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La esperanza en un pinchazo

Todo comenzó hace más de 30 años. No ha­bía pandemia ni muertos por miles. Apostar a microscopios, biotecnología, investiga­ciones y vacunas en medio del período especial solo era posible con un sol de luz larga, convencido de que la ciencia podía ser capaz de salvar un país.

Diseño: Elsy Frómeta

Todo continuó con la urgencia de niños, ado­lescentes, embarazadas, adultos y abuelos. La arrancada fue contra el tiempo y conscientes de que la COVID-19 se robaba cada 24 horas una vida que únicamente un pinchazo podría contener. Entonces los días se empataron con las noches, los laboratorios pasaron a ser ca­sas de algunos, y el temor inicial fue cediendo al conocimiento y a la ciencia.

Todo se volvió rostro y soberanía. A diferencia de otros países, aquí cada paso, cada ensayo clínico, cada vacuna, no era de una empresa farmacéutica intentando ganar dinero. Cuba tenía rostros para Abdala, Soberana 01, 02, Plus y Mambisa. Hombres y mujeres sin fama, pero que explicaban, persuadían y conven­cían con una dosis insuperable: la dosis de fi­delidad a su patria, a su gente.

Todo cambió en medio de un pico pandémico. Un pinchazo en cada hombro devolvió sonri­sas, tranquilidad y esperanzas. Las horas de desvelo y ausencias familiares cargaban, por fin, su recompensa. Los niños volvieron a las escuelas, las fábricas respiraron calor humano, la abuelita pudo ver graduarse a su nieta, las playas se llenaron otra vez y Cuba se abrió de nuevo al mundo.

Todo sigue siendo historia. El médico y el cien­tífico son héroes con batas blancas para orgullo de un pueblo. Una dosis de re­fuerzo abre el 2022 y crece el ímpetu de trabajar por una economía más robus­ta y detener la inflación galopante. Somos sobrevivientes de una época que ha vuelto a enseñarnos cuánto más se puede lograr si confiamos en esos valo­res que nos repletan los cora­zones: so­lidaridad, bondad y amor.

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