Cubanísima existencia

Cubanísima existencia

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Las palabras, incluso si son las mismas, no suenan igual en todos los labios. Hay algo que las acompaña, que va más allá de la entonación o de los matices. Una comunión indisoluble se advierte entre la voz y la actitud, y puede llegar a saberse si es hueco lo dicho o si lo marca una emoción cierta.

Foto: Roberto Chile

Tomemos por ejemplo la palabra Cuba, tantas veces, y por todos, pronunciada. Pensémosla en la voz de Eusebio Leal. Traigámoslo por un instante a la memoria y se nos presentará ante los ojos un hombre al que nunca le pareció suficiente la entrega en cuerpo y alma a un sueño, al que le puso no solo su inconmensurable talento, sino, además, toda su energía.

Emprender la restauración del Centro Histórico de La Habana, que consideró apenas un «destello de la obra mayor, que es la Revolución», o ser el director de la Oficina del Historiador de la Ciudad, entidad que consideró «un seudónimo de la nación», no fueron otra cosa que su amor por Cuba, término que le avivó el rubor, lo mismo si de ella escuchaba sus gestas, que si debía pronunciarla en el verbo arrebatador y persuasivo, que con tanto acierto supo manejar.

Volcado desde niño en los libros, vocación que crecería con los años, llegó a ser Eusebio el Historiador de La Habana, un hombre excepcional que alcanzó sus títulos de estudios superiores, inmerso ya en tareas administrativas que demandaban el conocimiento de un intelectual como él, estudioso empedernido, trabajador incansable, patriota por sobre todas las cosas.

Dado a la oratoria, puso desde sus discursos muy en alto el nombre de su Patria, que –como lo hicieran sus próceres– llevó consigo, «prendida del alma». No pudo ningún ser de bien, con un ápice de ternura, pasar por donde hablara el Historiador, y seguir de largo. Ni se salió con el espíritu en calma después de haberlo oído. Y era Cuba, que le agitaba la expresión, ya hablara de Martí, de Céspedes, de una ciudad o de la historia.

Pocas veces marcharon tan juntos el desempeño de un proyecto y la trayectoria personal de su mentor. Ejemplo de humanismo revolucionario, Eusebio es un hijo de la Revolución, que no olvidó jamás cuánto le debió y supo agradecerle, entregándole por entero su virtud y su sapiencia.

«Si volviera a vivir, sería cubano», dijo, reflexivo, un día. Ninguna otra palabra lo habría definido mejor. Mañana, lleno de esa vida que late en su obra, Eusebio cumplirá 80 años de fructífera y cubanísima existencia.  (Tomado de Granma)

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