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La fuga de César Prieto o el desafío de siempre

La noticia del miércoles 26 de mayo para la mayoría de los medios de comunicación en redes sociales o sitios en internet dedicados al deporte o a la política, no fue la llegada a la Florida, EE.UU., del equipo cubano de béisbol, tras varios días esperando un visado que se atrasó más que a cualquier otro conjunto de los que jugarán en el torneo preolímpico desde el 31 de mayo.

El hecho noticioso, como dirían en las escuelas de periodismo, fue la desaparición, fuga, deserción o cuantos términos similares aparezcan, del cienfueguero César Prieto, líder de los bateadores de la última Serie Nacional, camarero titular de esa formación nacional y uno de los más talentosos jugadores de béisbol hoy en Cuba.

La Federación Cubana lo confirmó horas más tarde y apeló «al lógico impacto de un hecho ajeno a la mayoritaria voluntad de ser fieles a la patria y la misión con que viajamos al evento».

Sin embargo, lo que esos mismos medios de comunicación no hicieron referencia —o quizás negaron a conveniencia— es que César Prieto es uno más en la larga lista del desafío que siempre ha tenido cualquier delegación cubana que pisa suelo estadounidense, sea de pelota, fútbol o de kimbumbia.

El desafío consiste en resistir las propuestas bien atractivas y millonarias para jugar en Grandes Ligas; en los insultos de comunistas a quienes van, juegan y regresan una y otra vez; en la tensión real para la dirección del equipo a la hora de sustituir a ese jugador titular; y en el hueco que se crea desde el punto de vista psicológico, anímico y deportivo dentro de esa propia selección.

Y lo más triste de todo es que eso Cuba ha querido evitarlo una y otra vez, sobre todo en los últimos años, tras la firma del Acuerdo con la MLB en diciembre del 2018. La principal ganancia de aquel Acuerdo radicaba, sin duda, en la posibilidad de que un jugador nuestro podía ser contratado por cualquiera de los 30 equipos de las Grandes Ligas sin incurrir en actividades ilícitas, ser víctima del tráfico de personas ni abandonar un equipo nacional en el exterior, así como sin romper nexos con el lugar que lo vio nacer.

César Prieto no es un caso aislado, aunque sea la comidilla hoy. Incluso otros nombres de jóvenes talentosos ya se dan en las redes como que abandonaron o lo harán pronto de la delegación. Y puede ser fake news para enrarecer más el ambiente o puede ser la clásica teoría de que «cuando el río suena…»

Pero hablemos claro. Los que salgan al terreno a buscar el cupo olímpico desde el primer hasta el último partido lo harán pensando en representar a la afición que los ama desde su tierra natal. Y ya sabemos que algunos recalcitrantes de la propia ciudad de Miami han llamado a colmar los estadios donde jugarán los nuestros para insultarlos, gritarles comunistas y dejar visible un odio político traducido al deporte.

¡Qué lamentable! Sobre todo porque hablamos de seres humanos que juegan por amor al béisbol y a su país, tal y como hacen todos los deportistas del mundo. Respetar eso y retomar el Acuerdo de Cuba con la MLB en el 2018 sería lo más sano, sensato y motivo de no pocos trabajos periodísticos en esos medios de comunicación. Y explicaría con dura certeza por qué caraj… César Prieto nunca llegó al hotel con sus compañeros de equipo.

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