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Detrás de un bulbo va un país

Desde hace varias semanas la intervención sanitaria con nuestros candidatos vacunales transforma la vida social de los cubanos. Orden, disciplina, estrictos protocolos y con­fianza se traducen en cada vacunatorio. A los consultorios del médico de la familia y otros centros de salud se les han sumado escuelas, empresas y disímiles locales con las con­diciones imprescindibles para ponernos este rayo de espe­ranza contra la COVID-19.

Foto: Miguel Rubiera

No son pocos los que refieren sentirse emocionados con el pinchazo, y hasta dejan el recuerdo en su móvil o redes sociales. Y es cierto, resulta inédito que una nación subde­sarrollada pueda inmunizar a su población por sus propios esfuerzos, a partir del conocimiento científico de sus hijos y con agilidad organizativa envidiable. Todo eso en medio del bloqueo del Gobierno estadounidense, que no para de fastidiar, cual pandemia obsesiva con casi 60 años en nues­tras vidas.

Los trabajadores cubanos que por estos días han remo­zado ese cubículo donde recibimos el pinchazo, han movido refrigeradores o equipos de clima para que ningún bulbo se pierda; han creado el confort mínimo para pasar la hora posvacunado; o han garantizado transporte para cualquier urgencia, entre otras tareas; son también de los imprescin­dibles en esta hora.

En nuestro brazo vacunado descansan la resistencia, in­teligencia y unidad. Todos somos fuerza, somos un país.

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