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EPIA Santiago de Cuba: la espada, la pared, las cenizas, la resurrección

Dicho sin medias tintas: la Empresa Provincial de la Industria Alimentaria (EPIA)  en Santiago de Cuba está entre la espada y la pared.

 

El actual desbalance del 39 por ciento de los empleados directos a la producción, mientras el 61 por ciento es personal indirecto es una de las distorsiones que debe corregir la EPIA Santiago de Cuba. Foto: Betty Beatón Ruiz

Los números se tornan palabras confirmatorias: unos 123 millones de pérdidas económicas al cierre de 2022, algo más de 73 millones de pesos pagados por concepto de salario sin respaldo productivo, una correlación de fuerza laboral desfavorable pues sólo el 39 por ciento de los empleados está directos a la producción, mientras el 61 por ciento es personal indirecto, planes incumplidos tanto en físico como en valores…

Se pudiera decir más, pero no es preciso hundir el dedo en la llaga, vale mejor acompañar el espíritu de Ave Fénix que a ojos vista se enseñorea en las unidades de la EPIA, diseminadas por los nueve municipios de este suroriental territorio.

Apartar la espada, separarse de la pared, resurgir de sus propias cenizas, no sólo es cuestión de vergüenza, de urgencia económica, de supervivencia empresarial, es, a no dudarlo, imperativo ante lo vital de su gestión: producir el pan de cada día, y junto con él cientos de renglones alimenticios (galletas, panqué, dulces, fideos, siropes…) “salvavidas” en medio de las consabidas carencias que enfrenta la población.

Como fortalezas para el cambio está el tener identificados los problemas, el mayor de ellos las pérdidas (0, 24 centavos por unidad) que presupone elaborar el pan de la canasta básica normada comercializado a un precio (1.00 peso cada unidad) inferior al costo de fabricación.

Únicamente  por ese concepto la EPIA pierde, mes tras mes, un poco más de 7 millones de pesos.

Amenazas para revertir la debacle económica tienen muchas, la más lacerante la carencia de materias primas para concretar sus producciones (huevo, azúcar, alcohol…)  y el ejemplo más ilustrativo es la harina, surtido que previo a las actuales restricciones estaba disponible a razón de 120 toneladas (t) diarias, y hoy sólo se garantizan 65 t.

No por gusto en 2023 el plan en físico (21 mil t) está muy por debajo de la hecho en 2022, 41 mil 728.15 t, de una planificación de 53 mil 376.97 t.

 

Una de las alternativas ante la carencia de harina de trigo es el uso de extensores como la yuca y el boniato. Foto: Betty Beatón Ruiz

Entonces, ¿se podrá emerger de lo profundo? Directivos y trabajadores dicen que sí y toman como rasero a la UEB del municipio de Contramaestre, única que logró el cumplimento del plan el pasado año, oasis, bálsamo, confirmación de que es posible.

La voluntad que marca al colectivo de la EPIA para salir adelante la hacen acompañar, primero que todo, de la aplicación de alternativas una de ellas el uso de extensores (boniato, yuca…) en compensación de la harina de trigo; los vínculos con la Universidad de Oriente, en particular con el Centro de Estudios de Biotecnología Industrial;  el estímulo a la fuerza laboral con diseños de pagos por resultados que beneficien a los que más hacen; el incremento de la calidad; y el reordenamiento de la plantilla con el imprescindible equilibrio entre directos e indirectos a la producción.

Este último tópico, peliagudo sin dudas, tiene especial atención de administrativos y sindicalistas, todos con la voluntad de aplicar fórmulas que no impliquen disponibilidad laboral.

Una de ellas, al amparo de las medidas para fortalecer la empresa estatal socialista, gestionar áreas para la producción agropecuaria, que a su vez sirvan de base para la sostenibilidad de los renglones utilizados como extensores.

Difícil lo tiene la EPIA Santiago de Cuba, aunque nadie nunca dijo que sería fácil.

No hay de otra, hay que hacer.

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