África, más que malas noticias

África, más que malas noticias

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Para muchos el SARS-CoV-2 aún no es el mayor problema de salud de África. Si comparamos fríamente las estadísticas aparece entre los menos afectados. Representa el 16,72 % de la población mundial y según datos en tiempo real del sitio de referencia mundial Worldometer, han ocurrido allí el  4,2 % de las muertes por COVID-19.

Fuente: Worldometer/ 7 de enero 2022

“La transmisión ha sido alta, pero la gravedad y la mortalidad han sido mucho más bajas que las predicciones originales”, sostienen expertos de la Academia Africana de Ciencias, quienes valorizan la experiencia de las autoridades regionales en la gestión de epidemias. Otros desconfían de los registros debido al acceso insuficiente que han tenido varios países a los test y a las limitaciones sistémicas para contabilizar los casos.

La región posee la más baja cobertura en sistemas de protección social en el mundo, apenas alcanza al 10 % de los más de mil 389 millones que la habitan, y durante el año 2021 el número de africanos viviendo en la pobreza extrema aumentó en 38 millones de personas.

Este es el continente más joven del planeta, con una edad media de 18 años, lo cual contribuye a generar una respuesta positiva frente al virus, como también lo hacen sus peculiaridades climáticas, la inmunidad preexistente y ciertos factores genéticos.

Esta zona, subvalorada por los grandes decisores, ha recibido el 3 % de las vacunas administradas en el mundo y solo el 7,5 % de la población africana está completamente vacunada, dice la Organización Mundial de la Salud (OMS).

John Nkengasong, director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de la Unión Africana (UA), reconoce que “la vacunación masiva es el único camino para tener bajo control la pandemia de COVID-19”, y por ello el organismo regional insiste en inmunizar al menos el 70 % de su población este año.

En febrero del 2021, Ghana recibió 600 mil vacunas Covax (AstraZeneca/Oxford bajo la licencia del Instituto del Suero de la India), se convirtió así en la primera región beneficiada con ese proyecto. Diez meses después la inmunización masiva sigue pendiente no obstante el creciente consenso acerca de que esa es la vía para evitar el surgimiento de nuevas variantes como la sudafricana ómicron, que desató la sexta ola de contagios a nivel mundial.

Pero desplegar una cruzada de salubridad de ese tipo no es tarea fácil. El escándalo de vacunas caducadas en Nigeria (noviembre del 2021) evidenció que muchos países africanos no tienen capacidad técnica ni el personal necesario. También confirmó que para las farmacéuticas el mayor peso sigue estando en la rentabilidad económica.

El desigual desarrollo se expresa claramente en las estadísticas de la industria farmacéutica: los medicamentos fabricados en el continente apenas representan el 3 % de la producción mundial; el 95 % de los fármacos consumidos allí provienen de países como Sudáfrica y Marruecos, que a su vez satisfacen entre el 70 % y el 80 % de su demanda interna, mientras que países de África central, en cambio, deben importar toda su demanda.

Instituciones como el Banco Mundial, la Corporación Financiera Internacional y el Banco Africano de Desarrollo anunciaron a todo bombo que apoyarían proyectos para la producción farmacéutica vinculados a la COVID-19, sin embargo, los recursos no han llegado, refiere una investigación realizada para el sitio digital The Conversation por David Richard Walwyn y Padmashree Gehl Sampath, profesores de las universidades de Pretoria y Harvard, respectivamente.

En muchos sentidos África es un reservorio natural de esperanzas y potencialidades. “Me rebelo contra la naturaleza del sistema y su capacidad para destruir”, ha dicho la escritora y activista antiglobalización Aminata Traoré; mientras el Nobel de Literatura del 2021, Abdulrazak Gurnah, ha invitado a ser generosos: “Las vacunas existen, pero falta la capacidad de pagarlas”. El músico senegalés Khaly Thioune, por su parte, no pierde la fe en que, a pesar de todo, algún día sean vistos como lo que son, un continente lleno de cultura, historias y saberes. “Mi tierra es más que malas noticias”, defiende.

(Con información de Worldometer)

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