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Sistema institucional de la cultura: Hacer con menos… y hacerlo bien

El año que concluye ha sido par­ticularmente complejo para el sis­tema institucional de la cultura en Cuba… como para todos los secto­res de la nación.

 

El 27.o Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso reunió en la capital y otras ciudades del país a reconocidas figuras y compañías de la danza universal, en una cita más austera, pero que no sacrificó su nivel cultural. En la imagen, la Compañía Nacional de Danza de España, en su presentación del ballet Carmen. Foto: Yuris Nórido

El impacto de la crisis económi­ca fue notable en varias de las acti­vidades y convocatorias habituales de las artes y las letras, que debieron afrontar reducciones de los presu­puestos y problemas asociados a la contingencia energética.

Y sin embargo, en el 2022 tam­bién se normalizó, de cierta mane­ra, el programa cultural, después de una etapa marcada por la pan­demia de la COVID-19.

El regreso paulatino y final­mente total a la llamada presencia­lidad, a las experiencias culturales compartidas: ese ha sido un gran logro del año. Aunque, gracias a la búsqueda creativa de alternativas, nunca hubo apagón cultural en la etapa precedente.

Pero la normalización ha re­sultado relativa, porque la etapa implica desafíos nuevos para la cultura, asociados a la necesidad imperiosa de actualizar esque­mas de financiamiento, promo­ción y coordinación misma de los encuentros tradicionales de todas las manifestaciones, así como del sostenimiento de la programación habitual.

Hay menos, eso es evidente: el reto es aprovechar al máximo los recursos con que se cuenta. Porque la opción no puede ser suspender las principales, las más emblemáticas actividades de la cultura cubana.

 

En menos cines, con menos películas en cartelera… pero la muestra del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano fue contundente. En la imagen, fotograma del filme boliviano El gran movimiento, del director Kiro Russo, merecedor del Coral de Largometraje de ficción de este año. Foto: Yuris Nórido

El camino es defender y garan­tizar lo mejor, lo que más aporte, en la capital y en todas las provin­cias del país.

Hay muchos retos para la eco­nomía de la cultura: el principal es honrar, con eficiencia, los postulados de la política cultural de la nación.

Dos ejemplos recientes pue­den ofrecer experiencias valio­sas. Contra todos los obstáculos se celebraron dos significati­vos festivales: el Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso y el del Nuevo Cine Lati­noamericano.

Fueron convocatorias algo austeras, pero no se sacrificó el ni­vel cultural de las propuestas. En las dos citas fue notable un eficaz trabajo de organización. Y la ca­lidad de la propuesta estuvo fue­ra de discusión. En La Habana se presentaron creaciones de la dan­za y el cine de reconocido prestigio internacional.

En tiempos de crisis la cultu­ra aporta. Es refugio espiritual, pero también motor de iniciativas sociales. El 2023 debe ser un año crucial para la consolidación de nuevos modelos en aplicación de las políticas culturales, que dialo­guen mejor con el contexto.

No se trata de dejarlo todo en manos del veleidoso mercado del arte, que ignora importantes rea­lizaciones culturales. Pero urge trabajar a partir de claras jerar­quías. Trabajar con menos… y ha­cerlo bien.

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