Cuando innovar significa garantizar trabajo

Cuando innovar significa garantizar trabajo

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Aunque les lleguen piezas nuevas o le aseguren que todo estará bien, los miembros del Comité de Innovadores y Racionalizadores (CIR) de la UEB Talleres Ferroviarios Camagüey (UEBTFC), pertenecientes a la Empresa de Reparación de Equipos Ferroviarios, saben que siempre deben estar alertas. Innovar, dicen, es cosa de todos los días y de cuando menos lo esperas.

 

La UEB Talleres Ferroviarios Camagüey es un colectivo que garantiza la puesta en marcha de locomotoras y vagones gracias a la labor innovadora de sus hombres. Foto: Gretel Díaz Montalvo.

 

La edificación de los talleres comenzó su construcción en 1902 y de aquellos años datan algunas maquinarias que todavía se emplean en la reparación de locomotoras y vagones, función que los destaca a nivel nacional.

Pero, como explica Luis Lázaro González Mustafá, actual presidente del CIR y jefe del grupo técnico productivo, como ellos son los únicos en el país, en estos últimos años para cumplir han tenido que inventar mucho, porque “se ha agudizado el problema económico en la unidad, la carencia de piezas y equipamientos y la incidencia del bloqueo económico financiero que mantiene el gobierno de los Estados Unidos contra Cuba”.

Para trabajar hay que innovar

“Somos un taller viejo, cuenta González Mustafá, y la realidad es que tenemos dificultades con la adquisición de piezas especializadas, herramientas y equipos. Por eso para trabajar debemos adaptar, recuperar y realizar herramientas que nos permitan cumplir.

“Somos 50 trabajadores en el CIR y está en nuestra cultura inventar de la nada. Pero claro, ese deseo también se impulsa y estimula constantemente”.

Estos trabajadores no saben de estar con las manos cruzadas, por lo que durante los meses más duros de la Covid-19, no se detuvieron; ni tampoco el pasado año, tan precario en cuanto a piezas de repuesto.

 

Luis Lázaro González Mustafá muestra uno de los equipos más reciente que recuperó, un extractor de las tapas de los motores de tracción de los rusos, que es lo que permite desarmar el motor para su reparación. Foto: Gretel Díaz Montalvo.

E

n el 2022 hicieron unas 10 innovaciones que tuvieron un efecto económico que superó los 486 mil 655 pesos y aportaron a la Asociación de Innovadores y Racionalizadores más de 20 mil.

Pero el monto de dinero no es algo que los guía. Para ellos es solo garantizar el trabajo. Por ejemplo, cuando se averió el torno para maquinar ruedas de trenes, la recuperación de este aditamento se dificultó. Como cuenta Ricardo González Benítez, especialista en medio ambiente, fue un año complejo, pues debían ir entonces hasta Las Tunas a «pedir favores».

«Las ruedas, explica, son muy caras y difíciles de adquirir, por lo que es muy necesario recuperar la mayor cantidad. Pero para ello debíamos trasladarnos hasta allá para usar su torno en el tiempo que no lo estuvieran haciendo.

«El problema es que aquí tenemos maquinaria muy antigua y ese torno nunca se había desarmado, pero al romperse nos pusimos a pensar y lo rescatamos y nos ahorramos los largos viajes y le extendimos la vida útil».

Apoyar en todo

Los trabajadores de los talleres camagüeyanos saben de la importancia de sus servicios, por eso, además de lo que les toca, apoyan en lo que puedan.

La zafra azucarera es una de sus principales impulsores. Para beneficiarla diseñaron dispositivos especiales para maquinar y fundir, y conformar jaulas de caña, fundamentales para el proceso fabril.

De igual manera respondieron al llamado de vincularse con la Zona Especial del Mariel, y recuperaron y adaptaron planchas portacontenedores para la labor de Ferromar S.A, principal transportista de cargas contenerizadas por ferrocarril del país.

Y si de ahorrar dinero se trata, son expertos. Como recuerda González Benítez, en una ocasión les trajeron tres gobernadores, equipos que controlan la entrada de combustible a las locomotoras, nuevos, pero tecnológicamente diferentes a lo que necesitaban.

 

Para Ricardo González Benítez, adaptar esos tres gobernadores al quitarles el reostator, lo que señala en la foto, fue una gran victoria, porque, como dice, «los tiempos no están como para malgastar dinero». Foto: Gretel Díaz Montalvo.

 

«El comprador, explica, al traducir no se percató de la ligera diferencia funcional, que hacía inservibles a tres equipos que costaban cada uno 50 mil dólares. Pero eso no se podía perder, así que nos pusimos a ver qué se podía hacer y sustituyéndole el cuerpo intermedio, quitándole el reostator, que controla la corriente, resolvimos».

Y es que, como confirma González Mustafá, «la innovación es la base científica del trabajo obrero. Es el resultado de muchos años de experiencia y de trabajo, pero que fructifica a la hora de cumplir con nuestra labor. Sin esa cultura innovadora no se puede producir en este trabajo y cuando un colectivo está dispuesto a innovar, la empresa podrá avanzar».

Por eso este camagüeyano pide una mayor concientización por parte de los directivos hacia los innovadores, esa fuerza oculta que garantiza los planes.

 

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