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Con Filo: Un problema que nos UNE

Las interrupciones eléctricas de las últimas semanas son motivo de preocupación y no pocas tensiones en nuestra vida cotidiana más reciente.

Quejas e insatisfacciones ante los apagones no programados o planificados que se producen por esta causa abundan por estos días entre la ciudadanía, y tienen su reflejo en diálogos y expresiones populares que muestran mayor o menor comprensión del problema.

La Unión Eléctrica y sus siglas UNE están en el punto rojo del colimador de la opinión pública, no obstante la transparencia y sistematicidad con que fluye la información sobre tales sucesos hacia los medios de comunicación en cada territorio y el país.

Porque lo cierto es que los avisos y las explicaciones no logran quitarnos el mal momento de arriba. Cuando no hay luz, por mucho que queramos o nos esforcemos en entender la situación, las molestias son inevitables.

Y aunque resulta difícil en ese contexto hacer llamados al ahorro o uso racional de la energía, no hay otra salida que plantearnos tal necesidad.

Si lográramos reducir la demanda del pico de consumo eléctrico en el sector residencial, con sencillas acciones de disminución, planificación o corrimiento de horarios para determinadas tareas hogareñas, sería una importante contribución solidaria con quienes en ese mismo momento podrían quedar sin ese servicio por el déficit de generación.

Es cierto que la primera tentación cuando viene la corriente después de un apagón es acceder a las comodidades que ella nos proporciona.

Pedir contención en ese momento podría parecer utópico, pero es preciso pensar no solamente en nuestra situación individual, y de ese modo también recibiremos indirectamente el beneficio de un alivio en esos sobregiros que ahora padece el sistema electro energético nacional.

Las altas temperaturas que persisten en estos meses, sin que todavía sea previsible cuándo refrescará algo este clima tan cálido, apuntan a que podríamos continuar con estas dificultades por un tiempo sin precisar.

Son grandes los esfuerzos para elevar la generación eléctrica, pero es evidente que las dificultades económicas del último año y medio resintieron la capacidad de respuesta de nuestras termoeléctricas y otras fuentes de energía, sin los debidos mantenimientos ni la posibilidad de inversiones para mejorar su potencia.

La prevista reanimación de servicios y actividades económicas y sociales en un periodo próximo conllevarán también una mayor facturación del sector estatal, que ya aplica acciones de ahorro y desplazamiento de actividades productivas de alto consumo.

No queda otra opción que continuar la apuesta por el ahorro o disminución del consumo eléctrico, sin dejar de ahondar en las explicaciones sobre las dificultades, así como en mantener e incluso ampliar la comunicación sobre tales incidentes, sin olvidar darle seguimiento informativo a hechos como el que se vivió hace unas jornadas atrás con la interrupción de la línea de trasmisión de alto voltaje hacia el oriente del país.

Pongamos todo el mundo un poco de nuestra parte para aliviar en lo posible tales afectaciones en la electricidad. Aunque a veces solo parezca una tragedia local el disparo de cada circuito que nos deja sin luz y con tanta incomodidad, no olvidemos que la solución no solo está en la Unión Eléctrica, sino que estamos —y uso aquí sus siglas, tan famosas por estos días— ante un problema que nos UNE.

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