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AL PAN, PAN: Boleros de siempre

No hay que rescatar el bolero, ese género esencial de la música cubana, porque nunca se ha dejado de interpretar el bolero en este país. Nunca, ni siquiera cuando su público cambió, cuando muchos de los más jóvenes lo comenzaron a considerar “música de viejos”. Siempre ha habido entusiastas del bolero (y no solo personas maduras). Y siempre ha habido buenos intérpretes: excelentes cantantes, instrumentistas, arreglistas y directores de orquesta.

 

Grandes cantantes cubanos han interpretado el bolero. Omara Portuondo entre ellos.

Por supuesto, las calidades son disímiles. Hay quien canta y toca un bolero de altura, con indiscutible valores estéticos. Y hay también acercamientos mediocres. Pero eso pasa con todos los géneros musicales, con todas las manifestaciones.

Siempre que algunos de los mejores músicos cubanos interpreten el bolero, atendiendo sus variantes, sus múltiples caminos estilísticos, sus diálogos con otras expresiones musicales, su vocación lírica… el género estará salvado.

Ciertamente la permanencia por tanto tiempo del bolero en el panorama musical de la nación implica una renovación permanente. Pero el género tiene credenciales para asimilar “actualizaciones” sin perder sus esencias. Su riqueza rítmica y melódica, de hecho, han permitido incluso interesantes confluencias con la música de concierto. Hay material, densidades que han permitido, que permiten diálogos con sonoridades más contemporáneas, sin que se vaya en menoscabo de un espíritu bien definido, arraigado en la identidad de este pueblo.

No en vano en tantas fiestas en Cuba, incluso las que son animadas a golpe de reguetón, la gente termina cantando a coro un bolero emblemático. Y podemos decir más: hay letras que hasta adolescentes que uno asumiría ajenos a los regodeos sentimentales del bolero, pueden cantar de arriba a abajo. ¿Quién no ha tarareado al menos Lágrimas negras?

La reciente declaración del bolero como Patrimonio de la Nación ha sido un acto de justicia, porque el bolero ha recreado por mucho tiempo la sensibilidad de los cubanos. Es el reconocimiento a una permanencia. Y a un potencial

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