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¿Panamericanismo o la América para los Estados Unidos? Estados Unidos en las reuniones continentales

El interés de Estados Unidos por realizar reuniones con los países del continente surgió desde fines del siglo XIX. Un primer intento se frustró después del asesinato del presidente James A. Garfield en 1881, por lo que su promotor James G. Blaine perdió su cargo de Secretario de Estado y debió posponer ese proyecto, sin embargo volvió a asumir esa función en 1889 y logró realizar la Conferencia Internacional de Washington, considerada la primera conferencia panamericana.

Esta reunión se desarrolló durante meses, entre 1889 y 1890, cuando los delegados latinoamericanos fueron paseados por diferentes espacios de los Estados Unidos para mostrar sus adelantos.

José Martí observó muy de cerca aquella primera reunión y alertó a los pueblos de nuestra América a través de la prensa, como en “Congreso Internacional de Washington”, publicado en La Nación de Buenos Aires en diciembre de 1889:

Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, […] para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. […] urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.

El cubano veía el peligro que representaba aquel “convite” y planteaba la necesidad de evitarlo. Para demostrar ese peligro, comenzaba el párrafo mostrando cintillos de la prensa estadounidense:

“Los panamericanos”, dice un diario, “El sueño de Clay”, dice otro. Otro: “La justa influencia”. Otro: “Todavía no”. Otro: “Vapores a Sudamérica”. Otro: “El destino manifiesto”. Otro: “Ya es nuestro el
golfo”. Y otros: “¡Ese congreso!”, “Los cazadores de subvenciones”, “Hechos contra candidaturas”, “El Congreso de Blaine”, “El paseo de los panes”, “El mito de Blaine” […].

Tenía razón. Ese fue el inicio de la construcción del panamericanismo como instrumento de los Estados Unidos para sus “dominios en América”. Si bien aquella primera convocatoria no dio los resultados que el país convocante pretendía, inició el camino para llegar a ellos.

Con la entrada del siglo XX, después de haber alcanzado un primer objetivo como resultado de la intervención en la guerra hispano cubana de 1898, Estados Unidos convocó nuevas conferencias a través de las cuales se fue estructurando el sistema panamericano.

Cuba sería sede de la VI Conferencia en 1928, cuando la situación continental empezaba a hacerse muy convulsa, en gran medida por el rechazo a las intervenciones militares estadounidenses en Centro América y el Caribe, que eran más de veinte en las primeras décadas del siglo, con 33 desembarcos, y se evidenciaba la voluntad de lucha que podía representarse en Augusto César Sandino en Nicaragua en aquel momento. Por tanto, era importante para los Estados Unidos controlar muy bien la reunión de La Habana.

La preparación debía ser minuciosa y el gobierno presidido por Gerardo Machado se ocupó de ello en todos los detalles, lo que incluía impedir la presencia de delegaciones molestas para el país vecino, además de crear un ambiente tranquilo en la ciudad, donde no hubiera expresiones hostiles al imperialismo y su política expansionista.

No podía dejar de tenerse en cuenta que en aquella reunión cumbre un punto de discusión sería lo relativo a la intervención. Por tanto, había que asegurar que no se realizaran actos de rechazo al imperialismo en el contexto de la Conferencia, a cuya inauguración asistiría el presidente norteño Calvin Coolidge.

En las sesiones del cónclave, la delegación cubana tendría una función muy importante para cumplir el papel que correspondía en aquel escenario. El delegado Orestes Ferrara fue quien asumió la defensa de la intervención cuando el tema salió al ruedo.

Entonces dijo: “(…) no nos podemos unir al coro general de la no intervención, porque la palabra «intervención», en mi país, ha sido palabra de gloria, ha sido palabra de honor, ha sido palabra de triunfo, ha sido palabra de libertad: ha sido la independencia.” El propio Ferrara se encargó de relatar posteriormente, en sus memorias, lo que había ocurrido.

Según este político liberal, de origen italiano, que había combatido en la guerra de 1895 con los cubanos, cercano a Machado en cuyo gobierno asumió cargos importantes dentro del servicio exterior y era entonces embajador en los Estados, la situación se puso tensa en el debate del tema de la intervención.

Entonces, ante el acaloramiento de la discusión en la sesión plenaria, el jefe de la delegación norteamericana, Charles Evans Hughes, le envió recado con el embajador Noble Brandon Judah, diciendo que “si continuaban en aquel tono las violentas acusaciones, alentadas por un público, cuyas manifestaciones no se reprimían, él se retiraría de la Conferencia con toda su Delegación.”

Ante esta situación, según Ferrara, Manuel Márquez Sterling, miembro de la delegación cubana, le aconsejó hacer un discurso moderador. Este fue el motivo para que presentara el agradecimiento a la intervención norteamericana en la guerra de Cuba.

Aunque esa intervención en la asamblea obedeció a la necesidad, para la representación isleña de complacer a los norteños y evitar su retirada, Ferrara expone que la delegación cubana se mostró disgustada y solo recibió felicitación de los norteños. Según expresa el testimoniante, esto provocó los primeros indicios de la caída de su popularidad.

Como puede apreciarse en esta breve exposición, para los Estados Unidos la convocatoria de las reuniones cumbres continentales siempre han estado en función de sus intereses hegemónicos. Así surgió la primera convocatoria, cuando se daban los pasos iniciales para construir el imperio que después sería, luego se harían las otras para consolidarlo y enfrentar los momentos de peligros ante los cuestionamientos a su política.

Puede haber adaptaciones de discurso o de métodos, como en tiempos de Franklin Delano Roosevelt, pero el objetivo central hegemónico ha estado presente siempre. Hoy ¿ha habido algún cambio esencial?

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