La lluvia, a la que los compañeros que comentan el parte del tiempo le echan la culpa de tener un día bueno o malo, se ha convertido en chivo expiatorio para justificaciones.
Así nos hemos acostumbrado y aún continuamos con esa mala costumbre.
Muchas veces cuando conversamos con quienes trabajan en la producción azucarera, el argumento lluvia se convierte en el centro de desvelos y preocupaciones.
Por ejemplo, el hecho de que un central azucarero perdiera tres días por lluvia, ya es suficiente para arrastrar esa “maldita desgracia” durante toda la zafra; y ahora algunos manifiestan una frase que ya es disco rayado a lo largo y ancho del país: “si no llueve, cumpliremos el plan de azúcar”.
Cuando hurgamos en las verdaderas razones de los incumplimientos, la pobrecita lluvia tiene, en la mayoría de los casos, la menor culpa, aunque ella sea, para los ineficientes, la gran culpable.
¡Ah!, pero si llueve, los efectos que estos problemas causan quedan ocultos tras las justificaciones de ese fenómeno de la naturaleza (tan beneficioso) que se llama lluvia.
A veces parece como si algunos viviéramos del lamento y mirando al cielo: si no llueve, fue la sequía, aunque en las consecuencias de la sequía también influye la imprevisión de haber abandonado una política orientada desde hace años de construir presas y poner los sistemas de riego en explotación, y si llueve, fueron los aguaceros, no importa los milímetros caídos o los lugares afectados.
Sin embargo, pese a que estamos haciendo zafra desde que nuestros tatarabuelos sembraron los primeros plantones un siglo atrás, en la agricultura cañera y la industria azucarera en general, hay compañeros para quienes la lluvia se convierte en un verdadero fetiche.
Dígase mejor que no hemos logrado encauzar las enormes inversiones hechas dentro de un sistema de trabajo y de organización que puede conjurar los inevitables vaivenes climáticos que han ocurrido siempre y que siempre van a seguir ocurriendo.
Se necesita ahora un nuevo estilo de trabajo que comienza por el análisis realista y verdadero de los problemas que enfrentamos: entre ellos, ser capaces de hacer una buena zafra, aunque llueva.