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El hospital Dr. Agostinho Neto y su batalla por la vida

El Hospital General Docente Dr. Agostinho Neto es una ciudad dentro de la ciudad de Guantánamo. Complejo, diverso, envejecido, con baches y también maravillas. Allí la vida corre de prisa: de día, noche y madrugada, el ajetreo es constante, porque cada minuto es clave en la salud humana.

 

Unidad excepcional en la provincia, es: terminal, clínico, quirúrgico, con área para servicios maternos y pediátricos incluidos, docente. Con 22 especialidades y más de 4 mil trabajadores es, de hecho, el cuarto centro asistencial más complejo del país, y ante la COVID-19 la pelea no le ha sido fácil.

Cada pasillo y rincón de la institución guarda testimonios de lo acontecido en estos tiempos de pandemia, desde el Cuerpo de Guardia, en las camillas, en los sillones plateados que acogieron a amigos, familiares, vecinos sin ánimos, ni aliento, esperando por una cama o por la mano consoladora del médico y la enfermera de turno.

¡Qué duro fue vivir entonces!, impotentes ante el sucumbir de nuestra gente, víctimas del SARS CoV-2, aquejados aún por las múltiples carencias materiales y humanas, y crecerse sobre ellas para cumplir el juramento hipocrático grabado en los mismos cimientos de la institución médica.

La calma tras el tormento

Desde que a finales de mayo comenzó la sin precedente alza de positivos y con ello el aumento de casos con complicaciones derivadas del patógeno, el hospital provincial empezó una progresiva metamorfosis para responder a la demanda de quienes acudían con sintomatología en busca de auxilio.

 

Durante el alza de positivos, el colectivo del hospital batalló en el cuidado de pacientes graves, críticos y de alto riesgo por la edad y las comorbilidades.

 

Hasta mediados de agosto, el Cuerpo de Guardia mantuvo un movimiento alarmante de personas, superiores al esfuerzo y a la capacidad del sector: centenares de enfermos diarios, según avanzaba la transmisión por los 10 municipios.

Bien lo señalaba en una ocasión la doctora Yamila de Armas, funcionaria del Ministerio de Salud Pública que concurrió aquí para asesorar el trabajo interno ante la nueva contingencia: vivimos una pandemia, nadie está listo para catástrofes de esta naturaleza. Lo que correspondía era actuar con precaución y sanar más, con la presión de que afuera había otra decena de sufridos aguardando para ser socorridos.

Según José Alexis Álvarez Trutié, jefe del Centro de Urgencias y Emergencia, con el rebrote hubo que ampliar el pequeño complejo COVID-19 que estaba en el tercer piso para albergar a los pacientes positivos y sospechosos que arribaban a diario. Como resultado, salas que solían usarse para Quemados, Cardiología, Angiología, Otorrino, gestantes y otras prestaciones se pusieron en función del ingreso de los afectados por el nuevo coronavirus.

“Ocupábamos más del 70 por ciento de las camas del hospital. Se paralizaron las consultas, solo quedaron abiertas especialidades de cáncer, hemodiálisis, el Programa Materno-Infantil y las cirugías de urgencia”, detalla Álvarez Trutié.

Como el panorama seguía deteriorándose, se creó un sistema de contención -así le denominaron los expertos- con escuelas y otros sitios como la Escuela de Integración Deportiva y el policlínico de El Salvador, que permitirían aliviar la demanda del Agostinho Neto, al atender a quienes no podían hospitalizarse de inmediato y aquellos con alto riesgo, pero con cuadros clínicos más favorables.

Hoy la situación es distinta, así se siente en el ambiente del centro. Pero días atrás se hablaba más del colapso en los servicios, de los fallecidos en salas, en Cuerpo de Guardia, de la escasez, de los colegas perdidos…

“Nuestra Terapia tiene ya 64 capacidades y antes solo había ocho. Contamos con un área para vigilancia de sospechosos de alto riesgo. Aumentamos la oxigenación con 46 concentradores importados, y aunque seguimos con pacientes graves, críticos y lamentablemente fallecidos, por la agresividad de las nuevas cepas, hay menos congestión”, asegura José Alexis.

 

Las hemodiálisis se continuaron realizando, aunque más del 70 por ciento de las capacidades del Neto se destinaron a la COVID-19.

La entidad también mejoró las condiciones del Cuerpo de Guardia actualmente con 30 camas, de cuatro que existían antes del rebrote. Se amplió el número de camillas y los balones de oxígeno (11), tienen cuatro concentradores que permiten administrar oxígeno a dos pacientes a la vez y, de ser necesario, disponen de un ventilador pulmonar, útil para dar primeros auxilios a los aquejados que llegan, por lo general, con falta de aire o disnea.

“El Ministerio ha ayudado mucho, con equipos de asesores, recursos priorizados, cuanto tenemos hoy ha sido fruto de ello”, afirma el directivo.

 

La ayuda también llegó al Neto

Cuando peor estuvo el entorno para Guantánamo, cuando las cifras superaban los miles de contagiados, y parecía que nos absorbía el agujero negro, la mano amiga de muchos hermanos trajo luz y esperanza contra la COVID−19.

Profesionales que cumplían misión en Venezuela; integrantes del Contingente Henry Reeve que se encontraban en Panamá, México y Bolivia; enfermeras de La Habana; personal de los municipios guantanameros, así como estudiantes y profesores universitarios hicieron suyo el nombre y la misión del Agostinho Neto.

La granmense Leticia Reyna Verdecia, especialista en Anestesiología y Reanimación Cardiopulmonar, forma parte de esos brigadistas solidarios que desde agosto luchan lado a lado con nuestro pueblo.

“Llegamos desde Panamá y enseguida vinimos para Guantánamo a trabajar en Terapia Intensiva e Intermedia y en áreas de pacientes con complicaciones post-COVID. La faena ha sido muy peliaguda. Incluso contando con los recursos terapéuticos y el oxígeno, tuvimos casos con serios problemas respiratorios que resultaba imposible recuperar. Por eso se insiste en ir temprano al médico.

“Duele saber que frente a nuestra voluntad para devolver los pacientes a casa, pesan más las enfermedades crónicas no transmisibles de base, las bronconeumonías, la obesidad, la cardiopatías… que evolucionan tórpidamente hasta la muerte”, señala Reyna Verdecia, quién por el momento labora exclusivamente con enfermos de PCR negativo y con secuelas del SARS-CoV-2.

Junto a ella colaboran 16 brigadistas, todos con experiencia de trabajo en Panamá: clínicos, cardiólogos, intensivistas, enfermeros, quienes en el Guaso hasta fungen como psicólogos para los ingresados y las familias.

 

La doctora Reyna Verdecia, médico del Contingente Henry Reeve de la provincia de Granma, uno de tantos ejemplos de quienes al regreso del extranjero, sin ver a la familia, encararon la batalla por la vida.

 

“Porque es mucho el estrés al estar en el hospital tanto tiempo, ver lo inestable y poco previsible que son los efectos de la COVID-19, y cómo conducen a desenlaces fatales, es una faena diaria que demanda el triple del valor de los galenos”, afirma la médico.

Leticia es natural del municipio de Bartolomé Masó, en Granma. Allí tiene su bebé al resguardo de la abuela. Hace meses no las ve, desde que decidió salir a salvar vidas le ha sido imposible volver. Sin embargo, en su rostro ninguna expresión de pesar se percibe, al contrario, sigue en ella esa vocación de servir aquí, o incluso en Pinar del Río, donde hoy muchos colegas han decidido ir, después de laborar en el Hospital General de Guantánamo.

El tren de pelea continúa en movimiento

Tecnología, innovación desde la Electromedicina y mucho corazón, esa ha sido la fórmula del Agostinho Neto para mantenerse andando. No escapa de críticas como institución, males antiguos en materia de higiene, de infraestructura, de servicio, ante todo.

El robo de medicamentos igualmente ha sido otro problema sensible, no siempre por interés comercial, en ocasiones era para un familiar o amigo. Esos casos tendrán la respuesta penal y administrativa adecuada, porque independientemente de los motivos, extraer medicinas desde ese centro de salud implicó negárselas a alguien cuya mejoría dependía de ellas.

También hubo profesionales que prefirieron quedarse en casa y guardar su título justo cuando más se les necesitaba, mientras otros renunciaban a las vacaciones, al tiempo con la familia, a las horas normales de sueño para impulsar la voluntad sanadora del Neto. Pero frente a las dificultades y miserias humanas, ese colectivo, sin duda, ha jugado un rol clave en esta batalla, para preservar la vida, como el más elemental derecho de los guantanameros. (Dairon Martínez Tejeda // Fotos: D.M.T. // Periódico Venceremos)

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