Caribe, tierra en resistencia

Caribe, tierra en resistencia

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Para el Premio Nobel de Lite­ratura Gabriel García Márquez el Caribe es centro de gravedad de lo increíble, de eso “real maravilloso” que singulariza a una región que, “en rigor, se extiende (por el norte) hasta el sur de los Estados Unidos, y por el sur hasta el Brasil”. No es un delirio expansionista, precisó: “El Caribe no es solo un área geográfica, como por supues­to creen los geógrafos, sino un área cultural muy homogénea”.

El presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez junto al primer ministro Ralph Gonsalves, de San Vicente y las Granadinas, en recorrido por el Centro Médico y de Diagnóstico, moderna institución sanitaria construida en Georgetown, fruto de la cooperación y la amistad. En ella laboran colaboradores cubanos de la salud junto a colegas sanvicentinos. Foto: Tomada de @DiazCanelB
El presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez junto al primer ministro Ralph Gonsalves, de San Vicente y las Granadinas, en recorrido por el Centro Médico y de Diagnóstico, moderna institución sanitaria construida en Georgetown, fruto de la cooperación y la amistad. En ella laboran colaboradores cubanos de la salud junto a colegas sanvicentinos. Foto: Tomada de @DiazCanelB

Otro estudioso, el escritor costarricense Quince Duncan, define al Caribe como “más que un mar”; mientras el ex­perto puertorriqueño Antonio Gaztambide Geige asegura que, como concepto, lo caribe­ño es un invento del siglo XX.

Norman Girvan, destacado intelectual y primer presidente de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), refiere que “la noción de Caribe ha sido —y está siendo— continuamente redefinida y reinterpretada, en función del interés por ofrecer respuestas a las influencias externas y a los procesos in­ternos”.

Para muchos de los autores citados, en este espacio son fre­cuentes “la mudanza, el éxodo, la diáspora, los desapegos y la más sutil identidad, forjada, vivida, intrínseca, cocida bajo el ardiente sol del Caribe, como ese caldo denso de civilización que borbollea —como dijera Fernando Ortiz—, en el fogón del Caribe”.

Los rasgos compartidos son el resultado de una cultura de la resistencia a los avatares de la historia y también de la na­turaleza. Esta última parecería haberse ensañado al fragmen­tar la región en pequeñas islas o porciones de tierras emergi­das, cuando en realidad le con­cedió un poderoso, voluntario­so y cálido mar que constituye su principal activo.

La integración se presen­ta entonces como anhelo y ne­cesidad de cooperar intensa y prolongadamente en torno a relaciones económicas, políti­cas, culturales y sociales. Pero este proceso ha sido accidenta­do, con dificultades endógenas y exógenas.

Algunas dificultades res­ponden a la estructura misma de los organismos creados, y otras a la incapacidad de los líderes para tejer redes que re­suelvan problemas básicos de la región, como son la forma­ción de recursos humanos; la transportación, conectividad y movilidad; así como la cons­trucción de un sistema robusto de respuesta al cambio climá­tico y a la mitigación de desas­tres, entre otros.

De importancia significativa han sido también los obstáculos colocados por potencias que desde hace varios siglos ma­yorean la región (Estados Uni­dos y exmetrópolis europeas), con intereses arraigados en la región y a quienes conviene la idea de un Caribe atomizado.

Entre los proyectos de inte­gración emprendidos sobresa­len la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO), la Asociación de Estados del Ca­ribe (AEC), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Comuni­dad del Caribe (Caricom).

Con todos ellos mantiene Cuba excelentes relaciones, y a esta última le une un afecto especial, al punto de tener en su calendario de celebraciones el Día Caricom-Cuba, fecha (8 de diciembre) en la que se re­memora aquel auténtico grito de independencia de Barbados, Trinidad y Tobago, Guyana y Jamaica, en 1972, cuando de­cidieron establecer relaciones diplomáticas con la Mayor de las Antillas, a pesar de que Es­tados Unidos se empeñaba en aislarla del mundo y, particu­larmente, de su entorno geo­gráfico y cultural.

Un reciente tuit del Pre­sidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez nos remite al hecho: “¿Recuerdan cuando Estados Unidos y la Organi­zación de Estados Americanos (OEA) obligaron a toda Lati­noamérica a romper con Cuba y nos quedó solo México? Hace 50 años cuatro naciones del Caribe, recién independizadas, cambiaron esa historia. Para conmemorarlo estaremos en Barbados este 6/12/22”, escri­bió en la red social y con ello confirmó su presencia en la VIII Cumbre Caricom-Cuba prevista para mañana.

A pesar de múltiples tro­piezos, la Caricom ha con­seguido construir consensos que les fortalece en su identi­dad caribeña, aumenta su ca­pacidad de negociación y con­solida la de acción colectiva. Con frecuencia los 14 Estados miembros votan en bloque en foros internacionales, lo cual representa, por ejemplo, el 7,25 % de las naciones que integran la ONU, el 40 % de la Organización de Estados Americanos y el 14 % de la Organización Panamericana de la Salud.

A la cultura de la resisten­cia propia del Caribe se suma aquí la certeza de que, tal como dijo Díaz-Canel en el año 2018, “somos naciones pequeñas frente a retos colosales”.

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