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Higinio Vélez, despedida beisbolera

El deseo de vivir no depende de un cargo, sino de la fuerza física. En horas de una noticia luctuosa la traición más grande es no recordar las virtudes de quien ya no volverá a estar entre nosotros para dialogar, discutir o simplemente amar al béisbol. En la tarde del 12 de mayo del 2021, Higinio Vélez Carrión, se despidió del campeonato-vida con un lamentable strike-covid-19.

Higinio Vélez durante el Clásico Mundial del 2006.

Y en el mismo minuto que el periodista debe escribir la crónica menos adjetivada y más sencilla, acude el recuerdo que hace 15 días ocurrió algo parecido, también por culpa de la pandemia, con el fallecimiento del comisionado Ernesto Reynoso. ¡Qué duro este doble play! ¡Qué difícil batearle a una mortal enfermedad que corta la respiración sin presentarse en el box!

Pero de Higinio hay que hablar con la misma fuerza que subió al podio 16 veces en nuestros clásicos (cuatro de ellas para levantar la corona nacional con Santiago de Cuba y tres en las Series Selectivas) y con las imperfecciones, aciertos, desencuentros y gallardía con que asumió cada tarea, desde coach, entrenador, director, comisionado y federativo.

Si exigieran estas líneas recordar sus triunfos internacionales más encumbrados, bastarían el segundo lugar del Clásico Mundial del 2006 y el título olímpico del 2004 para quitarse el sombrero; aunque las doradas de los Juegos Panamericanos de 1987 y 2003, y las coronas mundiales del 2001, 2003 y 2005 también implicarían una reverencia.

Higinio dirigía peloteros con rectitud y conocimientos. Ese constante caminar en el banco de un lado a otro, como si buscara tenerlos cerca para cualquier táctica de juego, ajeno a las sillas de mánager, fue un sello ganador. Vera, Kindelán, Pacheco, Pierre, Godínez, Fausto y toda aquella aplanadora indómita pasaron por sus manos con consejos, discusiones, abrazos y encontronazos. Pero lo más importante, fueron campeones e hicieron feliz a un pueblo.

En los últimos 10 años, este santiaguero que despedimos a dos meses de cumplir 75 años, se convirtió en la figura que más comentarios levantaba en casas, parques, estadios, peñas, bodegas, centros de trabajo y en cualquier rincón que se hablaba de pelota. Para ser justos acabó pagando y asumiendo las decisiones que tomó, bien o mal, y las que acató, también bien o mal, por disciplina.

La despedida de Higinio Vélez Carrión debiera ser frente a cualquier estadio del país. Murió un hombre de béisbol. Un cubano al que la Covid-19 le cantó, por desgracia, un último out sin que pudiera mandar a tocar bola, robar base o simplemente quitarse la gorra y saludar al público.

 

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