Con Filo: Una picadita de vida

Con Filo: Una picadita de vida

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Al que más al que menos cuando éramos niños algún adulto trató de prepararnos para una inyección con aquella mentirilla piadosa que decía: no te asustes, no duele nada, solo es una picada de mosquito…

 

 

 

Sin embargo, parecería que los infantes del siglo XXI ya no admiten esos recursos anticuados, a juzgar por lo que a diario vemos, ahora que el país realiza la tan necesaria y esperada campaña de vacunación pediátrica contra la Covid-19.

Videos, fotos, testimonios de cómo niñas y niños asumen este pinchazo por la vida nos muestran en cada jornada cuánta madurez y responsabilidad exhiben nuestros pequeñines ante este importante paso.

Dice un amigo en broma, que al parecer Cuba es el único país donde los niños no lloran cuando los inyectan, al menos por lo que uno ve por la televisión y las redes sociales. Y aunque no descarto que entre los más chiquilines haya su lagrimita o pataleo, la verdad que conmueve e impresiona verles explicar la importancia de vacunarse, luego de más de año y medio donde también ellos han aprendido a convivir con las medidas de prevención, las ansiedades y hasta las tristezas que nos ha traído esta pandemia.

El hecho de que Cuba sea el primer país en inmunizar de forma masiva a toda su población infantil mayor de tres años de edad con nuestras propias vacunas para enfrentar al nuevo coronavirus resulta en definitiva motivo de orgullo y satisfacción para toda nuestra ciudadanía.

La organización del proceso a través del sistema escolar constituye una ganancia, pues permite que prácticamente todos los menores de edad se incluyan en la vacunación de una manera fácil y expedita.

No obstante, se ha explicado también que los adolescentes y jóvenes que por alguna razón no estén vinculados en este momento a los estudios, también pueden ser sujetos de la campaña de inmunización.

Para las familias es una tranquilidad esta protección de sus hijas e hijos frente al riesgo que todavía representa el mortal virus, más si tenemos en cuenta que durante los últimos meses la enfermedad ha golpeado de manera significativa a la población en edades pediátricas.

Darle seguimiento al programa de vacunación de niñas y niños es, por tanto, una responsabilidad colectiva, donde la escuela y las familias, junto con los restantes actores de la comunidad, deben desempeñar un papel muy activo y vigilante.

No debe quedar ningún niño o niña sin vacunar, pues sin ser obligatorio, es preciso persuadir y razonar al máximo con las personas adultas responsables, si hubiera algún caso de duda, resistencia o escepticismo ante la posibilidad de brindar esa imprescindible protección.

De cualquier modo, parece que a nuestras niñas y niños ni siquiera habrá que hacerles como a nosotros en nuestra infancia, cuando nos engañaban con aquella mentirilla piadosa de que la inyección no duele nada, porque ellos saben bien que no se trata de ningún mosquito, sino de una sencilla picadita por la vida.

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