lo que sería después el desembarco del Granma. Esa presencia martiana, en especial en el sentido del deber y de hacer la revolución, acompañó a Fidel todo el tiempo y llegó a una definición esencial en el 2003, en el discurso por el 150 aniversario del natalicio de Martí y de clausura de la Conferencia “Por el equilibrio del mundo”, Fidel realizó una reflexión de sumo interés para el tema que nos convoca cuando preguntó: “¿Qué significa Martí para los cubanos?” y respondió: “Para nosotros los cubanos, Martí es la idea del bien que él describió.”

La condición de martiano de Fidel fue tan evidente que no pocos de sus compañeros lo reflejaron desde muy temprano. El 7 de julio de 1956 Ernesto “Che” Guevara escribió “Canto a Fidel Castro” en el que lo describía, le afirmaba su apoyo y le decía:

Vámonos.

Derrotando afrentas con la frente

—Plena de martianas estrellas insurrectas—

juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.

(…)

Al triunfo de la Revolución, el “Indio Naborí” (Jesús Orta Ruiz) escribió el poema “Marcha triunfal del Ejército Rebelde” donde lo caracterizaba: “Fidel, fidelísmo, retoño martiano, / asombro de América, Titán de la hazaña” que “ahora riega orquídeas, flores de montaña”.

Y Nicolás Guillén escribió:

Se acabó.

Yo lo vi.

Te lo prometió Martí

y Fidel te lo cumplió.

Se acabó.[2]

 

[1] Carteles, 10 de diciembre de 1950.

[2] Nicolás Guillén: Obra poética 1920-1958. Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1972, T II, pp. 165-167.

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