Tan solo con aquel saludo caballeroso, respetuoso y ético a Agustín Marquetti tras su jonrón contra Vegueros el 19 de enero de 1986 hubiera bastado para recordarlo por siempre. Giraldo González fue el primero en hacerlo aquella noche, a pesar de la derrota que representaba para su equipo. Hay fotos y videos que guardan ese momento.
Nada mejor que volver al torpedero pinareño con esa imagen cuando la Covid-19 lo sorprendió con un roletazo al pecho y no pudo quitarse el duro golpe, a pesar de haber luchado como lo hacía cada vez que entraba al terreno de juego y lo primero que se quitaba era la gorra para saludar al público en las gradas.
Cuando se hurga en los mejores torpederos defensivos su nombre figura en todas las listas en la década de los 80 del siglo pasado. Y un poco más allá. Campeón nacional, panamericano y mundial, Giraldo fildeaba con elegancia hacia delante, se movía con exquisita precisión hacia la mano contraria al guante y formó una combinación creativa con Alfonso Urquiola por muchos años en Vegueros y en Pinar del Río.
Retirado quizás con premura, aportó sus conocimientos en varias categorías de su provincia y en otras tierras del mundo fue reclamado para enseñar y dirigir. Lo hizo con naturalidad y todavía muchos ponderan esa confianza que siempre puso en los jóvenes. La generación de peloteros de Vueltabajo pierde una de las bujías inspiradoras, esas que con un consejo o una alerta mantienen vivo el amor al béisbol.
Giraldo González, el mejor defensor del campo corto en selecciones pinareñas, nos dijo adiós antes de dar la voz de A jugar en la próxima Serie Nacional. La pandemia lo alcanzó, cual strike que nadie se deja cantar en home. Este 28 de agosto su despedida tuvo flores, amigos, guantes y una pelota.
Así se despiden a los grandes. A quienes saludan caballeroso a su rival tras un jonrón y quedan para siempre en la memoria de un pueblo entero.
