80 años en el arte de traer niños al mundo

80 años en el arte de traer niños al mundo

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En sus añejos pasillos se sienten a diario las alegrías de la nueva vida, las lágrimas de la felicidad pura, pero también el correcorre, el estrés y las preocupaciones que conlleva traer niños al mundo.

 

Foto: Rodolfo Blanco Cué / ACN

El Hospital Ginecobstétrico Ana Betancourt de Mora es el sitio por excelencia en donde nacen los pequeños en Camagüey, y mucho ha crecido para, en estos 80 años de existencia, ostentar tecnología de punta y un servicio con mejores prestaciones.

Como asegura su director, el doctor Sigfrido Valdés Dacal, “la labor en el hospital es fuerte, pero siempre nos hemos enfocado en trastocarlo en uno mucho más funcional y tratar de que el paciente se sienta cada vez mejor, como si fuera su casa”.

 

El hospital octogenario

Un 11 de mayo de 1941 se fundó oficialmente la Clínica de Maternidad Obrera, hoy hospital ginecobstétrico, y que en aquel entonces solo atendía a una parte de la población.

“Aunque se fundó en mayo, cuenta Sigfrido, no fue hasta el 24 de junio que comenzó a funcionar y con un reducido grupo de médicos, especialistas y unas 130 o 150 camas.

“Cuando triunfa la Revolución se mantiene con la misma función y en otras áreas se atendían las urgencias, hasta los 60 en que se unifican los servicios en el mismo edificio.

“Pero la población aumentaba y urgía una ampliación de la instalación. Así fue como en los 80 se incluyó la neonatología y una sala de paridas y se pensó en hacer más, pero la caída del campo socialista impidió el cumplimiento de planes mayores”.

No obstante pudieron agregar otros servicios como el de cuidados perinatales, donde especialistas en intensiva, cirujanos, hematólogos, ofrecen un servicio con una concepción diferente.

 

La atención a la embarazada dentro del hospital ha aumentado en servicios y prestaciones durante estos 80 años. Foto: Rodolfo Blanco Cué

 

Hoy, el Materno cuenta con 410 camas, es una de las que más parto realiza al año, unos seis mil aproximadamente, y cuenta con una sala de neonatología que tiene 60 camas, la más grande del país.

Además, presenta en su plantilla, de más de mil 170 trabajadores, donde 85 son médicos y 327 enfermeras, varios especialistas, que como acota el directivo, contribuyen a dar cobertura a un grupo de situaciones que requieren las embarazadas.

Es así que cuentan con un servicio de cirugía de mínimo acceso, con un centro provincial de genética, uno de reproducción asistida de baja tecnología y un departamento de patología de cuello, otros elementos que contribuyen con la calidad de vida de las madres camagüeyanas.

 

La fortaleza del materno

Aun cuando mucha juventud se encuentre entre los pasillos del hospital, todavía como horcones varios médicos que le han dedicado 50 o más años al centro continúan laborando y guiando a las nuevas generaciones.

El neonatólogo Julio Eduardo Barrera Aguilar es uno de ellos. Él fue el primer graduado en Camagüey en esta especialidad y aún recuerda con dolor la ausencia de ventiladores pulmonares cuando llegó al hospital, en 1975.

 

Por más de 40 años el hospital apoya la formación de estudiantes de las carreras de medicina, enfermería y en la residencia de disímiles especialidades. Foto: Rodolfo Blanco Cué / ACN

 

“La neonatología es una especialidad muy particular que atiende a los niños críticos, que son los pacientes más complejos de cuidar. Por ello, la atención es muy especializada y requiere dedicación, responsabilidad, ya que difícilmente se duerme en las noches, y podemos pasarnos el día entero mirando al bebé y cuidándolo”.

El doctor Samuel Pugh Provost de sus 80 años de vida ha dedicado 51 al arte de traer niños al mundo en dicho hospital.

Allí está su otra casa, su otra familia; en esos pasillos ha llorado de alegría al lograr un milagro, se ha enojado cuando algo no salió como esperaba; pero sobre todo, se ha sentido realizado y útil.

Con su octogenaria sapiencia este doctor especializado en ginecobstetricia asegura que aun no lo sabe todo y que por eso no descansa. “Siempre falta algo por aprender, la tecnología ha ido cambiando, se observan nuevas patologías y hay que estar preparados para ello. Los celulares no pueden adivinar el conocimiento, eso solo es el complemento”.

Y así forman a las nuevas generaciones, las que lo acompañan en las clases y en los pasillos del Materno, lugar del que no se va mientras tenga fuerzas.

A pesar del bloqueo, se trabaja

Pero un problema se cierne sobre el hospital y son las afectaciones que provoca el bloqueo económico que impone el gobierno de los Estados Unidos sobre la Isla, las cuales se han acrecentado con la actual situación epidemiológica.

“En los últimos tres años, asegura Valdés Dacal, esto ha impedido que mucho equipamiento de alta tecnología, como ventiladores pulmonares y equipos de ultrasonidos, sean reparados. Los electromédicos hacen una labor fuerte, pero hay equipamientos muy necesarios que no podemos conseguir.

“Por ejemplo, hace unos cuatro años se instauró un servicio para el diagnóstico del trastorno auditivo precoz, prestación que había mostrado grandes resultados, pues permitía detectar algún problema en las primeras fases, y hoy no funciona porque no contamos con las piezas de repuesto”.

Sin embargo, ellos no se detienen y hasta han inaugurado un área para la simulación de eventos, “una manera más didáctica de dar las clases y de preparar al personal”, como asegura el director.

 

Dentro del hospital el cuidado de los recién nacidos es tarea primordial. Foto: Rodolfo Blanco Cué / ACN

El Materno cumple 80 años y mucho le queda por hacer y crecer; como acota Sigfrido, son unos cuantos los desafíos: lograr una estabilidad en los indicadores hospitalarios, alcanzar una mayor eficiencia en el uso de las camas hospitalarias, seguir incorporando alta tecnología para la atención al paciente, formar más cantidad de especialistas e incentivar a las nuevas generaciones para que opten por las mismas, ya que traer niños al mundo seguirá necesitando de doctores cada vez más preparados y de centros más equipados.

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