Icono del sitio Trabajadores

Nunca he perdido mi esencia de médico (+ Videos)

Foto: Agustín Borrego Torres.

Hace 15 años el sueño del doctor Jorge Pérez Ávila era ver el fin de la pandemia de VIH/sida. Pero en vez de eso ha tenido que enfrentar, con sus más de 70 años, otra nueva: la Covid-19.

 

Entrevista al Doctor Jorge Pérez, investigador, héroe del trabajo.Foto: Agustín Borrego Torres.

 

Para este periodista constituye un raro privilegio haber sido durante casi dos décadas amigo, paciente y colega de múltiples causas y activismos de quien en octubre pasado mereció el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, por su aporte y entrega a la ciencia y la medicina.

En estas mismas páginas entrevistamos por primera vez al doctor Jorge en el año 2007, en un recorrido desde su infancia y juventud como joven “Cinco picos”, hasta su lucha contra el VIH/sida, cuyo primer caso en Cuba él diagnosticó y que ya le motivó a escribir tres libros sobre el drama de la enfermedad. En esa ocasión titulé con una de sus frases preferidas: “A mí me gusta jugar a los doctores”.

Es también de esos padres y abuelos por el cual muchas veces la familia ha tenido que esperar, aunque con una relación que considera muy bonita con sus nueve nietos y seis hijos, de los cuales tres eligieron también la medicina como profesión. “No les inculqué que estudiaran medicina, pero quisieron estudiarla, y se hicieron médicos, y buenos médicos”.

Un gran compromiso con mis pacientes

Tres lustros después de que el doctor Jorge nos confesara que nunca dice no a una tarea de la Revolución, su vida transitó por múltiples y delicadas responsabilidades administrativas y médicas, hasta volver hace pocos años a la exclusividad de su consulta de los miércoles, que nunca abandonó, junto con otras labores como asesor en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), su segundo hogar — ¿o el primero? —.

 

Foto: Agustín Borrego Torres.

 

Después de ser subdirector de atención médica por años, asumió muchas veces la dirección del centro en sustitución del doctor Gustavo Kourí, hasta su nombramiento al frente del IPK.

“Siempre preferí la asistencia médica, con independencia de que también hacía investigaciones. Era el médico que pasaba visita a las salas, que daba consultas. Y con las responsabilidades me quedaba menos tiempo para lo que yo más amaba”, recordó.

“Voy a asumir la dirección general, pero sepa usted que tengo un gran compromiso con mis pacientes y no los puedo dejar”, así le dijo al Ministro de Salud al asumir en 2011 el absorbente cargo, para negociar el tiempo de sus citas médicas a mitad de semana.

La renovación constructiva del IPK y la epidemia del cólera fueron algunos de los más difíciles jalones en su mandato. “Trabajé intensamente, desde las siete hasta las tres de la madrugada, pasando visita a pacientes a partir de las once de la noche. Todos los graves los vi yo”, enfatizó sobre aquellas duras jornadas en 2013 donde apoyó a su equipo incluso en el cuerpo de guardia.

“Porque yo nunca perdí mi esencia de médico. Me quitaba el saco de director y me ponía el de lo que siempre soy y me gusta hacer”.

Su labor no solo la ejerció en nuestro país. El mortífero terremoto del 2010 en Haití y la batalla de Cuba contra el brote de ébola de 2014 en África occidental, estuvieron entre las misiones internacionalistas del doctor Jorge Pérez, quien además lideró la preparación del IPK para enfrentar enfermedades que requirieran aislamiento riguroso y manejar virus muy contagiosos en condiciones de laboratorio, así como el entrenamiento de los médicos en condiciones de un hospital de campaña.

Asesor científico del país por su conocimiento de enfermedades infecciosas virales, acompañó los diálogos con la Organización Mundial de la Salud para la lucha contra el ébola. “Había quien no creía que los cubanos fuéramos capaces de hacerlo”, apuntó, al narrar que la recomendación era no manipular al paciente. “¿Ver a una persona en riesgo de morir y tener miedo a tocarlo? No, eso no lo hace un médico cubano, formado en esta Revolución, con el espíritu de salvar, no de cuidar a alguien hasta que muera”, explicó.

También guarda recuerdos dolorosos de su atención a dos internacionalistas que fallecieron por malaria y de su acompañamiento al doctor Félix Báez Sarría, quien contrajo el ébola en Sierra Leona y en medio de su extrema gravedad en el aislamiento de un hospital en Ginebra, le reconoció y dijo: ¿usted vino hasta aquí por mí? Profesor, me voy a salvar y volver al área médica, a seguir trabajando. “Yo me emocioné, todavía me emociono”, dijo con voz entrecortada.

El virus del Zika y su primer diagnóstico, el Dengue, la fiebre Chikunguña. Por el IPK y el doctor Jorge pasó el control de casi todas las enfermedades emergentes de las últimas décadas, así como cuestiones de alta política como las negociaciones en el área de salud con los Estados Unidos durante la presidencia de Obama. La reunión más grande con las autoridades de salud de aquel país estuvo pactada para un día después de que falleciera el Comandante en Jefe Fidel Castro. “Fue muy doloroso. Hubo incertidumbre sobre la suspensión o no del encuentro. Pero planteé que el mejor honor que podíamos rendirle a Fidel era hacerla, y aquí en Cuba ocurrió”, con grandes científicos de ambas partes.

Me correspondió llevar a los americanos a la velada por el Comandante. “Muchos de ellos me decían: no puedo creer que tan mal que hemos oído hablar de Fidel Castro durante 20, 30, 40 años, que esto sea así”, le comentaron cuando vieron la tristeza y respuesta del pueblo. “Porque uno tiene que hacer ciencia y hacer política, al mismo tiempo, de principios”, valoró.

 

Te la comiste, le dije a Vicente

Poder conjugar las labores administrativas y sus motivaciones existenciales fue para el doctor lo más difícil de ese intenso periodo que terminó hace cuatro años con su liberación a solicitud propia, por razones de salud. “Ya eran 72 años y tenía que cuidarme”.

“Había personas que se paraban en mi consulta, delante de mí, para que les firmara papeles. ¿Usted le pidió permiso al paciente?, preguntaba yo. Cuando lo hice cuatro o cinco veces nadie ya se aparecía”, contó sobre sus normas elementales de respeto.

 

Foto: Agustín Borrego Torres.

 

Y así, después de volver a su consulta casi a tiempo completo, lo sorprendió el inicio de la Covid-19. Pocos días después de los primeros casos en Cuba, a finales de marzo de 2020, fuimos a entrevistar a Jorge Pérez a su casa para conocer su criterio de experto. “Esto está empezando”, me dijo aquel día en una premonición cuya exactitud nadie podía sospechar todavía.

“Y dije más desde el principio, que solo habría solución con una vacuna”, rememoró. “Aquí cogieron miedo y me mandaron para la casa”, protesta todavía, en alusión a la medida lógica de preservar a las personas que podían ser más vulnerables por su edad.

“Unos meses después no pude resistir eso, y vi la necesidad que había de continuar la atención a personas con VIH. Y vine para acá, con careta, nasobuco, ropa adecuada”.

Jorge Pérez trabajó duro también desde su hogar en el estudio, evaluación y propuesta de los protocolos médicos para la atención a pacientes de Covid-19. Reconoce que Cuba, en relación con el resto del mundo, enfrentó la pandemia de una forma diferente y similar al mismo tiempo. Al aislamiento, la mascarilla y la hospitalización de quien enfermaba, el país también sumó el ingreso a las personas asintomáticas, con un aumento de los costos hospitalarios y una recarga del sistema de salud, centros de aislamiento, etcétera. “¡Pero nadie sabía lo que iba a pasar, ni quién se iba a poner mal o no! Hubo personas que entraban sin problemas y se agravaban a la semana. Había que coger experiencia”, evaluó desde el conocimiento de hoy.

Elogió la decisión de apostar por el desarrollo de nuestras propias vacunas, frente a alternativas como el mecanismo Covax, sobre el cual a él le consultaron. “Había que desembolsar un dinero inicial y podía dar resultados si escogían al país, pero era mejor poner ese dinero para las nuestras”, recapituló, al referir que también estuvo involucrado en reuniones con expertos de Estados Unidos para exponer los resultados de Cuba en la investigación y ensayos clínicos de nuestros propios inmunógenos.

“Lo hicimos bien. Te la comiste, le dije a Vicente (Pérez Bencomo) y también a la gente del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología”, resumió.

Al recordar con pesar a profesionales y personas cercanas que perdieron la vida como consecuencia de la pandemia, Jorge caracterizó la complejidad de esa enfermedad y cómo debieron estudiarla y enfrentarla sobre la marcha. Destacó la labor de profesionales jóvenes que asumieron la atención directa en la zona roja, y el trabajo en colectivo con los médicos de mayor experiencia. “Trabajaron con mucho tino, aplomo y sacrificio”, reconoció.

“Vino la vacunación y fuimos los primeros, porque éramos quienes más riesgo corríamos. Así estuvimos un poco más protegidos y empezamos a ver un cambio. Las personas vacunadas reaccionaban diferente, en su mayoría sin cuadros graves”.

Alertó que la Covid-19 provocó un gran impacto en los sistemas de salud, en Cuba y en todo el mundo. El distanciamiento, las consultas por vías digitales, son prácticas a las cuales hubo que acudir, sin ser lo óptimo. Por eso al ponderar la importancia de la sistematicidad en ver al paciente, valorar su tratamiento y corregirlo, sentenció: “siempre digo algo quizás jocoso y no muy científico, pero real: el médico que no mete la mano, mete la pata”.

 

 

Compartir...
Salir de la versión móvil