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Diez de Octubre, espuela para seguir creciéndonos

“Hace 154 años, en el ingenio La Demajagua, comenzó una nueva fase de nuestra historia”, dijo este domingo 9 de octubre Jorge Luis Aneiro Alonso, presidente de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) durante el acto conmemorativo por el aniversario del inicio de la Guerra por los Diez Años, organizado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), en la Plaza de Armas.

“Se concentraron en La Demajagua unas 600 personas. (…) salió la bandera del 10 de Octubre y Céspedes ante sus compatriotas, pronunció una viril arenga en la que anunciaba, con el entusiasmo del momento, que pronto llegarían los jinetes del Ejército Libertador a las orillas del río Almendares, en La Habana, en cuyas aguas apagarían la sed y que hollarían con sus cascos el último rincón de la tiranía hispana. A continuación, otorgó la libertad a sus esclavos y los invitó a participar en la lucha: “Los que me quieran seguir que me sigan; los que se quieran quedar que se queden. ¡Todos serán tan libres como los demás!”, narró.

 

Jorge Luis Aneiro Alonso, presidente de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) durante el acto conmemorativo por el aniversario del inicio de la Guerra por los Diez Años, organizado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), en la Plaza de Armas. Foto: Néstor Martí

 

“Todo cubano que esté en La Demajagua, aquí junto a la estatua situada en esta Plaza memorable a iniciativa del historiador de la Ciudad Emilio Roig de Leuschenring, o en cualquier lugar del archipiélago o el mundo, recordando su fecha patria más trascendente, debe sentir las campanadas del 10 de octubre y las vibrantes palabras de Céspedes  pronunciadas ese día: “Ciudadanos: ese sol que veis alzarse por la cumbre del Turquino, viene a alumbrar el primer día de la libertad e Independencia de Cuba¨ y con fuerza gritar: “¡Independencia o Muerte! ¡Viva Cuba Libre!”.

“La Revolución del 68, fue el crisol que forjó la nación y la nacionalidad cubana, nos legó nuestros principales símbolos nacionales y demostró la decisión del pueblo a ser libre y no claudicar a pesar de fracasos, desuniones y contradicciones”, reflexionó el Máster en Ciencias Históricas.

Recordó las palabras de Céspedes en la Proclama del 5 de febrero de 1871: “El patriotismo y la unión son nuestros baluartes y bajo su amparo seremos invencibles”. También citó las valoraciones que del patriota hicieran José Martí y el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

“Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de La Demajagua, cuando los ricos, desembarazándose de su fortuna, salieron a pelear, sin odio a nadie, por el decoro, que vale más que ella: cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos: “iYa sois libres!”, expresó el Apóstol de la independencia en 1887 a propósito de la conmemoración del 10 de Octubre; mientras que el líder histórico de la Revolución Cubana reflexionó:  “¿Qué significa para nuestro pueblo el 10 de Octubre de 1868? ¿Qué significa para los revolucionarios de nuestra patria esta gloriosa fecha? Significa sencillamente el comienzo de cien años de lucha, el comienzo de la revolución en Cuba. […] No hay, desde luego, la menor duda de que Céspedes simbolizó el espíritu de los cubanos de aquella época, simbolizó la dignidad y la rebeldía de un pueblo —heterogéneo todavía— que comenzaba a nacer en la historia”

Aneiro rememoró además a los fundadores y continuadores de los Congresos Nacionales de Historia, evento nacido en 1942, al calor del 10 de octubre, y que fueron auspiciados por la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales y la Oficina del Historiador de la Habana, con la guía de su fundador, el historiador Emilio Roig.

“En medio de dificultades económicas y un bloqueo imperial que intenta asfixiarnos, los cubanos nos reunimos nuevamente para conmemorar el 10 de Octubre, apuntó el presidente de la UNHIC. Ahora en condiciones complejas y trascendentales, con enemigos externos e internos que no cejan en intentar fracturar la unidad alcanzada, provocar el desorden, el desaliento y la falta de confianza en la Revolución, magnificando nuestros errores y desconociendo nuestra obra  para provocar un cambio de régimen y estimular la vuelta al pasado. La fecha patria que conmemoramos debe ser como la espuela que nos estimule a seguir creciéndonos, luchar con nuevos bríos contra las dificultades y renovar las energías para ser más patriotas, solidarios, antiimperialistas, socialistas y mejores revolucionarios”.

La ceremonia se desarrolló, como cada año, al pie de la escultura de Carlos Manuel de Céspedes develada en la Plaza de Armas el domingo 27 de febrero de 1955 y que desde entonces honra al iniciador de la contienda por la independencia de Cuba, al Padre de la Patria y al primer presidente de la República en Armas.

 

 

El monumento, realizado por el escultor, pintor, ceramista y docente Sergio López Mesa (La Habana, 1918- Los Ángeles, EE. UU., 2004), quedó custodiado esta vez por decenas de arreglos florales y coronas conmemorativas que en nombre del pueblo de Cuba, enviaron instituciones del Gobierno y del Estado.

Al acto acudieron vecinos, trabajadores y directivos de la OHCH, así como el secretario de la Asamblea Nacional del Poder Popular Homero Acosta; el ministro de Cultura Alpidio Alonso; la Contralora General de la República Gladys Bejerano Portela; los presidentes de la Fundación Fernando Ortiz, y de la Academia de Historia de Cuba, Miguel Barnet y Eduardo Torres Cuevas, respectivamente; el General de División José A Carrillo, presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana; y los Héroes de la República, General de División Ulises Rosales del Toro y General de Brigada Delsa Esther Puebla Viltre (Teté), entre otros.

 

Al concluir el acto los participantes pudieron apreciar, en el Museo de la Ciudad, el retrato de Carlos Manuel de Céspedes y López del Castillo, hecho en 1872 por el pintor J. Devich (óleo sobre lienzo; 127 x 98 cm) a pedido de Ana de Quesada. La imagen recrea una fotografía tomada en 1857 a Céspedes. El autor realizó una copia más pequeña que trajo consigo Carlos Manuel de Céspedes y Quesada tras concluir su etapa como embajador de Cuba en Washington (1924-1922). El óleo original, en cambio, quedó como parte del patrimonio de la representación diplomática de Cuba en Estados Unidos hasta 1992 cuando, a petición del Ministerio de Relaciones Exteriores, viajó a esa ciudad el restaurador ebanista del Museo de la Ciudad Blas González Mirabal, y lo trajo  a Cuba. La obra integra hoy los fondos del Museo de la Ciudad. Foto: Néstor Martí

 

 

 

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