Donde fuego hubo, mucho trabajo queda (+ Fotos)

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Vamos a recuperar la zona industrial

Los matanceros vamos a salir ade­lante y a recuperar la zona indus­trial en el menor tiempo posible, expresó Osmar Ramírez Ramírez, secretario general de la CTC en la provincia, al evaluar lo mucho que queda por hacer luego de sofocado el incendio de grandes proporciones en la Base de Supertanqueros.

El secretario general de la CTC en la provincia, a la derecha, estuvo todo el tiempo pendiente del siniestro, junto a las autoridades. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda
El secretario general de la CTC en la provincia, a la derecha, estuvo todo el tiempo pendiente del siniestro, junto a las autoridades. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

“Los trabajadores tenemos que empezar a organizarnos en jorna­das productivas en horario laboral, y también los fines de semana, con ese propósito. Creando las condicio­nes y hasta donde lo permitan los recursos de que disponga el país, se va a ir recuperando la zona in­dustrial. Lo que más falta hará son hombres y mujeres, y eso lo tene­mos”, aseguró.

El objetivo es ir borrando las huellas más visibles de la devasta­ción que dejó el siniestro, aun cuan­do a corto plazo no se pueda contar con las inversiones significativas que requerirían instalaciones de tal magnitud y complejidad. “Esa es también parte de la imagen de nuestra bahía, y en Matanzas va­mos a dar la vida por eso”, enfatizó.

El dirigente sindical expresó su convicción, “a partir de lo visto en esos días, donde ninguna organiza­ción quedó atrás, encabezadas por el Partido y el Gobierno, no hubo que convocar, la gente ha ido sola a ver qué podía hacer y cuál tarea le correspondía”.

Recordó que desde la noche del 5 de agosto cuando comenzó el in­cendio el movimiento sindical en­seguida se sumó para acompañar el enfrentamiento. “Nos dimos cuenta de que había mucho riesgo de acci­dentes y que era necesario atender a las fuerzas involucradas en su con­trol, porque iba a tomar tiempo”.

Hospedaje y alimentos gratuitos para quienes laboraron en tareas vinculadas al incendio fueron ofrecidos por los trabajadores por cuenta propia y mipymes de Matanzas. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda
Hospedaje y alimentos gratuitos para quienes laboraron en tareas vinculadas al incendio fueron ofrecidos por los trabajadores por cuenta propia y mipymes de Matanzas. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Proteger a las personas era esencial, algo consustancial al so­cialismo, para que no hubiera más pérdidas de vidas humanas, y se desplegaron los esfuerzos para res­paldar a quienes estaban en el com­bate contra el fuego, en particular los bomberos, razonó.

Fueron muchas las tareas a coor­dinar con las empresas del territorio y todas aportaron su granito de arena. Resaltó además el apoyo de las micro, pequeñas y medianas empresas, y los trabajadores por cuenta propia. “Ha sido grandioso, han contribuido de forma excepcional”. Crearon grupos por Whatsapp, y desde ese día la zona industrial fue atendida por los orga­nismos y por los negocios particula­res. “Se ha derrochado amor” para brindar su aporte a los que combatían el fuego, y también en los hospitales y centros de evacuación, valoró. “Es lo que inculcó Fidel en este pueblo y que ha salido a flote otra vez en esta terri­ble circunstancia”.

 

Padre e hijo del Saratoga a Matanzas

 

Operan habitualmente un cargador frontal en el Mariel, pero por su integralidad y lo difícil de la misión les confiaron otra vez el manejo de una retroexcavadora. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda
Operan habitualmente un cargador frontal en el Mariel, pero por su integralidad y lo difícil de la misión les confiaron otra vez el manejo de una retroexcavadora. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

“Estuve ahí cerca, me las vi grises cuando la estera cogió candela”, re­cordó Eligio Herrera Blanco, mien­tras a su lado le daba la razón con un gesto, su hijo de solo 24 años y compañero de trabajo, Eliecer He­rrera Rosas.

Esta singular pareja de opera­dores de retroexcavadora fue mo­vilizada expresamente para ir a Matanzas desde la Zona Especial de Desarrollo Mariel a participar en la construcción a contrarreloj de diques o barreras de tierra al­rededor de los tanques de combus­tible que luego sucumbirían ante la fuerza de las llamas, una medi­da preventiva que resultó crucial para contener la propagación del incendio y evitar el vertimiento de petróleo hacia la bahía.

¿Por qué motivo? Ellos ya ha­bían desempeñado un papel deci­sivo tras la explosión en el hotel Saratoga en mayo último, donde se destacaron por su cuidadosa labor de escombreo durante la búsqueda de víctimas fatales en el accidente de La Habana.

“Allá fue sobre todo la triste­za, pero aquí sí hubo mucho peli­gro”, narraron, al evocar un mo­mento cuando al verter tierra en una fosa emergieron llamas que pusieron en peligro al equipo y a sus tripulantes. “Fue como echar­le pólvora, tuvimos que maniobrar rápido para que no se prendiera el depósito de combustible”.

Este padre e hijo dejaron ade­más otra “candela” en su casa en Bahía Honda, por la preocupación familiar ante esa misión tan difícil a la cual se incorporaron en pleno apogeo del siniestro, cuando al mu­chacho lo esperaba además la espo­sa embarazada de cuatro meses, con el futuro primer nieto o nieta de su papá y jefe.

 

Curación del cuerpo y la mente

Foto: José Raúl Rodríguez Robleda
Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Garantizar todas las curas programadas para las personas que resultaron lesionadas en el incendio de Matanzas es una de las tareas que debe ocupar todavía durante varias semanas al colectivo del Hospital Faustino Pérez, informó la doctora Tahymí Martínez Naranjo, su directora.

La pasada semana allí comenzaron ese servicio tres veces por semana a casi un centenar de pacientes, lo cual implica una revaluación de las lesiones en esas consultas, para poder calcular el porcentaje de la piel dañada y el tipo de quemadura, y así determinar el tiempo de atención que requiere cada caso, lo cual según la gravedad puede oscilar entre 15 y 21 días, o hasta más.

“Lo normal en este tipo de tratamiento es una cura inicial por especialistas de caumatología y luego las programadas se continúan en las áreas de salud, pero el Hospital se preparó y tiene los recursos para hacerlo acá”, aseveró la doctora, quien destacó el apoyo del Ministerio de Salud Pública y también las múltiples donaciones recibidas, con material para ese tipo de procedimiento.

“El material de curación está garantizado, incluso para esa gran cantidad de pacientes”, aseguró. Para que se tenga una idea lo que representa este accidente en relación con el comportamiento habitual, explicó que la sala de quemados, incorporada hace tres años, solo tiene siete camas y su ocupación casi nunca sobrepasa el 50%, bajo el cuidado de dos especialistas y diez residentes.

La doctora Tahymí apuntó la excepcionalidad que tuvo este accidente en la provincia y hasta el país, con 49 pacientes recibidos en los primeros 15 minutos del evento, lo cual fue un reto asistencial inédito. “Fue muy difícil ese día, lo principal es la clasificación y atención en la primera hora del arribo, decisiva para salvar vidas. Hubo que desplegarse hasta en el lobby del Hospital”, recordó, al destacar el apoyo de todo el personal médico y de enfermería, incluso de los estudiantes de medicina, que acudieron a reforzar.

Al mencionarle la otra gran emergencia reciente que vivió el territorio por la Covid-19, la directora expuso las diferencias entre ambas situaciones, de donde se sacaron lecciones en aspectos como la gestión de la cama hospitalaria, en la atención a pacientes y acompañantes, así como el manejo de una alta ocupación.

“En lo emocional este incendio fue algo muy fuerte. Matanzas en llamas, contaminándose, y quienes vinieron a defender lo que uno ama… Fue un momento de mucho dolor, susto, estrés”, dijo.

Elogió la disciplina de bomberos y rescatistas ante la atención médica. “Son personas que llegan y saben que tienen que aguantar, que quieren ayudar al médico a que los trate. Eso fue muy conmovedor”, dijo, entre anécdotas que prueban ese arrojo.

El otro acompañamiento que tendrá continuidad es la imprescindible atención psicológica que requieren las personas accidentadas y sus familiares. Ese soporte emocional comenzó desde la recepción de los pacientes, con un pequeño equipo de cinco profesionales de la salud mental, y se debe mantener durante las curas y luego por consulta externa, en procesos cuya duración dependen de la respuesta de cada individuo ante el estrés postraumático.

“Creo que todos van a necesitar ayuda psicológica después de este evento. Es un apoyo que a veces se subestima, pero es importante porque da herramientas de enfrentamiento”, concluyó.

 

Cómo no voy a llorar a mi hijo

El Velasco, en plena urbe matancera, no imaginó hospedar a parte de la familia de los que fueron a salvar la Base de Super­tanqueros y aún no regresan. Son los clien­tes que un hotel nunca quisiera tener.

Padre y hermana de Raciel. Foto: Noryis
Padre y hermana de Raciel. Foto: Noryis

 

En la barra del lobby, recostado al mostrador, despacio, sin prisa, Rolando Martínez se bebe un café. Tiene los ojos fijos en aquel televisor, en el fuego devo­rándolo todo, en el humo, los bomberos, en la manguera soltando chorros de agua. “¿Dónde estará el mío?”.

El 5 de agosto, antes de salir de La Ha­bana, Raciel Martínez Naranjo, de 36 años, llamó a su padre: “Me voy a una misión a Matanzas”. Él le dio su consentimiento, y el joven se subió a la pipa y condujo hasta la zona industrial de la urbe yumurina.

En Palma Soriano, Santiago de Cuba, una angustia profunda se sintió cuando lla­maron para avisar… Con la esperanza de una mejor noticia los padres y la hermana de Raciel llegaron a El Velasco. Poco des­pués, los familiares de los desaparecidos pasaron a un salón para reunirse con dos compañeros del Ministerio del In­terior. Les dijeron que plantearan lo que quisieran, que hablaran.

Rolando fue el primero: “Yo soy un agradecido de la Revolu­ción. Sé que ahora mismo millones de cubanos y de otras partes del mundo están con nosotros…, pero este sentimiento de dolor nada ni nadie no los quitará”, y el llanto le amarró la voz, por unos segundos.

“Me he preguntado qué de­bió hacerse ante el peligro repre­sentado por esos tanques, que se estaban calentando, si había que retirar a las fuerzas de allí. No me estoy quejando, pero hay que reflexionar, sacar experiencias, seguir capacitando a los com­batientes para evitarnos sufri­mientos tan grandes.

“Yo vi echar agua con mangueras muy estrechas, y uno sabe que aquí no tenemos toda la tecnología para enfrentar un in­cendio así. Yo culpo al bloqueo de los Es­tados Unidos por eso, por impedir comprar cosas que mi país necesita.

“En Cuba están sucediendo problemas muy difíciles. El Presidente de la Repúbli­ca Miguel Díaz-Canel Bermúdez gobierna el país en condiciones duras, pero hay que apoyarlo, ayudarlo, unirnos todos”.

Pasarán los años, y “seguiremos re­cordando a nuestros seres queridos, los que vimos crecer y formamos, fíjense si los formamos, que dieron el paso al frente, al igual que lo hicieron muchos como mi hijo que estuvo en el Saratoga”.

Raciel y su madre siempre fueron muy unidos. Él le profesaba un amor bonito, de llamadas diarias desde La Habana y siem­pre al tanto de ella, preocupado. “Mamá, si algo me llegara a pasar un día no me guar­des luto, no vayas a sufrir”. María Eugenia se pasa el pañuelo por los ojos: “Pero él es mi hijito, cómo no voy a llorarlo”.

 

Vigilantes de la naturaleza

Por tres días el joven jefe del grupo de pronósticos, Elieser Santiesteban Fru­tos, no se movió del Centro Meteorológico Provincial en los inicios del incendio en Matanzas. Cada una hora debían entregar a las autoridades un parte de la velocidad y dirección del viento, la altura de la co­lumna de humo y la posi­bilidad de lluvias sobre la zona prendida, de lo cual dependían las decisiones para salvaguardar a los habitantes de la ciudad.

Brigadas de varias empresas constructoras levantaron en tiempo récord y con peligro para sus vidas barreras de contención para evitar derrames de combustible que propagaran el incendio y contaminaran la Bahía. En la foto, camioneros comparten con el secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Construcción. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda
Brigadas de varias empresas constructoras levantaron en tiempo récord y con peligro para sus vidas barreras de contención para evitar derrames de combustible que propagaran el incendio y contaminaran la Bahía. En la foto, camioneros comparten con el secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Construcción. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Triangulación de da­tos entre las siete estacio­nes meteorológicas de la provincia, comunicación constante con la de Vara­dero por ser la más próxi­ma al lugar del siniestro, estimación por expertos y colaboradores desde dis­tintos puntos de la geogra­fía yumurina, todo entró en juego para sortear po­sibles contaminaciones del aire, en cuya medición in­tervinieron varias institu­ciones nacionales.

Pero la vigilancia sobre el medioambiente después de un suceso de esta índole se extenderá durante me­ses, según comentó Oscar Luis García, delegado del Ministerio de Ciencia, Tec­nología y Medio Ambien­te (Citma) en Matanzas. “Aunque no parece haber afectaciones permanentes o severas, ante fenómenos así pueden presentarse efectos locales, pues son procesos no lineales en la naturale­za”, razonó.

Las barreras de con­tención que se construye­ron alrededor del siniestro constituyeron una opor­tuna salvaguarda para un ecosistema que es sagrado en esa urbe, la bahía de Matanzas. “En las insta­laciones de Cupet existe una cultura de ese tipo de medida preventiva ante derrames de petróleo, aun­que igual habrá que estu­diar las profundidades del subsuelo para descartar filtraciones del combusti­ble”, apuntó.

Desde Matanzas has­ta Pinar del Río la red de estaciones científicas del Citma continuará el mo­nitoreo de diversas va­riables, en relación con la calidad del aire, el agua y el suelo, así como la vigi­lancia de los cultivos y los movimientos de las aves. “Hay series históricas so­bre el comportamiento de tales aspectos, y ante un desastre ambiental siem­pre se hacen estudios pos­teriores para descartar cualquier cambio”, expre­só el delegado.

 

Levantar todo otra vez

 

Con el paisaje a sus espaldas de toda la devastación que dejó el fuego, Rigel Rodrí­guez, director de la División Territorial de Comercializa­ción de Cupet en Matanzas, expresó que el objetivo será devolver la vitalidad a los servicios afectados.

Foto: José Raúl Rodriguez Robleda
Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Además de los cuatro tanques destruidos por el fuego, se perdieron las líneas o conductos que intervienen en el almacenaje de los com­bustibles. “Primero habrá que levantar toda la tubería desecha, y después preparar­nos para recuperar los siste­mas”, afirmó con una ecua­nimidad digna de admirar.

La otra batería con igual número de tanques no fue afectada por la catástrofe, pero sí se arruinaron con­ductoras comunes a toda la instalación que transporta­ban el carburante desde los buques.

Ya antes de que se enfria­ra la zona los expertos ha­bían comenzado a evaluar los daños y la cantidad de líneas que se requerirían reponer, para calcular los recursos necesarios, mientras en pa­ralelo acometían las prime­ras labores de limpieza.

Hay zonas que no fueron dañadas, explicó Rodríguez, como el área de supertan­queros, la de bombear com­bustible a las termoeléctricas Guiteras y Santa Cruz, el si­tio a donde llega el oleoducto con las producciones de pe­tróleo de occidente y centro, o los muelles.

Aquí lamentan otros per­juicios muy sensibles. El la­boratorio con acreditación internacional donde se reali­zaban los ensayos químicos, se perdió completamente, también los talleres de man­tenimiento, de automática, de electricidad. “Es una si­tuación bien compleja”, resu­mió.

Rodríguez estimó que ha­brá necesidad de movilizar fuerza de trabajo adicional en la medida que avance la recuperación, aunque toda­vía en la zona de los tanques no sería oportuno realizar acciones, hasta el fin de la búsqueda de personas desa­parecidas.

“En las áreas exteriores hay que recoger una gran cantidad de desechos y va a ser oportuno contar con todo el apoyo posible”, indicó. Ya desde el jueves de la semana pasada habían comenzado a extraer escombros con equi­pos de izaje, quedaba habili­tado el sistema contraincen­dios de los tanques salvados, y se preveía la revisión del sistema automático para la detección de incendios.

“Se va a necesitar una gran cantidad de fuerzas, en función de los recursos que se tengan y las tareas que se vayan a cumplir. Esta es la principal prioridad ahora mismo de Cupet”, afirmó.

En la división comercial de Cupet en Matanzas labo­ran cerca de 600 trabajado­res habitualmente, lo cual incluye los puntos de gas li­cuado y la atención al clien­te. “Hay dolor en el colectivo, es muy difícil lo que ha pa­sado”, expresó, al narrar que hay quienes lloraron al re­gresar a la base después del siniestro.

Al momento de conversar con Rigel algunos trabaja­dores no habían vuelto a la empresa, para evitar alguna imprudencia mientras se li­quidaba el incendio. “Pero también hay mucho ánimo para empezar a recuperar lo que tenemos y levantar todo otra vez”.

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