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Olorum irradia aché

La ciudad de Camagüey acogió la pasa­da semana la décima edición de su Festi­val Olorum, consagrado a las expresiones danzarias de la cultura popular y tradicio­nal.

Foto: Rodolfo Blanco Cué/ ACN

La llamada danza folclórica escé­nica (aunque el propio término folclor está ahora mismo en discusión) cuenta en Cuba con un sólido movimiento crea­tivo. Prácticamente no hay provincia de este país que no tenga una o más de una agrupación. Algunas de las más signifi­cativas acudieron a esta cita que se ha consolidado como plataforma de sociali­zación de un arte rico y palpitante, y que incluyó también un evento teórico en el que se reflexionó sobre realizaciones y desafíos del arte coreográfico y del ejer­cicio interpretativo.

Lo más importante es que esos debates tendieron puentes a las prácticas cultura­les de las comunidades. No es el Olorum un Festival que se haya regodeado nunca en elitismos estériles.

La confluencia de múltiples discursos escénicos caracterizó esta edición. Llama la atención que se programara incluso una compañía de danza moderna, la villacla­reña Danza del Alma: esa vocación ecu­ménica (que define al propio movimiento de la danza cubana) garantiza un acceso más democrático a las disímiles propues­tas: la cultura del pueblo es (o al menos así debería asumirse) la cultura toda.

Los espectáculos de la agrupación guan­tanamera Babul, de la capitalina compañía JJ, de Camagua, y del anfitrión el Ballet Fol­clórico de Camagüey, ofrecieron un panora­ma interesante de un acervo y de su recrea­ción actual. No estuvieron todos los que son (algo imposible, y más teniendo en cuenta las limitaciones de la nueva normalidad), pero todos los que estuvieron, son.

Esa escenificación de las expresiones tradicionales requiere de un diálogo per­manente con el foco, de un compromiso con los valores esenciales de la cultura po­pular. No se trata de “intelectualizar” un legado, hasta el punto de volverlo ajeno a las propias dinámicas sociales. Pero tam­poco de abaratarlo con concesiones popu­listas.

Como reza el eslogan del Festival: Olo­rum irradió aché… y el concepto trascien­de las meras implicaciones religiosas (que marcan, y mucho); se irradió sobre todo cultura, que es sensibilidad, pensamiento y espíritu.

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