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El Curita: una vida en revolución

Luego de once años de estudios dirigidos a ordenarse como sacerdote, a Sergio González López le sorprendió el amor y, tras abandonar el seminario, en 1944 contrajo matrimonio con Gladys Vergara. En noviembre del siguiente año comenzó a trabajar como inspector en la Havana Railway Co., tranviaria estadounidense cuyo servicio asumió poco después Autobuses Modernos.

Sergio González López El Curita, revolucionario asesinado en La Habana el 19 de marzo de 1958. Foto: Archivo

Muy pronto, aquel joven nacido el 29 de octubre de 1922 en Aguada de Pasajeros —perteneciente entonces a la provincia de Las Villas y actualmente a la de Cienfuegos—, sobresalió por su constante enfrentamiento con los patronos, de ahí que sus compañeros lo eligieran secretario general del sindicato, triunfo que le fue arrebatado por elementos gansteriles infiltrados en la organización, quienes además, lograron  que lo despidieran.

Hombre inclaudicable

En 1947, el Curita, como lo apodaban, se afilió al Partido del Pueblo Cubano-Ortodoxo (PPC-O), en cuya sección juvenil conoció a Fidel Castro Ruz y a muchos de de los compañeros que, años más tarde, capitaneó como dirigente del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) en La Habana. Como miembro de aquella agrupación política, se ocupó de la Comisión Obrera de la capital. En ese año comenzó a laborar nuevamente en Autobuses Modernos, donde los trabajadores lo eligieron organizador de la sección obrera. Pero debido a la persecución de que era objeto  por su intensa actividad revolucionaria, se vio obligado a pasar a la clandestinidad.

Al producirse el golpe de Estafo del 10 de marzo de 1952, en la pequeña imprenta familiar que administraba, sita en Águila, entre Dragones y Reina, en la desaparecida Plaza del Vapor,  imprimió e hizo circular un volante de condena al hecho y lo hizo distribuir en medios sindicales y ortodoxos. De allí salieron también sueltos que saludaron los sucesos del 26 de julio de 1953.

Como dirigente del  MR-26-7, agrupó en su derredor a numerosos compañeros, divididos en grupos especializados en sabotajes, y contó con varios ayudantes ejecutivos encargados de transmitir las orientaciones, pues veló por el riguroso cumplimiento de la compartimentación de jefes, casas y funciones.

Detenido por primera vez en 1956 en la imprenta,  por el criminal Esteban Ventura, junto con Gerardo Abreu, Fontán; Aldo Vera (traidor); Rolando Fernández; Humberto Torres Herrera, Fonseca; y un cajista a quien apodaban el Oriental, solo a él enviaron al Castillo del Príncipe; pero al día siguiente lo soltaron porque Saúl González, único que logró escapar, acudió a los medios de prensa y de inmediato se difundió la noticia.

Abrigo para los revolucionarios

El Curita en la imprenta familiar que puso a disposición de la propaganda contra la tiranía de Batista. Foto: Archivo

 

A partir de entonces, en su imprenta se imprimieron manifiestos y otros tipos de propaganda de diferentes organizaciones opuestas a la tiranía, y mucha generada en favor de la excarcelación de los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, pues en la primera de las varias reuniones sostenidas con Fidel puso ese establecimiento a la exclusiva disposición del MR-26-7. Allí fueron tirados igualmente, entre otros tipos de propaganda, el único ejemplar de Aldabonazo y los  manifiestos 1 y 2 del Movimiento.

Aquel lugar devino una suerte de cuartel general donde encontraban abrigo muchos revolucionarios, que en innumerables ocasiones dormían allí, y desde él partieron la mayoría de los que, necesitados de salir al exilio, se dirigían a México u otros países.

Triple crimen

En los primeros días de noviembre de 1957, en La Habana estallaron tantos petardos que hicieron a algunos pensar que se trataba de un bombardeo. Ese hecho, conocido como La noche de las cien bombas, fue organizado por el Curita, quien orientó hacerlo sin que nadie resultara herido.

Preocupado por el extremo peligro a que estaba expuesto el Curita, Fidel lo mandó a buscar para que se incorporara a la guerrilla en la Sierra Maestra, pero él se negó a hacerlo porque en esos  momentos estaba enfrascado en los preparativos de un gran plan insurreccional.

El 18  de marzo de 1958 fue detenido en una casa existente entonces en la calle K, entre 21 y 23, en El Vedado, y llevado al Buró de Investigaciones, donde fue salvajemente torturado. De allí lo sacaron en horas de la madrugada del día 19 y su cuerpo  apareció horriblemente mutilado en una solitaria calle del reparto Altahabana, junto con los de sus compañeros de lucha Bernardino García Santos, Motica; y Bernardo Juan Borrell.

La desaparición física del Curita constituyó un rudo golpe para el movimiento revolucionario y para los trabajadores, por cuyas conquistas batalló tenaz y decididamente. Supo ser, según Humberto Torres, Fonseca, amigo honesto y compañero ejemplar que luchó con ahínco por ganar para su pueblo la libertad, la paz y la justicia que le garantizaran una vida plena y feliz.

 

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