Servicios Comunales: Historias de amor al oficio

Servicios Comunales: Historias de amor al oficio

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No tienen dones mágicos ni su­perpoderes, sin embargo, poseen el don de transformar lo sucio, lo feo, el dolor, pero en muchas oca­siones, lamentablemente, solo re­ciben como “premio” la indiferen­cia, incluso, la desconsideración.

Este 15 de febrero, Día del Trabajador de Servicios Comu­nales, es un buen momento para expresarles nuestro agradeci­miento, por su aporte a la salud, por la humildad y constancia en la labor que realizan.

 

Hombre limpio

El embullo de José Miguel ya dura 15 años y asegura que serán muchos más. Foto: Pedro Paredes Hernández
El embullo de José Miguel ya dura 15 años y asegura que serán muchos más. Foto: Pedro Paredes Hernández

José Miguel Castillo Flores anda desde la madrugada en un vehículo color mandarina chi­llón que no se desplaza a gran velocidad, ni posee encantos que atrapen a su paso, pero deja una estela de higiene. Pertenece a la Dirección Municipal de Servi­cios Comunales de Pinar del Río.

Él es jefe de brigada de la do­tación de un camión colector de desechos sólidos, labor en la que lleva casi 15 años. “Empecé por embullo, un amigo me trajo; me quedé, no porque sea trabajo fá­cil de conservar, es que me gusta; mejor que este no he tenido otro, se lo digo a los que me critican, estuve antes en la construcción y esto no lo cambio, aquí puedo ayudar a la población.

“Mi familia me apoya, yo he traído aquí a mis hijos y les ex­plico que para mí es un prestigio trabajar donde otros no quieren. Cierto que hay suciedad, pero que su papá es un hombre limpio y me gusta que la casa esté orga­nizada, recogida.

“La población tiene que ayu­dar a los trabajadores de Comu­nales. A veces echan la basura al lado del contenedor, nos miran y no les importa. No les interesa la higiene, ni tienen en cuenta que hasta podemos enfermarnos si cogemos una bacteria”.

 

Yo me pongo en su lugar

Para Miriam el respeto a los familiares de los fallecidos y la comprensión de su dolor es algo imprescindible. Foto: Pedro Paredes Hernández
Para Miriam el respeto a los familiares de los fallecidos y la comprensión de su dolor es algo imprescindible. Foto: Pedro Paredes Hernández

Miriam Hernández López hoy peina canas, pero comenzó en el arte de los arreglos florales sien­do una adolescente de apenas 13 años. Acompañaba a sus padres que laboraban en la fábrica de coronas, la que ella administra hace más de dos décadas.

“Empecé vendiendo flores en la calle, luego pasé a la recepción y después a la administración. Casi todas esas ofrendas que se colocan en actos políticos y cere­monias las hago yo. Eso es lo que más me gusta, al igual que hacer los ramos”.

Sin embargo, ese disfrute no es lo que prima en sus jornadas, marcadas por la lidia constante con el dolor ajeno: “Yo me pon­go en el lugar de los familiares y les digo a mis trabajadores que hay que tratarlos con mucho ca­riño, atenderlos bien, pues están pasando por un momento muy duro. Felizmente y hasta ahora, nunca he tenido ninguna queja de la población”.

 

Llorar por dentro

Gabriel fue uno de los hombres que lidió cara a cara con el impacto de la COVID-19. Foto: Pedro Paredes Hernández
Gabriel fue uno de los hombres que lidió cara a cara con el impacto de la COVID-19. Foto: Pedro Paredes Hernández

“Aquí llegué como sancionado, tenía que estar cuatro años, le cogí la vuelta al trabajo y ya lle­vo 20, es duro. Uno se acostum­bra, y además, alguien tiene que hacerlo”.

Gabriel Camejo Linares es sepulturero en el cementerio mu­nicipal de Pinar del Río: “Con laCOVID-19 abrimos tumbas de noche, de madrugada, bajo agua; había que hacerlo directo en la tierra. Me enfermé, me recuperé y volví enseguida, pues hacía falta.

“A los familiares de los fa­llecidos los consolamos, y lo ha­cemos con mucho respeto. No es lo mismo cuando muere un niño que una persona mayor, pero, aunque duela y lloremos por dentro, tenemos que ponernos fuertes, pues si te dejas llevar no haces tu trabajo, aquí me he en­frentado con la realidad, ya sé lo que es la vida”.

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