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Detrás del cuarto lugar en mundial de béisbol Sub-23

Este sábado 2 de octubre concluyó en Hermosillo, México, la tercera versión del Campeonato Mundial de Béisbol sub-23 con el título de Venezuela –sin duda el mejor equipo del torneo-, en tanto México y Colombia completaron el podio, por ese orden. Para Cuba quedó un cuarto lugar que complace y merece aplausos por muchos motivos, aunque la pregunta esencial estriba en si ese puesto corresponde realmente al nivel de nuestro béisbol hoy.

No pudimos con Colombia por segunda ocasión. Foto: www.wbsc.org

Desde la posposición del evento por un año a causa de la Covid-19 la selección nacional dirigida por Eriel Sánchez encontró muchas piedras, algunas objetivas como concentración limitada a Sancti Spíritus y cero topes internacionales, otras más subjetivas como nombres que debieron estar y no se convocaron (Yosimar Cousin y Yunior Tur), en tanto el goteo de peloteros (11 en total) que se quitaron el uniforme en tierra azteca para aspirar a jugar en el beisbol profesional abrió un duro agujero.

A pesar de eso, el primer objetivo se cumplió, pues avanzamos a la súper ronda tras perder solo con los anfitriones en la fase clasificatoria del grupo. Luego, dos conjuntos se atravesaron en la búsqueda de las medallas: Venezuela y Colombia, este último por partida doble, pues caímos primero 6-1 y en la pelea por bronce nos repitieron la dosis 5-3.

Con total justicia debemos reseñar que las últimas imágenes de nuestro equipo fueron quizás las más positivas. Remontaron un partidazo contra Panamá 9-8 cuando parecía imposible, y en la segunda oportunidad contra los cafeteros sacaron lo mejor que tenían en el box: Naykel Cruz y Marlon Vega, pero otra vez los bateadores no completaron la tarea y la diferencia de dos carreras se hizo un rascacielos sin elevador para subir.

Nombres como Yuddiel González, Guillermo García, Loidel Chapelli, Rangel Ramos y Yandi Yanez llevaron la inspiración con el madero indistintamente. La defensa con ocho errores fue la sexta más débil del certamen y por supuesto, los dolores de cabeza para hacer una alineación (en la fecha conclusiva no había ni siquiera un jugador para cambiar a la defensa) y motivar a los muchachos en cada salida al terreno se convirtieron en grandes retos, jamás vistos en una dirección de equipos Cuba de cualquier categoría.

De ahí que el cuarto escaño y los 430 puntos acumulados para el ranking de la Confederación Mundial de Béisbol y Sóftbol sean merecedores de aplausos. Sin embargo, es saludable no asociar eso a nuestro lugar verdadero hoy en el planeta-pelota, pues a las ausencias de Japón, Australia y Estados Unidos (por cierto, nunca los norteños han asistido a estas justas) resultaron muy pobres las actuaciones de Sudcorea, Holanda y Taipei de China.

Varios amantes de nuestro deporte nacional volvieron a ver las mismas fallas que torneo tras torneo criticamos y expresan cuánto hemos descuidado lo técnico y lo táctico. Lanzadores intentando cruzar a bateadores con sliders y recibiendo de respuesta jonrones. Desespero en la caja de bateo de casi toda la alineación y por supuesto, escasas oportunidades para realizar robos de base, jugadas de corrido y bateo, o el tan anhelado fly de sacrificio para adelantar corredores.

Todo lo anterior se resuelve jugando más, pero sobre todo, elevando la exigencia deportiva que se traduce en pensar cada envío al plato y cada swing, algo que no ocurre en nuestras series nacionales. La varita mágica para que los talentos jóvenes y otros no se estanquen pasa por seguir ampliando los contratos para ellos en ligas profesionales, o quizás elevando el interés monetario de nuestra liga con fórmulas renovadoras (patrocinios, más agilidad para contratos personales, entre otras), ahora que el país anda revolucionando su economía.

Con el cierre del único evento internacional para el béisbol este 2021, todos los caminos conducen ahora a esperar hasta el 2023, año en el que habrá Clásico Mundial, Premier 12 y los Juegos Centroamericanos y del Caribe, así como los Juegos Panamericanos. Para entonces, el mayor deseo será que los aplausos sean no solo por el arrojo y la combatividad, sino por medallas, perdidas de nuestras vitrinas más tiempo de lo que estamos acostumbrados.

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