Los momentos difíciles sirven para probarse

Los momentos difíciles sirven para probarse

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Si bien la huella creativa de Alberto Lescay Merencio resulta inconmensurable, él como persona no se ufana de grandeza alguna.

Lescay frente a un cuadro de su autoría cuando supo de la muerte de Fidel. Foto: Miguel Rubiera
Lescay frente a un cuadro de su autoría cuando supo de la muerte de Fidel. Foto: Miguel Rubiera

Sigue siendo el niño travieso del lomerío, el adolescente conguero del carnaval, el joven ávido de estudios, el hombre que pidió dinero prestado a la esposa para comprar una bote­lla de ron el mismo día que le dijo a Fidel, en una de las sesiones del IV Congreso del Partido, que junto a sus compañeros donaba el pago que debía recibir por las obras de la Pla­za de la Revolución Antonio Maceo.

Es, aunque a primera vista al­guien crea lo contrario, tal cual le gusta sean las personas: sencillo.

Va por las calles sin reparos de detener el paso ante el anciano que lo interroga “¿qué de nuevo está ha­ciendo?”; ante el niño que lo tutea; o frente a quien medio pasado de tra­gos le comenta jocoso, “ayer te vi en el vidrio”.

Confiesa que a 365 días de ha­ber recibido la estrella dorada de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, el mismo año que fue re­conocido como Premio Nacional de Artes Plásticas, le sigue latiendo la satisfacción de haber hecho cosas que “pasan por uno, pero les sirven a los demás”.

“El trabajo, cuando se hace de manera consciente, es reparador, constructivo, emocionante y lo mis­mo puede decir un tractorista, o un ponchero; uno ve en lo que hace una autorrealización y le produce felici­dad. Es bueno hablar de eso a los jóvenes, porque el trabajo no nece­sariamente hay que asumirlo como una forma de conseguir una mejor vida material.

“Por eso no nos detenemos, percibo que tengo alguna expe­riencia en la vida y quiero compar­tirla con las personas más jóvenes. He tenido la tendencia a no solo ocuparme de los procesos creati­vos, sino también de lo social, ahí están mis años en la Unión de Jó­venes Comunistas, en lo que antes fue la Brigada Hermanos Saíz, hoy Asociación, como diputado, como miembro del Comité Provincial del Partido…

“Esa vocación hacia otras for­mas de influir en la sociedad me acompaña, incluso ahora con la Fundación Caguayo. Siento que todavía puedo aportar y aprender mucho”.

¿Y enseñar mucho?

“Sí, claro que sí, nuestros talle­res son también escuelas, pero en general me siento en condiciones de intercambiar ideas del proceso revolucionario, tengo muchas in­quietudes del desarrollo de la so­ciedad y busco maneras de cana­lizarlas, me encantaría expresar algunas opiniones que pudieran ser interesantes”.

Por aquí podría comenzar, Maestro.

“Gracias, porque en verdad estamos en una etapa muy complicada del mundo, dada una conjunción de factores en los cuales todos partici­pamos de manera consciente o no.

“El gran imperio está fenecien­do y no quiere morir. Pero antes de hacerlo dejará secuelas, daños, los imperios no se rinden, no aceptan el fin cruzados de brazos. Eso está en la agenda del mundo, y nosotros como parte de él tenemos efectos concretos. El mayor es el bloqueo, esa acción brutal donde el factor hu­mano no interesa, es simplemente no aceptar que alguien pueda atreverse a enfrentar al imperio.

“En nuestro ámbito estamos de­cididos a construir una nueva socie­dad, pero debemos hacerlo con per­sonas preparadas y dispuestas, algo bien complejo teniendo en cuenta todo el contexto que nos rodea, el capitalismo y el poder del dinero.

“De eso tenemos que hablar, en particular con los jóvenes, pero ha­cerlo sin formalismos y sin triunfa­lismos y aprecio que hay mucho de eso en nuestras organizaciones polí­ticas y sociales”.

¿Y un poco de miedo? Miedo de ser mal interpretados, de ser juzgados de manera errónea.

“Sí. No acabamos de darnos cuenta de que hemos creado una sociedad muy inteligente y que los métodos de trabajo deben ir de acuerdo con esos niveles creados por nosotros.

“A veces nos quedamos con es­quemas viejos que no contribuyen de una manera importante a que los jóvenes sigan el camino, sigan el ejemplo de manera consciente, mu­cho más en medio de momentos con­vulsos como estos, con los medios de la desinformación inundando de mentiras las redes sociales, utilizan­do fórmulas que son engañosas, pero atractivas, en especial a los jóvenes.

“Eso sin duda confunde a mu­chos que creen en cantos de sirena y deciden abandonar el país. A veces a mí me da lástima ver cómo arries­gan sus vidas, cómo están a merced de traficantes de personas sin el más mínimo escrúpulo.

“Yo soy de los que creen que es necesario viajar, conocer otros paí­ses, interactuar con otras culturas. Emigrar es normal, los cubanos so­mos el resultado de grandes migra­ciones, lo malo es que se haga de una forma irresponsable.

“Hay que revisar las institu­ciones para ver cómo después de la pandemia se van recuperando y atemperando a ese trabajo para apoyar a los jóvenes y a los niños en su proyección integral, e ir de­tectando incluso los futuros líde­res, esa es una responsabilidad muy grande”.

Desde el arte también debe asumirse esa responsabilidad. ¿Cómo lo hace la Fundación Caguayo que usted lidera?

“El mundo de la subjetividad, de la espiritualidad, forma parte esencial del ser humano, porque no solo es lo material. El necesario equilibrio en­tre uno y otro es lo que puede dar la felicidad a las personas.

El artista pondera el cuidado que reciben muchas de las esculturas creadas por él, pero lamenta el descuido que se enseñorea sobre otras marcadas por el formalismo de solo atenderlas en fechas, actos y eventos. Foto: Miguel Rubiera

“Por eso me he entregado al arte y he tratado de sumar a otros, me interesa mucho la formación de jóvenes para dar continuidad a esta experiencia de Caguayo, con un tra­bajo honesto, ético, consecuente con su propio surgimiento, en 1995, en pleno período especial.

“De ahí nace el que no les tema­mos a los momentos difíciles. Los momentos difíciles también sirven. Sirven para probarse a uno mismo, para concebir ideas nuevas acordes a la situación, para movilizar los re­cursos que tenemos dentro y nunca los habíamos expresado.

“Trato de influir en ello desde el punto de vista conceptual, eso me in­teresa muchísimo.

“De igual modo está el proyec­to Somos, con mis hijos artistas, en un escenario público, El Ingenio, en la calle Enramadas. Se trata de un espacio para la poesía, la danza, la plástica, en conjunción con la salud profunda del ser humano, el naturis­mo, la paz interior.

“También trabajamos en el Pra­do de las Esculturas en una zona ru­ral próxima a la ciudad, ya rescata­do del abandono en que estaba, para que se integren la estética, la natu­raleza y la historia de Cuba, tenien­do en cuenta el entorno donde está enclavado, cerca del vara en tierra donde el teniente Pedro Sarría salvó a Fidel, que fue salvar la Revolución, con la frase de que las ideas no se matan”.

Ideas que volverán a defenderse este Primero de Mayo en la plaza que bien podríamos identificar como la plaza de Lescay.

“De Lescay no, de Maceo, y Ma­ceo puede seguir ayudando mu­cho, como mismo lo puede hacer Aponte, en cuyo monumento estoy trabajando ahora. Yo los asocio mucho porque son personas, por cierto, negras —no podemos desco­nocer que a veces se ha minimiza­do la capacidad de los negros— con un nivel de visión, de entrega, que sin duda son precursores de toda la grandeza, la fuerza e inteligen­cia de este pueblo.

“La Plaza Antonio Maceo es un símbolo, como lo es la frase de Fidel de que Cuba será un eterno Baraguá. De manera que esa plaza debe seguir siendo y viéndose, para eso la hicimos, como escenario de optimismo, de espíritu de lucha, de combate por nuestro socialismo.

“Eso me hace feliz, ese es el premio mayor, junto con el respeto del pueblo, que le interesa el tra­bajo que hago.

“Todo comienza por ahí, por ese trabajo en el que me fragüé con el legado de mi abuelo mambí, de mi padre, de mi madre, acompa­ñado por la suerte de haber na­cido en 1950, y que justo cuando comenzara a preguntarme quién quería ser, qué quería ser, triunfó la Revolución”.

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