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El deber de honrar

“El que no sabe hon­rar a los grandes no es digno de descender de ellos” fue el pensa­miento martiano que acudió a mi memo­ria cuando presencié el maltrato a un bus­to de Frank País en el llamado Parque de los Chivos, del municipio capitalino de Playa.

Situado en el centro del parque, sobre un pedestal, ya el material que cubría uno de los laterales no existe y el rostro del héroe está dañado. Por si esto no bastara, comenzó el año pinta­rrajeado con un bigote y la ins­cripción Viva Cuba en la frente.

No parecía obra de adultos, más bien una mala broma de ado­lescentes o niños que ni siquiera podían justificarse diciendo que no sabían quién era el personaje, porque en un lateral del pedestal se señala claramente.

Cerca hay una escuela prima­ria, que si bien no tiene respon­sabilidad alguna con este tipo de hecho, puede contribuir a que sus estudiantes se preocupen por el cuidado del pequeño monumen­to. ¿Acaso los educadores ante la proximidad del erigido para per­petuar la memoria de Frank no se han sentido motivados a hablarles a sus alumnos del destacado lucha­dor clandestino, asesinado a los 22 años que además fue maestro?

Y no se trataría de un tributo formal ni de leerles una biogra­fía, sino de mostrarlo como un joven de su tiempo y demostrarle a la nueva generación la entraña criminal del régimen derrota­do el primero de enero de 1959, que no dudaba en perseguir con saña, acorralar y arrancarles la vida a los revolucionarios como hicieron con Frank.

¿Y la familia? No hay que ser muy ilustrado en historia para trasmitirles a los hijos valores como el patriotismo. En su ayuda va también Martí con su hermoso texto Tres héroes, de La Edad de Oro. En uno de sus párrafos parece retratar lo que sucedía en aquella república en la que le tocó vivir a Frank: “Cuando hay muchos hom­bres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de mu­chos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hom­bres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pue­blo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados”.

Así deben verlo también las autoridades y las organizaciones de la localidad. No se concibe que se mantengan indiferentes cuando se mancilla la imagen de uno de sus héroes.

Somos hijos de la historia y a ella nos debemos. Además de respetar la imagen de sus pro­tagonistas nos corresponde, ins­pirados en su ejemplo, sumarlos como un compañero más a nues­tras batallas del presente y del futuro.

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