Yanisbell, entre girasol y tomate

Yanisbell, entre girasol y tomate

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 -I-

“Uno de los mayores apor­tes de la ciencia a la agricul­tura han sido los programas de mejoramiento genético de­sarrollados después del triunfo de la Revolución, con la claridad del Co­mandante en Jefe para crear institu­ciones que atendieran cada cultivo”.

Yanisbell Sánchez Rodríguez tiene certeza de lo que dice; es una de los tantos investigadores que le han puesto el alma e inteligencia. “Tenemos soberanía para producir algunos renglones, como arroz, ta­baco, hortalizas; no solo su semilla, sino la tecnología del cultivo, las co­sechas…

“En otros casos, aunque no se sustituyen totalmente, Cuba logró que variedades que no fecundaban semillas en condiciones tropicales las dieran: cebolla, zanahoria, col…, híbridos de tomate: fui a hacer hí­bridos de tomate en los túneles, un trabajo muy fino y cuidadoso.

 

Entre los híbridos de tomate están las neuronas de Yanisbell. Foto: Cortesía de Yanisbell Sánchez Rodríguez
Entre los híbridos de tomate están las neuronas de Yanisbell. Foto: Cortesía de Yanisbell Sánchez Rodríguez

 

“Lo vemos como algo natural, mas una variedad no se hace en un día. Si utilizas métodos tradi­cionales en algunas puedes pasar hasta 10 años para que cumpla los requisitos de adaptabilidad, esta­bilidad, rendimiento…”.

Para la directora general del Instituto de Investigaciones Fun­damentales en Agricultura Tropi­cal Alejandro de Humboldt (Inifat) no hay temas tabúes. “Reconozco que en los últimos años esos pro­gramas no han sido suficientemen­te actualizados. Con la situación actual y la escasez de alimentos es bien complicada esta pelea, pero sin la ciencia, ¿qué sería de la agri­cultura cubana hoy?

“Están los bioproductos logra­dos en estas instituciones, aunque el escalado (multiplicación industrial) no lleva el mismo ritmo. Tenemos estimuladores del crecimiento vege­tal, fijadores de nitrógeno, de fósfo­ro… Cuando en los años noventa el Comandante en Jefe instó a buscar alternativas, la ciencia entera se vol­có y ha sido un gran logro.

“Otro tema son los controles biológicos; fuimos pioneros en ello y hay muchas cosas que se siguen haciendo, porque los CREE (cen­tros de reproducción de entomófa­gos y entomopatógenos), que pare­cen pan comido, salieron de la cien­cia cubana.

“Si tuviera que hacer una crítica diría que no hemos ido a la misma velocidad que el país lo ha requeri­do; lo digo como científica, no como entidad; necesitamos más. No alcan­za, no es suficiente el abastecimien­to…, quizás tenga que ver con la in­novación.

“Es difícil hablar mal de lo que uno crea, pero contamos con los re­cursos de pensamiento para seguir trabajando; todo debe ir junto: la in­vestigación, el escalado, la aplicación y el reconocimiento de que la semilla que hoy se está sembrando la obtuvo un investigador trabajando con un campesino, con una empresa”.

 

-II-

 

Foto: Ana Margarita González

 

La pasión de esta mujer, joven y be­lla, sale por sus ojos, sus gestos, sus énfasis: “El trabajo más grande que hicimos (se refiere a un equipo de in­vestigadores) fue la caracterización y evaluación de los cultivares de gi­rasol que existían en el país —orna­mentales o aportadores de aceite—, que les dieron el punto de partida a los mejoradores para que puedan hacer nuevas variedades.

“Montamos experimentos de gi­rasol; los ornamentales los sacamos adelante, tuvimos bellezas. Había comenzado la maestría y mi tesis fue sobre esta especie…

“Eso permitió recomendar, en aquel momento, las mejores para la producción de aceite, un trabajo que ahora se extiende en la Empresa Agropecuaria Horquita, de Cienfue­gos, donde hay una planta pequeña para las extracciones, que les permi­tirá hacer las papas prefritas y de­más renglones que ellos elaboran.

“Considero que el girasol debe ser más estudiado en Cuba como or­namental, como un aporte desde la agricultura a alimentar la espiritua­lidad, porque gusta mucho a la po­blación”.

Los últimos 15 o 16 años los ha dedicado a la agrobiodiversidad en áreas protegidas (específicamente en Sierra del Rosario y Cuchillas del Toa), “un asunto del cual Cuba fue pionera desde la década de los noventa, a partir de demostrar me­diante estudios preliminares que no hay contradicción entre conservar los recursos naturales y producir alimentos; y lo defendemos porque si apartas la conservación estás apar­tando a la gente, a quienes contribu­yen a la biodiversidad”.

Yanisbell siempre quiso trabajar en el Inifat. Pudo quedarse dando clases en la Universidad Agraria de La Habana, donde estudió y se gra­duó como ingeniera agrónoma, pero el instituto le fue entrando al alma con cada visita que asiduamente ha­cía junto a su padrastro. Además, el centro científico más antiguo del país está ubicado en Santiago de las Vegas, a dos cuadras y unos metros de la única casa que ella ha habitado en sus 41 años.

La historia de su nacimiento, de ser única hija y ser criada entre abue­los y tíos, quienes le impusieron una recia disciplina y le profesaron gran amor; sus travesuras y malcriadeces; sus estudios en el terruño hasta llegar al preuniversitario Mártires de Hum­boldt 7, de San Antonio de los Baños; su aparente renuncia a algunos temas de la investigación (la genética, por ejemplo); sus responsabilidades como directora del Inifat y diputada duran­te dos legislaturas bien conformarían sus memorias. Mas le quedan muchos aportes por hacer para confinarse en­tre carátulas.

“La experiencia más linda de mi vida fue el preuniversitario, el lugar donde aprendí todo. A nadar porque tenía una piscina, a bailar, me enamoré, mis gustos sobre la li­teratura y la música son de ahí; era un ambiente de personas diversas y buenas; una disciplina que obligaba a estudiar y a ampliar la cultura, allí compartí con gentes geniales, luego he conocido a muchos y he hecho grandes amigos”.

Yanisbell sabe que se enamora rápido de sus tareas y eso le ha per­mitido transitar desde la investiga­ción y la genética, las responsabi­lidades políticas y administrativas, donde ha sido jefa de equipo, direc­tora de Desarrollo, directora ad­junta y directora general del Inifat.

“A mediados del año 2017 asu­mí un instituto casi sin cuadros, con una situación económica com­pleja, un centro con 160 años de construido que empezaba a repa­rarse. No le cogí miedo, iba desde pequeña, y he contado con la ayuda de muchas personas e instituciones”.

 

-III-

 

En el 2013 la FMC la propuso como candidata a diputada y fi­nalmente electa. “Adolfo Rodrí­guez, que era el director del Inifat y había sido diputado, me dijo que era un gran honor, que iba a apren­der, y he aprendido un montón…

“No me gustan las entrevistas, ni los medios, no soy importan­te para dar entrevistas… Al tér­mino de ese mandato la segunda propuesta salió de la Anap; actúa como vicepresidenta de la comisión agroalimentaria. Esta legislatu­ra ha sido muy intensa, un traba­jo arduo, nos preparan, hablamos con la gente en los barrios, con los productores…

“No tengo hijos ni sobrinos, y aunque me hice estudios hormona­les, soy del criterio de que las cosas se pueden o no; no me he quedado frustrada, todo el cariño lo vierto sobre… tantas satisfacciones: he viajado con los asuntos de la cola­boración, he representado a Cuba en el exterior, en eventos de en­vergadura. Estoy en paz conmigo misma; he logrado una armonía entre familia, trabajo y las respon­sabilidades en la asamblea.

“Lo más difícil, lo que más me ha golpeado ha sido la ingratitud de la gente. Tengo una teoría so­bre los defectos y hay algunos con los que no soy compatible. Soy feliz; sería diputada por siempre y asumo que es mucha responsa­bilidad, un comportamiento en la vida; te da un conocimiento enor­me y te obliga a ser transparente, crítica, a la vez que protagonista de tu tiempo”.

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