Raquel, el espíritu rural de una doctora

Raquel, el espíritu rural de una doctora

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Siempre me llamó la atención la constancia y el amor que profesa por el campo la doctora en Ciencias Agrícolas Raquel Ruz Reyes, porque su fisonomía y su comportamiento la develan  como una persona urbana y con motivo de celebrarse este 15 de octubre el Día Internacional de las Mujeres Rurales propongo un acercamiento a sus raíces y trayectoria.

 

Foto: Jorge Pérez Cruz

Lo considero un derecho ganado por su proximidad y desvelos por el respeto y el buen hacer de las féminas del campo con quienes departió -y departe- instrumentos teóricos y prácticos que favorecen el empoderamiento de ese género, aparentemente frágil, que cotidianamente llena de belleza, amor, ternura y fertilidad de nuestros campos.

Hace pocos días el Proyecto de Innovación Agropecuaria Local (PIAL) cerró su ciclo de trabajo en esta región del oriente cubano, pero sus huellas perdurarán en el universo simbólico del campesinado, de hombres y mujeres, a quienes inculcó buenas prácticas y defendió los derechos de las compañeras, devenidas sostén imprescindible en el desempeño de las familias.

Raquel se identifica así: “Yo soy tunera, de la tropa de Vicente García. Yo nací muy  cerca de El Cornito. Mis abuelos eran los dueños de la finca donde hoy está el Jardín Botánico”,  y de esa manera, con cierto orgullo campechano, recuerda sus orígenes y devela la génesis del halo bucólico que la embruja.

¿En su infancia que soñaba estudiar?

“De niña quería ser médico pediatra, luego periodista y hasta me acredité como corresponsal juvenil en Radio Rebelde y Radio Reloj, pero finalmente estudié Agronomía, porque creí que no era importante la Física para la carrera.”

Era como si llevara, sin percatarse, a flor de conciencia esa inclinación por el campo, le digo para sonsacarla, y me responde:

“Puede ser, porque mi papá Emilio (ya fallecido) era, como mi abuelo Salvador que en su finca producía de todo, campesino y de pura cepa; y, las influencias de  mi mamá Nancy  y de mi amorosa abuela Emilia, criadora excepcional de cabras, estaban; y todavía están de alguna manera, marcando mi rumbo.

“Mami era maestra primaria, que en aquellos tiempos en las comunidades rurales hacía de todo: médico, enfermera, abogada, consejera familiar…  Así era entonces de grande la admiración popular por esa profesión.

¿Cuáles son las cosas que más admira del campo?

“Siempre me gustaron las plantas, en especial las de frutales. Yo viví en el campo hasta el año 1989. Me gusta el campo, pero en especial los campesinos y las campesinas por su sencillez, humildad, por esa forma tan natural de conducirse y esa vocación de servicios y de amor al prójimo que les identifica.”

Y de esas virtudes exhibe mucho la doctora Raquel. Las aprendió desde la cuna, en su infancia, en las cercanías de El Cornito, donde nació y en los años vividos en Dumoy, asentamiento rural del municipio capital, en el que su mamá ejerció el magisterio  y “daba clases mañana, tarde y noche, porque fue después del ciclón Flora y quedaban adultos que no sabían leer ni escribir”, rememora y muestra otra faceta de su progenitora que marcaría su desempeño futuro.

Esas inclinaciones se consolidaron más tarde en el Instituto Agrícola de Tashkent, en el Asia Central, “dónde me hice ingeniera en Agroquímica y Edafología. Luego hice el doctorado en Ciencias Agrícolas”.

Después de graduarse trabajó en la Empresa Genética del Este de La Habana, “pero no me adapté  y regresé a Las Tunas y hace ya 33 años que soy profesora de la Universidad”, relata.

Y, ¿qué han significado todos esos años de labor como coordinadora del PIAL?

“En el PIAL encontré mi plena realización como profesional. Sobre todo me fascina uno de sus ejes, el que promueve la equidad de género, que al principio no entendía mucho y hasta no me parecía tan necesario, porque en Cuba todas las mujeres tenemos derechos, pero cuando comienzas a trabajar con las familias en las comunidades te das cuenta que aún nos falta mucho por hacer.

“Como parte del proyecto, lo primero que se realizó fue un trabajo con los hombres para inculcarles los derechos de sus compañeras, el valor, el reconocimiento de su protagonismo, incluso desde las labores del hogar  y la necesidad de darles mayor participación. A ellas las preparamos para que buscaran su independencia económica. Hoy muchas tienen sus propios negocios. Son reconocidas. Participan en eventos nacionales e internacionales.

“Se diseñó una estrategia de trabajo que incluyó diversas actividades como talleres, ferias de diversidad, intercambios en los que solo participaban los hombres y fuimos abonando el terreno y  ahora ellas se han ganado un espacio y tienen el reconocimiento de la familia en asuntos que antes se entendían como obligaciones, de acuerdo con principios patriarcales que niegan que, conceptualmente, las diferencias entre los sexos no implican desigualdad legal”.

¿Y de los resultados?

“Es muy interesante el trabajo de las mujeres con la crianza de cabras y el encadenamiento con los derivados de la leche, la producción y conservación de semillas y de condimentos, y las labores con manualidades, que en algunas zonas son tradiciones que van perdiendo arraigo.”

Los disgustos de la doctora Raquel

“A veces cuando algo no resulta me disgusto, pero cuando llego al campo y veo todas las cosas lindas que hacen nuestros campesinos y campesinas cada día todo el enojo se pasa y me lleno de alegría. Es ese cariño y el hecho de que ellos demandan cada día un conocimiento nuevo y te crean un nuevo desafío lo que hace que te esfuerces y seas cada día mejor persona y mejor profesional.

“Me disgusto cuando hacen compromisos y no se cumplen, cuando todos no apoyan, cuando no se prioriza la producción de alimentos que es algo de seguridad nacional. Soy muy apasionada.”

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