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Los que hicieron posibles las sonrisas

Desde la víspera empezaron a lle­gar a la capital procedentes de Pinar del Río, Matanzas y Las Villas todo tipo de vehículos repletos de obreros, campesinos y estudiantes. Muchos prefirieron esperar el amanecer en la Plaza, frente al monumento a José Martí, para estar más cerca de Fidel en el primer desfile socialista.

De izquierda a derecha. Consuelo Baeza, miembro del Secretariado Nacional de la CTC; Alberto Campos Abreu, Víctor Emilio Dreke, Jorge Ortega Delgado y César Alba, de la dirección Nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. Foto: Agustín Borrego

Hasta allí fueron los artistas para brindarles un colorido es­pectáculo desde una improvisada tribuna frente al Teatro Nacional. La medianoche casi los tomó a to­dos por sorpresa, restallante de si­renas e himnos, para después es­cucharse la voz del Capitán de la Clase Obrera, Lázaro Peña.

En los corazones latía la satis­facción por la victoria conquistada pocos días antes en las arenas de Playa Girón. Un mar de trabajadores y pueblo, pletórico de fervor patrióti­co, convirtió el desfile en una gran­diosa demostración de la voluntad de continuar por el camino elegido sin dejarse intimidar por agresiones.

Después de catorce horas y me­dia de marcha tomó la palabra el lí­der de la Revolución quien reflexio­nó sobre el triunfo alcanzado frente al invasor: “Quiero solo traer a la mente de todos cuál habría sido el cuadro de este país si el imperialis­mo se hubiese salido con las suyas. ¡Qué Primero de Mayo habrían teni­do nuestros obreros, si el imperialis­mo se hubiese salido con la suya!

“Y por eso, por eso pensábamos nosotros en todo lo que les debíamos a los que cayeron; por eso pensába­mos nosotros que cada sonrisa de hoy era como un tributo por los que hicieron posible este día dichoso y esperanzador de hoy”.

Con tres de esos combatientes la CTC organizó un encuentro con la historia, que tuvo lugar en el Centro Cultural Palacio de los Torcedores, como parte de las actividades previas al Día Internacional de los Trabaja­dores. Fueron ellos Víctor Emilio Dre­ke Cruz, presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cu­bana en la capital; Alberto Campos Abreu y Jorge Ortega Delgado.

Dreke había alcanzado los grados de capitán del Ejército Rebelde en la guerra de liberación. El 17 de abril debía incorporarse al Ejército Orien­tal, pero al enterarse del desembar­co mercenario se fue al escenario de los combates “por la libre”. Estuvo al frente de dos compañías del batallón 117 y el día 19 resultó herido.

Jorge Ortega Delgado y Al­berto Campos Abreu, ambos arti­lleros antiaéreos, estaban movili­zados aquel Primero de Mayo, no obstante conocieron detalles de la formidable demostración de uni­dad y firmeza del pueblo. Jorge que estaba emplazado en Puentes Grandes, se enteró por la radio de los vecinos del lugar cómo había sido la celebración y escuchó par­te del discurso de Fidel, mientras Alberto lo supo por el relato de sus compañeros de la base Granma a la que él pertenecía y a quienes les asignaron la misión de cuidar al pueblo en la Plaza. Su reacción fue de inmenso orgullo. Como si hu­biesen estado presentes.

Los tres, como otros tantos com­batientes que enfrentaron la in­vasión, habían contribuido, como expresó Fidel, a que se pudiera cele­brar en paz y con alegría el Día In­ternacional de los Trabajadores del año 1961, en que el imperio intentó destruir la Revolución.

Alberto y Jorge representaron a la juventud en aquellas heroicas jornadas. Alberto tenía 14 años al triunfo de la Revolución, y Jorge 15, eran trabajadores, del comercio y la salud pública, respectivamente, y fueron convocados para integrar las milicias por sus sindicatos. No olvidan las agotadoras caminatas para prepararse físicamente y forjar la voluntad y los intensos entrena­mientos para estar en condiciones de defender la patria.

A ambos les impresionó la pre­sencia de Fidel en la primera línea de combate: “Verlo en el central Australia nos dio una gran seguri­dad, señala Alberto, era como si tú estás en peligro y tienes al padre al lado tuyo”.

Jóvenes eran también muchos de los caídos. Alberto muestra las imágenes de algunos de ellos y ejem­plifica: Nelson Fernández Estévez tenía 14 años, era artillero, chofer igual que él, lo hirieron mortalmen­te el día 18 en Caleta del Rosario en un ataque de la aviación, y Rolando Valdivia Fernández, compañero de batería, fue abatido por morteros, sin haber podido cumplir los 16.

Las historias de los tres com­batientes convocados por la Central sindical para rememorar la gesta de abril, son vivencias de hijos del pueblo; nacional que todavía cami­nan por nuestras calles. A ellos el Secretariado de la CTC les entregó un diploma de reconocimiento, por­que se convirtieron en hombres de su tiempo y no obstante los más de 60 años transcurridos, siguen acompañan­do a los suyos en una epopeya no menos gloriosa que es la de resistir y desarro­llarnos.

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