Mujer rural como una Caperucita Verde

Mujer rural como una Caperucita Verde

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Como si hubiera salido de un pasaje del cuento infantil de Caperucita, pero no roja, viste las tonalidades de los retoños y lleva una capucha de igual color; en medio del campo recién sembrado, donde se divisa hasta el infinito, pienso, siento que no teme a un lobo feroz y está segura de que dentro de un par de años la plantación se cubrirá de guayabas gracias a los cuidados de un colectivo que la tiene como jefa.

 

Foto: Ana Margarita González

 

¿Mujer empoderada?, pregunto y un hombre afirma: Olga Lidia Santana Rodríguez, tiene experiencia y agallas para hacer parir hasta las piedras. Lo ha demostrado por más de 30 años sobre este suelo, que antes sembrábamos con cítricos y ahora con guayabas.

Foto: Ana Margarita González

La Caperucita Verde está justo delante de mí, serena y alegre, aunque también un “lobo” la aceche: la responsabilidad de dirigir, con otro cambio de estructura, a un colectivo de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Granja no. 2. Dicen que es novedoso porque da más autonomía, manejan un presupuesto, los ingresos, la distribución de utilidades, y creo que del cambio no saldrán productos sino dolores de cabezas, adaptaciones, aprendizajes.

Olga no le teme a nada y confía en que el financiamiento otorgado por el Fondo de Fomento Agropecuario al polo productivo de la Empresa Agroindustrial Victoria de Girón les dará beneficios para atraer a más trabajadores y pagar las inversiones.

“En una primera etapa haremos pagos por anticipo, luego será por los resultados, comercializando entre el 20 y el 25 % de las frutas frescas y el resto se destinará a la industria.

“Son 120 hectáreas (ha) que acabaremos de plantar de guayabas en octubre, con un marco de siembra y rendimientos reducidos a la mitad: 700 plantas /ha (adaptado a los sistemas de regadío), para cosechar alrededor de 10 t/ha, y le intercalaremos otros renglones. Es un cultivo más noble que el cítrico, lleva menos tecnología y esperamos pagar la inversión al cuarto año”, comenta Olga.

Aunque la Caperucita Verde no tiene tipo de guajira, está orgullosa de la vida que escogió, “nací en medio del campo y llevo 48 años en la comunidad Marcos, que construyó mi padre” y desde donde proyectó su historia: “jovencita empecé a trabajar en los cítricos; durante 17 años fui obrera agrícola; me hice técnico en agronomía y transité a técnica, inspectora, jefa de área y ahora de colectivo.

“Lo más difícil de la agricultura es el Sol, los cambios de temperatura. No le temo a las adversidades, la rudeza, a los animales, ni enfrentar a los trabajadores en condiciones tan difíciles. “Peleo bastante, todo el día; los obreros llevan conmigo mucho tiempo y me respetan; es una fuerza estable: 13, y deben incorporarse otros.

“Son muy buenos, laboriosos. Hay una sola mujer en el colectivo y la prefiero a dos hombres; pueden ser mejores, más consagradas, trabajan al detalle, son más delicadas”.

Introduzco el tema de la mujer en el campo, y Olga opina segura, confiada: “la agricultura proporciona proyectos de vida interesantes, no excluye ni discrimina; puedes estudiar, superarte, ser científica y liderar programas, todo depende de lo que te propongas”.

Cada 15 de octubre, la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) reconoce a la mujer rural por su contribución al desarrollo de las comunidades y la agricultura, la erradicación de la pobreza y la mejora en la seguridad alimentaria.

 

Foto: Ana Margarita González

 

En Cuba, el 23 % de la fuerza laboral del sector es femenina (cerca de 200 mil trabajadoras), unas 3 mil féminas ocupan puestos de dirección y otras dos mil se vinculan a la investigación.

De la ciencia junto al surco también conoce Caperucita: “hay que intercalar cultivos —sin descuidar el principal— para aprovechar el suelo, aplicar productos químicos protegiendo cada planta (las tapan con una tanqueta plástica), utilizar adecuadamente el regadío, sembrando las posturas al lado del dispositivo del agua… Y hacer guardia con los propios trabajadores las 24 horas, porque se roban las posturas”.

Ante la envergadura de tanto esfuerzo, la ONU llama a sus estados miembros a mejorar las condiciones de las mujeres rurales, prestar atención a sus necesidades y empoderarlas en el ámbito social, económico y político. Cuba cumple su parte; Olga es un paradigma: “Me gusta lo que hago, estoy satisfecha”.

 

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