Ayuda que no ayuda

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El Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo, del Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional y la Universidad del País Vasco, define Intervención humanitaria como “acciones emprendidas por la comunidad internacional en el territorio de un determinado Estado con el fin de proteger y defender a la población de violaciones graves y masivas de los derechos humanos fundamentales, y para garantizar la asistencia humanitaria a las víctimas de conflictos armados cuando el gobierno soberano impide su paso”.

En términos estrictamente jurídicos, implica el uso de “la fuerza armada para imponer la ayuda humanitaria que se pretende proporcionar a víctimas de los conflictos armados cuando el Estado soberano territorial impide el paso de la asistencia”.

El texto aclara que intervención humanitaria violenta “tres de los principios más consolidados en el derecho internacional: el de soberanía estatal; el de no intervención en los asuntos internos de otros Estados y el de la prohibición de usar la fuerza armada”, los cuales “constituyen el pilar de las relaciones internacionales y aparecen plasmados en la Carta de las Naciones Unidas”.

Ello explica por qué muchas de las intervenciones humanitarias no han contado con el visto bueno del Consejo de Seguridad de ONU, algunas ni siquiera se han consultado, sino que respondieron a una acción unilateral y son consideradas ilícitas por la gran mayoría de expertos en derecho internacional.

Algunas de estas acciones demuestran que el remedio puede ser peor que la realidad, tal es el caso de Somalia (1993), Yugoslavia (1999), Irak (2003), Haití (2010) y Libia (2011).

Somalia: En 1993 el Pentágono llamó “intervención humanitaria” a la acción de enviar 30 mil marines al cuerno africano. La operación Restaurar la esperanza colocó los recursos naturales en manos de compañías extranjeras mientras el hambre y la crisis sanitaria alcanzaba niveles sin precedentes. Según la Cruz Roja, la hambruna ha matado allí a más de 1 millón y medio de personas.

Yugoslavia: Entre marzo y el 10 de junio de 1999 la OTAN bombardeó Belgrado y otras ciudades para impedir la “catástrofe humanitaria” que supuestamente cometían contra los separatistas albaneses del Ejército de Liberación de Kosovo (KLA). Murieron al menos 2 mil 500 personas y más de 10 mil resultaron heridas. El daño económico se estimó entre 30 mil y 100 mil millones de dólares. Lo peor fue la “balcanización”, proceso que fracturó el proyecto multicultural de la nación yugoslava en seis nuevas repúblicas de desigual desarrollo económico: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia del Norte, y Serbia. La independencia de Kosovo, pretexto inicial, sigue el medio camino y el territorio devino en “centro logístico del narcotráfico y el mercado de armas en Europa”; así como en “fábrica de terroristas”.

Irak: Del 30 de marzo al primero de mayo del 2003 llovió metralla sobre ciudades ancestrales iraquíes. Los ejércitos de EE. UU., Reino Unido, España, Australia y Polonia invadieron y tomaron el control del Gobierno. Por el bando estadounidense cayeron unos 5 mil 500 soldados y mercenarios; en el contrario, más de 500 mil, no menos de 120 mil eran civiles. La operación, construida sobre la fake news del uso de armas de destrucción masiva por parte de Sadam Hussein, sentó las bases para el surgimiento del llamado Estado Islámico, responsable de los peores atentados terroristas de este siglo.

Haití: Como si no fuera suficiente el devastador terremoto del 2010 (1,5 millones de personas en la pobreza extrema y más 7 mil 900 millones de dólares en pérdidas materiales) EE. UU. y la ONU instalaron allí una misión de Cascos Azules que avergüenza al organismo multilateral por su proceder abusivo y delincuencial. Como asesinato selectivo ha sido calificado el crimen contra Klaus Eberwein, ex funcionario haitiano que investigó y se preparaba para denunciar en 2017, cuando apareció muerto, hacia dónde habían ido las “ayudas humanitarias” gestionadas por la Fundación Clinton. Según sus pesquisas, solo el 0,6 % llegó a organizaciones haitianas; el 9,6 % fue a parar al Gobierno haitiano; mientras el 89,8 % restante, o sea 5 mil 400 millones de dólares, fue canalizado a organizaciones no-haitianas. Los principales responsables de esa entidad son Bill y Hillary Clinton.

Libia: De ser el país con mayor nivel de vida en el norte de África devino en el abismo de pobreza y crisis que es hoy. Aun se recuerdan las imágenes terribles del líder Muamar Gadafi en manos de turbas rebeldes que lo golpearon y asesinaron en plena calle. La “intervención humanitaria” dejó más de 120 mil muertos, 200 mil heridos y 400 mil refugiados.

Estos ejemplos ilustran la verdadera y única secuela que pueden dejar operativos de hegemonía imperial disfrazados del eufemístico término de “ayuda humanitaria”.

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