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Tienes la palabra

Sesenta años se cumplirán pronto de las Palabras a los Intelectuales, la célebre in­tervención de Fidel Castro en la Biblioteca Nacional José Martí, tras un fructífero en­cuentro con artistas y escri­tores. Ese discurso resumió en buena medida el espíritu de un diálogo en el que se discutieron asuntos esencia­les de la proyección social de la cultura; de la creación y el posicionamiento de la Revo­lución naciente ante el acervo artístico y sus hacedores.

No fue, como algunos han sugerido, un diálogo de sor­dos. Allí se plantearon cues­tiones sobre las que no había consenso, se aclararon dudas, se mostró un abanico de opi­niones que dieron fe de la he­terogeneidad de pensamiento.

Convendría releer el dis­curso de Fidel, más allá de las dos o tres frases que se repiten una y otra vez, casi siempre sa­cadas de contexto. Esa inter­vención debería ser todavía a estas alturas objeto de análisis y debate por sus implicaciones históricas o, incluso, por la ac­tualidad de varios de sus con­ceptos. Pero todo acercamiento debería partir de las particula­ridades del momento.

Eran tiempos fundacionales. Eran tiempos desafiantes. La Revolución no significaba simplemente un cambio de gobierno: era una transformación radical de todo el entramado político, social, económico. Y era también una revolución cultural. El cúmulo de demandas de los intelectuales era considerable. Urgía establecer una política cultural coherente en un país donde la cultura no fue nunca prioridad de la clase gobernante.

Y había que hacerlo en momentos en que la propia Revolución enfrentaba agresiones de todo tipo. No se trataba solo de discutir el rol de la Revolución ante el arte, sino además el de los artistas en la Revolución.

Conviene revisar ese dis­curso con una perspectiva crítica para evitar uno de los más comunes errores de concepto: hay quien dice que esas Palabras… son en defi­nitiva “la política cultural de la Revolución”. Un discurso no puede constituirse por sí mismo en una política, por más que la resuma o la esbo­ce. Las políticas se concretan en la aplicación efectiva de sus lineamientos teóricos. Y están marcadas por las cir­cunstancias, aunque preser­ven esencias.

La Cuba de 1961 no es, por supuesto, la del 2021. La polí­tica cultural de la Revolución ha tenido (y tiene) necesaria­mente que evolucionar. Esa es la lógica de la campaña de comunicación que se ha diseñado para conmemorar el aniversario de Palabras a los Intelectuales: esa políti­ca cultural no es un cuerpo rígido, una imposición “de arriba”. Hay que entenderla como una construcción colec­tiva, como fruto de un debate permanente y desprejuiciado; comprometido, eso sí, con los valores inmarcesibles de una identidad.

Por eso el slogan de la campaña afirma que Tienes la palabra. Las instituciones no hacen la cultura: están para sostener, proteger y represen­tar a los que hacen la cultu­ra. Las instituciones son ga­rantes del pleno acceso a ese patrimonio público. Porque el disfrute (y el cuestionamien­to) del arte y la literatura son un derecho inalienable de la ciudadanía.

De eso habló Fidel Cas­tro en junio de 1961. Y esas Palabras a los Intelectuales mostraron un camino. Fue­ron punto de partida, plata­forma para la conformación y la consolidación de la políti­ca cultural de la nación. Ha sido y sigue siendo un proce­so complejo. Hubo etapas en las que se cometieron errores significativos. Hay que anali­zar también esos errores, sin apasionamientos o radicali­zaciones infértiles.

No es perfecto tampoco el diseño actual de esa polí­tica. Las instituciones tienen la responsabilidad de estimu­lar su permanente escrutinio. Ahí está una de las claves del discurso de Fidel. Dentro de la Revolución todo; porque la Revolución tiene que signifi­car siempre renovación crea­tiva, compromiso con la cul­tura de un pueblo, que es el alma misma de la nación.

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